GETAFE/Todas las banderas rotas (06/11/2024) – Siempre se ha dicho que en las grandes tragedias o catástrofes surge lo mejor y lo peor del ser humano. En la tragedia que supone la DANA que está sufriendo la Comunidad Valenciana y otros lugares de España, lo mejor es la enorme solidaridad que, como siempre, desarrolla la gente, el pueblo, las personas que, sin tener más vínculo con los que sufren la desgracia que la condición común de seres humanos, se entrega con voluntad y esfuerzo para ayudar en lo que cada cual pueda. Lo peor es el pillaje y los robos que una minoría perpetra en los negocios y en los domicilios de los afectados; o los bulos y mentiras que propagan algunos y que hacen aún más dura la tragedia de los que lo han perdido todo, incluso a seres queridos.
Pero, entre lo peor, hay algo para lo que no encuentro calificativo: la actitud de algunos políticos que, por la posición pública que tienen, por la visibilidad y audiencia que esa posición les da, deberían esforzarse por ser ejemplares y lo son, pero ejemplo de ruindad, de mezquindad, de egoísmo, de bajeza moral. Porque nadie duda de que, en algún momento, habrá que pedir responsabilidades políticas, administrativas e, incluso, penales si llega el caso por la forma en que las administraciones (de todos los ámbitos) hayan gestionado las consecuencias de la DANA. Pero la tragedia está aún en activo, sin que nadie sepa cuándo va a acabar y, sobre todo, cuando todavía hay personas que no pueden salir de sus casas, otras a las que no les ha llegado hasta ahora ayuda de ningún tipo y los pueblos afectados parecen campos de batalla, cuando quedan cadáveres por encontrar y se desconoce cuántos habrá en los vehículos, sótanos y garajes a los que aún no se ha podido llegar… Nadie debería dudar de que ese momento –el de exigir responsabilidades- todavía no ha llegado.
Pero don Alberto Núñez Feijóo, presidente del PP, piensa que es el mejor momento para adelantarse a Vox y arañar algún voto que socave al Gobierno. Se ha plantado en Valencia, no para ver si puede ayudar en algo, sino que, quizá consciente de que no puede hacer nada porque no ha querido ser presidente del Gobierno, lo que hace es culpar a este de que la Agencia Española de Meteorología (AEMET) y la Confederación Hidrográfica del Júcar (CHJ) -que, nos recuerda, dependen del Gobierno central-, no avisaron a tiempo, pretendiendo que olvidemos lo que él no puede ignorar debido al cargo que ocupa: que la AEMET llevaba días advirtiendo de lo que se avecinaba y que el mismo día de la tragedia, a las 7:06 de la mañana, lanzó la primera alerta de nivel rojo y la CHT publicó a las doce y veinte un aviso sobre el aumento extraordinario del caudal en la Rambla del Pollo. El señor Feijóo tampoco puede no saber cuáles son las competencias de cada institución en el Estado en que él es presidente del mayor partido de la oposición, esto es, si bien es cierto que la AEMET y la CHJ dependen del Gobierno central, son las CCAA (en este caso la Valenciana dirigida por un miembro de su partido) las competentes para trasladar a la población esos avisos de alerta según y cuando lo consideren oportuno. Y no puede ignorar el señor Feijóo que don Carlos Mazón, como presidente que es de la Comunidad Valenciana, es el responsable exclusivo de tomar esa decisión y lo hizo a las 20:12, más de doce horas después de que lo hiciera la AEMET, cuando ya el desastre hacía horas que estaba en su apogeo.
No sé si los asesores del señor Feijóo están en su contra, o no tiene asesores, o él no les escucha… En cualquier caso es el único responsable de las decisiones que toma y de las cosas que dice. Hubiera sido muy de agradecer que, aunque solo fuera por una vez, y dada la gravedad de la cuestión de que se trata, el PP y su presidente se hubieran puesto, no en contra del presidente del Gobierno, sino a favor de los ciudadanos que están sufriendo una de las mayores tragedias que le ha tocado vivir a nuestro país en los últimos tiempos.
