Este mundo es así, a veces ganan unos y a veces otros, pero siempre pierden los mismos.
Benjamín Prado
GETAFE/Todas las banderas rotas (09/10/2024) – Escribo el día en que se cumple un año del brutal atentado de Hamás contra Israel que costó al menos 1.200 vidas de israelíes y 253 rehenes. Desde entonces, la represalia de Israel sobre la franja de Gaza ha supuesto unos 42.000 muertos –más de 11.000 de ellos niños y, entre estos, unos 800 bebés-, aproximadamente 96.000 heridos, más de 10.000 desaparecidos y casi 2.000.000 de desplazados.
Lo que podría haber sido una respuesta proporcionada ante un ataque, un ejercicio del derecho de defensa perfectamente justificado, Israel ha querido convertirlo en un genocidio contra el pueblo palestino como primer paso para, una vez arrasado el territorio llamado Palestina desde tiempo inmemorial, y expulsados los pocos palestinos que queden, establecer un “nuevo orden”, una “reordenación” de toda la zona -lo que llamamos oriente medio-, tal como pregona últimamente Netanyahu que ya se ha quitado la careta: porque ya no se trata, como nos decía hasta hace bien poco, de defenderse contra una amenaza más o menos plausible, sino que, aprovechando las circunstancias del panorama geopolítico mundial, hacer que Israel sea el estado hegemónico de la zona, además de convertirse él en el emperador a quien le rindan pleitesía todos los países de su alrededor y, de paso, librarse de la amenaza judicial que pesa sobre él en su país, amenaza que podría llevarle a la cárcel.
¿Cuáles son esas circunstancias? Primero, la situación actual de Estados Unidos, inmerso en una campaña electoral que no permite que ninguno de los candidatos haga nada que pudiera molestar lo más mínimo al poderosísimo lobby judío estadounidense que financia tanto al partido republicano como al demócrata. De no estar en campaña es posible que el presidente Joe Biden hubiera podido controlar en alguna medida a Netanyahu, pero poco más se podría esperar; lo peor que puede pasar (y es posible) es que muchos demócratas indecisos, vista la debilidad de su partido, se abstengan de votar facilitando la victoria de Trump.
Luego, tenemos a la Unión Europea, paladín de la democracia, que pronuncia discursos con llamamientos a la paz pero que en este caso ha perdido la palabra “Unión” de su nombre. Hay posturas muy dispares entre sus miembros, empezando por Alemania que arrastra aún el sentimiento de culpa por el genocidio nazi sobre los judíos; parece considerar que, para compensar lo que sufrieron entonces, se les debe permitir que ahora hagan ellos lo mismo; o, quizá, que, para hacérselo perdonar, no debe poner ninguna traba.
Y, claro, finalmente está la ONU llamada, en función de su Carta de creación, a “Mantener la paz y la seguridad internacionales […], prevenir y eliminar amenazas a la paz, y para suprimir actos de agresión […] y lograr por medios pacíficos […] el ajuste o arreglo de controversias o situaciones internacionales susceptibles de conducir a quebrantamientos de la paz”… Ahora que Israel ha ampliado la guerra en la zona a Líbano, los cascos azules de la misión de paz de la ONU se refugian en los búnkeres sin poder hacer nada, lo que es suficientemente expresivo de la inutilidad de esta Organización. Y, por si no fuera suficiente, hace unos días Netanyahu, en la asamblea general se jactó de que la guerra continuará hasta que Israel consiga todos sus objetivos; queda claro que no es una guerra defensiva, sino que va más allá de lo que solo debería haber sido una respuesta proporcionada al ataque recibido.
Es muy preocupante no solo lo que está ocurriendo, que un país imponga a todos los demás su concepto de lo que han de ser las relaciones internacionales que entiende que se basan en la fuerza de las armas, sino lo que esto significa para el futuro de la humanidad. Si se impone la impunidad de los fuertes, si es la ley de la violencia la que prima sobre cualquier otra, el Derecho como instrumento para resolver los conflictos entre los humanos desaparecerá; con mucha más razón el Derecho Internacional y lo que hemos dado en llamar Derecho Internacional Humanitario. Josep Borrell ya lo da por muerto cuando dice: “Bajo las ruinas de Gaza están enterrados no solo decenas de miles de muertos, sino también el Derecho Internacional Humanitario, porque ha sido el vivo ejemplo de la falta de cumplimiento de unas obligaciones que proclamamos, pero que no se cumplen y tampoco tenemos la fuerza de hacerlas cumplir».
Cuando se conoció el holocausto judío en Alemania fueron muchos los que dijeron que no sabían que eso estaba ocurriendo, que no conocían el alcance de la tragedia, por eso, aún actualmente, hay quien lo niega. El genocidio que el estado judío está perpetrando hoy lo vemos diariamente en la televisión desde el salón de nuestra propia casa, en el futuro nadie podrá negar lo que está pasando ante nuestros propios ojos.
Por eso todos somos, en alguna medida, responsables.