Cada 10 minutos muere un niño en Gaza.
Save the Children
GETAFE/Todas las banderas rotas (08/11/2023) – Cuando se cumple un mes del criminal ataque de Hamás sobre población civil israelí indefensa, vuelvo a escribir sobrecogido, apenado e indignado por las imágenes de muerte y destrucción que vemos en la televisión. Un mes después del ataque de Hamás sobre Israel, la respuesta de este último bombardeando Gaza diariamente como respuesta a aquel ataque, ha provocado más de 10.000 muertos –mayoritariamente niños, mujeres y ancianos-, los heridos llegan a unos 24.000 y han sido desplazadas de sus hogares aproximadamente un millón y medio de personas que sufrieron bombardeos cuando estaban en sus casas y también cuando salieron de ellas creyendo, como les dijo el ejército israelí, que desplazándose al sur estarían seguras.
Según el Diccionario de Acción Humanitaria y Cooperación al Desarrollo, genocidio es: “Determinado tipo de actos criminales perpetrados con intención de destruir, total o parcialmente, a un grupo nacional, étnico, racial o religioso como tal”. De acuerdo con esta definición, ¿podemos decir que lo que está haciendo Israel en la franja de Gaza es un genocidio? Que cada cual medite su respuesta. Si hacemos esta pregunta al gobierno de Israel responderá que no, que lo único que pretenden es acabar con los terroristas de Hamás en ejercicio de la legítima defensa; pero uno de sus ministros ha defendido que la solución es tirar una bomba atómica sobre Palestina y otro que el problema acabará cuando hayan arrojado a todos los palestinos al mar. Y el presidente de ese gobierno ha calificado a los civiles muertos y heridos como “daños colaterales” que ocurren en todas las guerras.
Para un Estado democrático la defensa es legítima siempre, la venganza nunca; por lo tanto, la comunidad internacional debería tener claro si es lo uno o lo otro: si Israel se está defendiendo, la comunidad internacional debe ayudarle tal como está haciendo con Ucrania; si Israel se está vengando debe hacerle parar. De inmediato.
Pero una batalla muy importante de cualquier guerra es la del relato; dice Israel que Hamás utiliza a los civiles como escudos humanos. Puede que sea cierto, pero lo que vemos con nuestros propios ojos es que quien los mata es el ejército de Israel en Gaza y los colonos judíos en Cisjordania. Y lo que dicen los tratados internacionales es que no está permitido bombardear hospitales ni ambulancias, ni siquiera con la excusa de que en los hospitales o en las ambulancias se esconden miembros de Hamás.
Los que defienden la posición del Estado de Israel y los propios judíos como pueblo, deberían escuchar a Enzo Traverso, historiador italiano, especialista en totalitarismos y política de la memoria, cuando dice que la actual guerra de Gaza “empaña la memoria del Holocausto”. A raíz de entonces, del Holocausto, Israel siempre ha estado seguro de tener toda la razón: Dios (y EEUU) le asiste; por eso está convencido de que no tiene que cumplir ninguna norma o negociar para buscar otra solución que no sea la suya. He ahí la enorme responsabilidad de los que, en la comunidad internacional, le compran esa tesis.
Cuando veo lo que la televisión nos muestra día tras día, pienso que los dirigentes del mundo, los que tienen la posibilidad de parar la masacre, no ven esas imágenes; porque no puede haber un solo ser humano –digo HUMANO- que al ver tanta muerte, tanto sufrimiento y tanta injusticia no se conmueva y, teniendo la posibilidad de hacer algo por evitar esa barbarie, no lo haga. Hemos de exigirles que pasen de las palabras a los hechos, de las declaraciones grandilocuentes a los acuerdos concretos, en fin, de los intereses a los principios que todos dicen defender.
Hablando de principios me parece oportuno transcribir unas frases del preámbulo de la Carta de las Naciones Unidas:
Nosotros los pueblos de las Naciones Unidas resueltos a preservar a las generaciones venideras del flagelo de la guerra (…)
a reafirmar la fe en los derechos fundamentales del hombre, en la dignidad y el valor de la persona humana, en la igualdad de derechos de hombres y mujeres (…)
a crear condiciones bajo las cuales puedan mantenerse la justicia y el respeto a las obligaciones emanadas de los tratados y de otras fuentes del derecho internacional, (…)
¿Verdad que son ideas magníficas muy bien expresadas? Detengámonos en la última que no pasa de ser una frase muy bonita pero absolutamente mentirosa; porque no habrá condiciones para mantener la paz, la justicia, el respeto a los tratados y el derecho internacional mientras la ONU siga con la estructura y el modo de funcionamiento que, a lo largo de muchos años, se ha demostrado totalmente ineficaz por estar al servicio de los intereses de sus miembros más poderosos: la Asamblea General, que reúne a todos los países miembros de la ONU, solo tiene la posibilidad de hacer recomendaciones, mientras que el Consejo de Seguridad, que es el único órgano que puede tomar decisiones con poder de obligar al resto de las naciones, tiene como miembros permanentes con derecho de veto a los cinco países más poderosos del mundo: Estados Unidos, Rusia, China, Reino Unido y Francia.
Es por esto por lo que se toman represalias o se imponen sanciones a países sobre los que ninguno de los cinco miembros permanentes tienen intereses o son negociables entre ellos; por el contrario, no se toman contra Israel porque Estados Unidos tiene intereses cruciales, no ya solo en el Estado de Israel, sino en el mantenimiento de la influencia judía en la economía mundial y, finalmente, en la posición política del lobby judío en el interior del propio Estados Unidos.
¿Hay alguna esperanza de revertir esta situación? Poca, muy poca. Es cierto que la gente está saliendo a la calle prácticamente en todo el mundo porque a los ojos de cualquier persona decente lo que Israel está haciendo con el pueblo palestino resulta insoportable; es cierto que los gobiernos habrán de tenerlo en cuenta de cara a sus políticas internas; puede que si esa presión aumenta y se mantiene se consigan “corredores humanitarios”, “pausas humanitarias”… Poco más; pero hay que seguir exigiendo a nuestros gobiernos –y en nuestro caso, también a la Unión Europea- que hagan todo lo que esté en su mano por salvar a la mayor cantidad posible de personas. Sobre todo a los niños.
Este inmenso horror debe parar ya.