¿Si vis pacem, para bellum? La respuesta de la UE

Resulta desolador el modo en que vemos que los intereses se anteponen a lo que interesa.
Benjamín Prado

GETAFE/Todas las banderas rotas (17/03/2025) – Es fácil ser pacifista y antimilitarista en tiempos de paz; pero, cuando llega seriamente, con visos de proximidad, la amenaza real de la guerra, ¿cómo ha de reaccionar quien desea realmente la paz? Y, lo verdaderamente importante: ¿cómo ha de hacerlo quien está en un lugar de responsabilidad, con posibilidades reales de influir en el comienzo de la guerra, su continuidad, o el advenimiento de la paz?

Vengo haciéndome estas preguntas en abstracto hace años. Pero en concreto hace días, como mucho algunas semanas, desde que Trump ha empezado a actuar como “mediador” en la guerra de Rusia contra Ucrania en la que tenemos tres actores principales: Ucrania, al cual los otros dos han querido expulsar del escenario a pesar de ser el que pone los muertos, el territorio, las tierras raras y otras riquezas; Rusia, que aspira a conquistar el territorio para, como corresponde al nacionalismo extremo de Putin, recuperar el antiguo imperio ruso; y Estados Unidos que, dirigido por un empresario cuyo único objetivo es hacer negocios, pretende hacerse con las tierras raras y todo lo que pueda tener algún valor en el suelo ucraniano. Y hay quien, debiendo ser actor, se limita a ser espectador: la Unión Europea.

Trump, que no permite que nadie se interponga en sus negocios, ha dicho que “La Unión Europea se formó para joder a Estados Unidos, ese es su propósito, y han hecho un buen trabajo». ¿Cómo ha respondido la UE? Pidiéndole perdón y asegurándole que va a dedicar ¡800.000 millones de euros! para rearmarse. Si esa barbaridad llega a cumplirse, el resultado será:

1) que habrán de pasar muchos años -según algunos expertos entre cinco y diez- para que se vean los frutos de tal inversión;

2) que Rusia (el hipotético enemigo), que ya cuenta con un potencial militar mucho mayor que el resto de Europa sobre todo en el aspecto nuclear, aprovecharía ese tiempo para lo mismo: rearmarse y seguir estando en mejores condiciones;

3) que, por tanto, estaríamos de nuevo en el punto de partida y, en consecuencia, Europa debería seguir gastando más dinero en una espiral sin fin;

4) la industria militar estadounidense (que es la que está más capacitada para asimilar la producción de armamento a ese nivel y, además, cuenta con la tecnología de la que carece Europa) se asegurará grandes rendimientos sin final conocido. ¿Será esto último lo que persiguen Trump y sus amigos que tienen enormes intereses en esa industria?

Hubo un tiempo en que se llegó a pensar que todo se solucionaría si Rusia y la OTAN firmaban un Tratado por el que Ucrania no entraría en la Alianza; pero recientemente, una vez que Trump se instaló en el Despacho Oval, el secretario de Defensa estadounidense Pete Hegseth, ante el Grupo de Contacto de Defensa de Ucrania, ha expuesto las nuevas condiciones:

1) Ucrania nunca entrará en la OTAN;

2) EEUU no enviará tropas ni siquiera para mantener la paz;

3) tampoco pagará por apoyar a Ucrania (el suministro de armas, tecnología, inteligencia, etc., aunque sea estadounidense, correrá a cargo de los europeos);

4) EEUU seguirá apoyando a la OTAN pero solo si los europeos aumentan de forma significativa su contribución;

5) EEUU no cree posible que Ucrania pueda recuperar los territorios perdidos en la guerra para volver a las fronteras anteriores a 2014 o, dicho más claramente, Ucrania deberá hacer importantes concesiones territoriales a Putin, el nuevo amigo de Trump.

José Enrique de Ayala, general de brigada retirado y miembro del Consejo Asesor del Observatorio de Política Exterior, del Consejo de Asuntos Europeos y del Consejo de Seguridad y Defensa de la Fundación Alternativas dice que “gastar en defensa menos de lo necesario es irresponsable, gastar más de lo necesario es un crimen social”. Pero el debate que se ha abierto en Europa es sobre cómo se ha de gastar esa millonada, de donde habrá de salir, cuanto deberá aportar cada Estado… No se debate, primero, sobre como detener la guerra que es lo primordial, y después, como replantear las relaciones de la UE con Estados Unidos y con Rusia haciendo valer los principios que dieron origen a aquella organización. Principios que no son, como pretende Trump, perjudicar a nadie, sino acabar con las guerras en el territorio europeo y fomentar la democracia en todo el mundo.

Y en este punto volvemos al comienzo. Europa ha podido mantener esos principios mientras durante los últimos setenta y cinco años las guerras se han mantenido alejadas de su territorio. Pero, ahora que las potencias más poderosas del mundo, mediante la violencia que es el lenguaje que mejor conocen, cambian las reglas existentes, la UE se muestra incapaz de hacer valer su poder económico y político -que lo tiene- para que se cumpla la Carta de las Naciones Unidas que, en su artículo 2, dice: “los miembros de la Organización arreglarán sus controversias internacionales por medios pacíficos, de tal manera que no se pongan en peligro ni la paz ni la seguridad internacional ni la justicia” y que “se abstendrán de recurrir a la amenaza o al uso de la fuerza contra la integridad territorial o la independencia política de cualquier Estado…”. Tanto Rusia como EEUU son miembros de la ONU, que cada cual saque sus conclusiones.

“Necesitamos servirnos del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas y creer que la preservación del Derecho y el orden en el complejo y turbulento mundo de hoy en día es una de las pocas maneras para evitar que las relaciones internacionales deriven en el caos. La ley es todavía la ley y hemos de obedecerla, nos guste o no”. Aunque cueste creerlo, estas palabras las pronunció en 2013, refiriéndose a la guerra de Siria, Vladimir Putin…

Evidentemente, la guerra de Ucrania no es solo un asunto entre Ucrania y Rusia. Los intereses de Estados Unidos hace años -ya con Biden, incluso con Obama- venían girando hacia China y el Pacífico y se están alejando de Europa con mucha velocidad, con Trump solo se ha acelerado. Es muy claro que se trata de romper las normas que la llamada sociedad occidental nos habíamos dado después de la segunda guerra mundial, normas que se basaban en el Derecho internacional y en las organizaciones que lo respetaban y lo hacían respetar: ONU, Unión Europea, Corte Internacional de Justicia, Corte Penal Internacional, etc. Ahora, Estados Unidos, Rusia y China están determinados a configurar un nuevo orden mundial fundamentado, no en normas comunes de Derecho y organizaciones internacionales que las hagan cumplir, sino en sus intereses propios apoyándose en la fuerza de las armas. Porque, para quienes tienen el poder, no se trata de principios sino de intereses.

En mi opinión, solo la UE podría hacer algo para revertir la situación a sus orígenes, con la paz y la democracia por banderas. Pero mientras las instituciones europeas estén tomadas por la ultraderecha, que está presente en los gobiernos o en los parlamentos de varios Estados miembros, y que comparte intereses con Trump, con Putin o con los dos, no parece posible.

Nos esperan tiempos muy oscuros.

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