GETAFE/Todas las banderas rotas (14/01/2025) – Supongo que no soy solo yo quien dijo, al finalizar 2023, que el año 2024 no podría ser peor que el que acababa. Me equivoqué, 2024 fue un año bastante peor que el anterior. Así que no haré ahora ningún vaticinio, solo veamos lo que nos espera.
Parece que la situación internacional en 2025 estará cargada de conflictos, tensión e inestabilidad. Esa situación está hoy marcada por la guerra de Ucrania y el genocidio de Gaza habiéndose agravado este último conflicto con las incursiones israelíes hacia Líbano y Siria. Pero lo que determinará el año 2025 y mucho más allá es la llegada de Trump al gobierno de Estados Unidos.
La vuelta de Trump, de acuerdo con sus propias declaraciones, supondrá, entre otras cosas (malas), la instauración de una guerra comercial global al imponer una tasa general a las importaciones de entre el 10 y el 20%, del 25% para Canadá y México y hasta el 60% para China; de llevarse a cabo tales amenazas, sin duda recibirán una respuesta difícil de cuantificar y nadie se atreve a pronosticar el resultado.
Por otra parte, Trump dará a Israel mucha más libertad de acción, tanto para seguir con el genocidio en Gaza como para consolidar su posición como gendarme de todo Oriente Medio.
También ha prometido Trump acabar en seguida con la guerra de Ucrania lo que augura un acercamiento a Rusia y, consecuentemente, dejar de lado a Europa precisamente en un momento en que ésta no pasa por una buena época.
Porque, mientras ocurre todo esto, en Francia acaba de formarse un nuevo gobierno que, como el anterior, no parece que vaya a durar y los franceses están abocados a nuevas elecciones. Además Marine Le Pen, la líder de ultraderecha, sube en las encuestas y el 31 de marzo sabrá si la justicia la inhabilita; habrá que estar a la espera de la reacción de su partido y sus seguidores según sea la sentencia condenatoria o absolutoria.
En Alemania se celebrarán elecciones el 23 de febrero y las encuestas dicen que perderán los socialdemócratas del SPD que ahora gobiernan, ganará el conservador CDU y los ultraderechistas de AfD podrían quedar segundos. ¿Se aliará el CDU con AfD?
Hace unos días, en Austria, dimitió el canciller (del ÖVP, Partido Popular Austriaco) y su sustituto parece que está dispuesto a pactar con la extrema derecha.
En resumen, los partidos de ultraderecha progresan en Europa mientras Trump, desde Estados Unidos, dirige la orquesta amenazando con conquistar, mediante compra o, incluso, recurriendo a las armas, Groenlandia, México, Canadá y el Canal de Panamá.
Hay otra circunstancia que hemos de tener muy presente: nadie, por ingenuo que sea, ignora que el mundo está dirigido, desde siempre, por el dinero, el poder y el dinero siempre han ido juntos; detrás de los reyes en el antiguo régimen había banqueros que financiaban sus campañas bélicas y conquistas; y detrás de los dirigentes políticos actuales, hay personas y grupos que apoyan económicamente a los Estados y, lógicamente, hacen que estos defiendan sus intereses. Pero, en los comienzos de este siglo, esa circunstancia ha cambiado sustancialmente: si hasta ahora esas personas y grupos se mantenían en la sombra, preferían no darse a conocer, ahora han decidido ser ellos, personalmente, quienes dirijan el mundo.
Esta afirmación se comprueba a la vista del próximo gobierno de Estados Unidos que estará formado por personas que poseen las mayores fortunas del país, hasta el punto de que ya hay quien lo llama el “gobierno de los multimillonarios”, es decir, un gobierno de oligarcas. Veamos.
El propio Donald Trump tiene 5.500 millones de dólares como fortuna personal. Elon Musk, que dirigirá el nuevo Departamento de Eficiencia Gubernamental, es, según Forbes, la persona más rica del mundo con unos 300.000 millones de dólares (según otras fuentes podrían ser 400.000 millones); en la gestión de ese nuevo departamento, le acompañará Vivek Ramaswamy, magnate de la industria farmacéutica.
Hay otros nombres milmillonarios en ese futuro gobierno: Linda McMahon, que podría ser secretaria de Educación, pasa de 3.000 millones. Howard Lutnick, que dirigirá la cartera de Comercio, posee unos 2.000 millones. Al Departamento del Tesoro irá Scott Bessent, y para la Seguridad Social, Frank Bisiganano, ambos milmillonarios; Warren Stephens, director de un fondo de inversión, será embajador en Reino Unido, Charles Kushner, consuegro y compañero de negocios de Trump, es el nominado a embajador en Francia y Steve Witkoff, socio del presidente electo en sus inversiones dentro de Nueva York, enviado especial a Oriente Medio.
Hay más, pero con esto basta. Basta para reflexionar sobre lo que significa. En mi opinión, estas personas están convencidas de que el mundo y las naciones han de gestionarse como una empresa, como ellos gestionan sus empresas; ellos, en sus negocios, no tienen como objetivo prioritario –como hipócritamente dicen- servir a la sociedad, crear empleo o hacer que la economía del país prospere, sino obtener beneficios, y eso lo hacen, primordialmente, reduciendo gastos. Eso es lo que harán cuando tengan en sus manos el timón del Estado: recortar todo lo que puedan, eliminar los gastos sociales, reducir el Estado a la mínima expresión, en definitiva, acabar con el estado de bienestar.
Uno de los peligros más evidentes de un gobierno como este es que, con mucha probabilidad, pueda darse un conflicto de intereses entre los respectivos negocios: ¿qué ocurrirá entonces? Cada uno escogerá entre su interés empresarial y su deber ético como responsable político y tengo claro lo que elegirá cualquiera de esos empresarios: no pensará en sus conciudadanos sino en lo que vaya mejor a sus negocios.
En los años 90 ya vimos como esto mismo ocurría en Rusia. Por tanto, es legítimo pensar que Estados Unidos llegará a la misma meta en la que actualmente está la antigua URSS: un gobierno de oligarcas con un dictador al frente. Y Europa y el resto del mundo, serán convidados de piedra, sufrirán las consecuencias.
Seguramente muchos dirán que esta es una visión excesivamente pesimista. Pero piensen que Trump ha ganado las elecciones con el voto de la llamada ‘América profunda’ donde la gente sobrevive a duras penas; que en Italia, Francia, Alemania, Austria, etc., la ultraderecha está donde está mediante elecciones democráticas.
¿Cómo es posible que los votantes estadounidenses pobres hayan identificado a los candidatos demócratas como élites y a los multimillonarios no? ¿Cómo se explica que esos mismos votantes se hayan identificado con el discurso de los más ricos?
¿Cómo se explica que en España el PP gobierne en 13 Comunidades Autónomas y en Madrid reine Isabel Díaz Ayuso? La izquierda debe reflexionar profundamente para imaginar y construir una sociedad orientada a los intereses de las mayorías; y la izquierda de la izquierda mucho más.