GETAFE/Cultura (25/06/2024) – La prevención ha sido siempre el caballo de batalla en el CTA (Centro de Tratamiento de Adicciones, antes CAID) de Getafe. Y allá por 2010 y con el programa Objetivo 0,0 en funcionamiento, decidieron ampliar los programas que ya se hacían en centros escolares e incluir también a las familias, buscando ese trabajo integral. Ahí nace este curso para familias, con el objetivo de “formarse sobre el tema de adicciones y trabajar habilidades educativas que influyen en la prevención”, explica Sonia Vela, psicóloga del CTA, que sigue al frente de estos cursos junto a Cristina Alonso, educadora social.
Trabajan el papel de la familia, las normas y límites en la adolescencia, la comunicación o la asertividad, de una forma práctica y didáctica, dando claves y ejemplos que utilizar en el día a día. De esta forma, en esta edición han participado 100 familias en las sesiones presenciales y online. Son 8 horas de formación en cuatro sesiones que “siempre se quedan cortas”. Desde hace ya unos años se decidió incluir “el tema de tecnologías”, una de las grandes fuentes de conflicto en las familias.
Las familias que participan en este curso gratuito “vienen ya predispuestas, el ambiente es favorable”, explica Cristina, que es la encargada de asustar con los datos en esa primera sesión, pero que “son la realidad”. Datos como que el 75% de los jóvenes entre 14 y 18 años ha consumido alcohol; tabaco un 30%; y cannabis cerca de un 25%. Y la edad de inicio cada día es más baja: 13,9 años para el alcohol y tabaco; alrededor de los 15 para cocaína o éxtasis. Y con un consumo al alza también de hipnosedantes, con o sin receta. Entre los 14 y los 15 años el punto es crítico. “Con las familias trabajamos los factores de riesgo y de protección e introducimos temas como comunicación, asertividad, o normas y límites”. Al final el objetivo es “tomar un poco conciencia de cuál es la realidad del tema de las adicciones” y cómo se influye en los jóvenes desde diferentes ámbitos, como la autonomía: “Qué es lo que pueden hacer solos y lo que le seguimos haciendo. Es una toma de conciencia de muchos puntos de nuestra labor como familia que influyen también en la posibilidad de tener una adicción”, cuenta Sonia. “No solamente es con quién va, el horario, si sale de noche o no, sino que hay muchas más cosas. Aunque aparentemente un adolescente pone su foco de referencia en los iguales, no en la familia, hay realmente una capacidad de influencia muy grande”.
Aunque no lo parezca. El cómo les hablamos, cómo nos acercamos a ellos, las responsabilidades que les exigimos y las que no… todo tiene importancia. Y el uso de las tecnologías es una de las grandes preocupaciones. “Muchísimos de sus hijos no están en consumo activo de sustancias, pero para casi todos es un problema el tema de la tecnología”. Y añade: “También es muy importante que se conozcan ellos como padres, que entiendan que nuestros límites son los que son, hasta dónde podemos llegar cada uno: huir del ‘esto tiene que ser de esta manera’, aterrizarlo cada uno a nuestra realidad. Son pequeños objetivos”.
Ese realismo es fundamental y junto a él relajar “esa exigencia, ese machaque, esa culpa con la que a veces acompañamos la maternidad”. Sonia habla en femenino porque la gran mayoría de las que participan en el curso son mujeres. “Vamos a trabajar herramientas, pero también vamos a aceptar cada uno cómo somos”. El CTA es un espacio que quieren visibilizar, no solo como último recurso cuando el problema es muy grave. “¿Cuándo tendríamos que pedir ayuda? Yo digo: cuando se os haga bola, cuando siento que no puedo manejar la situación, que me estoy desbordando”.
Esos momentos de estar perdidos, que sientes que se escapa de las manos y “que nos pasa a todos los padres”. Ahí también pueden ayudar sea con una sesión o con claves como este curso de apoyo. De las familias que participan en él, siempre algunas acaban acudiendo al CTA para buscar ayuda y se les busca el mejor recurso para ellas, ya sea en el propio centro o en otras delegaciones municipales.
El uso de las tecnologías “es el elefante en la cocina”, y la pandemia fue un punto de inflexión en el que “muchos chicos y chicas estaban empezando a hacer esa socialización, esa salida al mundo y ahí les tocó hacerlo a través de Internet. A algunos les ha costado salir de ahí. Y también se ha notado en la situación mental de los pacientes. En el CAI, de tener unos 100 pacientes al año, estamos en 300. Es verdad que estamos en un nivel de desborde que influye también en cómo podemos atender”.
No quieren asustar. “No todo es adicción, no todo es dependencia, pero es que no hace falta tener adicción para que sea un problema”. E inciden por ejemplo en los desajustes del sueño que provocan. “Nuestra intervención en el curso va dirigida a promover cómo sería un uso saludable de tecnologías. Entendemos que a veces asustamos, que les ponemos unos límites que están muy lejos de lo que ellos pueden. Y también intentamos acompañar esa dificultad: todo lo que se consiga merece la pena al final. Desde la pandemia nos cuesta mucho más poner normas, y las reacciones de los hijos muchas veces son distintas y más intensas que con otros temas”.
El mundo ha cambiado muy rápido y Cristina hace una reflexión personal. “¿Qué hubiera sido de mí con una adolescencia en el que se manejan tanto los likes en una foto?”. Y Sonia la ratifica: “La tecnología cambia absolutamente el mundo de un adolescente”. Exigencia, comparación… “Nosotros nos comparábamos con nuestras amigas, con nuestros vecinos, con el entorno de nuestro instituto… ellos se comparan con el mundo”. Y además el contexto actual no ayuda.
“Nuestra generación ha vivido un oasis a nivel de bienestar y ellos ahora viven un momento distinto, con una impresionante competitividad entre ellos. Sienten que tienen que brillar muchísimo, que tienen una gran exigencia que afecta a su salud mental, a la ansiedad que ellos sienten por cómo conquistar su lugar en el mundo”. En un momento además en que las redes de la sociedad están en un momento crítico. “Nuestro cerebro está configurado para la relación social, cuando lo sustituimos por el mundo virtual, es que no funciona”.
Y Sonia va más allá. “Ya no solamente es la competencia entre ellos, es que van a tener que competir contra la inteligencia artificial. A veces toda esa presión puede favorecer que busquen, de alguna manera, aliviarla, diluirla”. Y ahí entran las adicciones. Las familias salen con herramientas, con ideas clave. “Y nos demandan más tiempo”. E incluso sesiones con los chavales. “A lo mejor en septiembre hacemos como una sesión de seguimiento, de afianzamiento”. La próxima edición volverá a ser en primavera e invitan a todas las familias a participar ya que se habilitan también sesiones online.