Pero comprendo que eso es mucho pedir, teniendo en cuenta los antecedentes: el Prestige que se reducía a unos hilillos de plastilina; el accidente del Yak 42 en el que el gobierno del PP primero intentó tapar las deficiencias del avión y, posteriormente, engañó a las familias de forma que estas terminaron por no saber a quien habían enterrado; los atentados del 11-M sobre los que aun hoy personalidades relevantes del PP siguen manteniendo que fue ETA y no Al-Quaeda; la Covid y los 7.291 muertos en las residencias de ancianos en el Madrid gobernado por Isabel Díaz Ayuso… En todos esos casos, no solo la gestión fue nefasta, sino que se dirigió a beneficiar al partido, no a los afectados. No quiero pensar lo que hubiera ocurrido si un gobierno del PP hubiera tenido que gestionar la pandemia de Covid, la erupción del volcán de La Palma o la tragedia que nos ocupa ahora.
Y, como ocurre siempre después de las grandes catástrofes, hemos de preguntarnos si aprenderemos algo de esta. Los optimistas decían que, después de la Covid, saldríamos mejores; pero lo que hoy vemos es que crecen los antivacunas; los negacionistas de casi todo, particularmente del cambio climático, también aumentan; y, allí donde gobierna la derecha, se reducen los presupuestos para la sanidad pública y se suprimen las instituciones que podrían ayudar a superar crisis como la presente.
Si viviéramos en una sociedad sana, gobierno y oposición estarían colaborando lealmente para superar lo antes posible las consecuencias de esta tragedia; igualmente el gobierno central y el autonómico se hubieran coordinado desde el primer momento con la vista puesta en los ciudadanos que sufren. Pero lo que vemos es que el señor Feijóo culpó inmediatamente al gobierno central de no hacer lo que era competencia del gobierno autonómico; y vemos como ahora entran en competencia el presidente del PP con su compañero de partido, presidente de la Comunidad Valenciana, que ha girado su estrategia para criticar al gobierno central al que el día anterior alababa y agradecía, es decir, en lugar de cooperar todos para solucionar los problemas, pelean por el poder interno del partido.
La localidad de Lorca sufrió el 11 de mayo de 2011 un terremoto que afectó prácticamente a todo el municipio: hoy, 13 años después, 156 familias siguen esperando las indemnizaciones prometidas… ¿Es eso lo que espera a los damnificados de la Dana?
Para que no vuelva a ocurrir algo similar hace falta dinero, mucho trabajo coordinado y colaboración de todas las instituciones estén dirigidas por quien sea, sin consideración de colores partidistas. Dudo que mis ojos lleguen a verlo.
Me interesa terminar con un asunto que considero muy importante. Se ha hecho correr la idea en determinados medios –sobre todo de la derecha- de que el Estado ha desaparecido, que no ha estado presente en esta tragedia. También, en este caso más bien desde la izquierda, se ha difundido otra idea con un eslogan muy potente: “Solo el pueblo salva al pueblo”. Yo no comparto ninguna de las dos porque el pueblo es Estado primigenio, es donde está la soberanía que delegamos; y en cada uno de los pueblos afectados, además de sus habitantes, había alcaldes, concejales, funcionarios de los ayuntamientos, policías locales, etc. que han estado desde el primer momento, codo a codo con el pueblo, pisando el barro, haciendo lo mismo que sus vecinos, eso sí, con muy pocos medios, pero representando al Estado en primera línea. Luego hay instituciones a otro nivel: diputaciones, consejerías, presidencia de la Comunidad, delegación del Gobierno, etc. que han respondido mejor o peor: de eso, como decía al principio, habrá que hablar cuando toque. Ahora no hay que echar más barro encima de nadie, ya basta con el que cubre los pueblos anegados.