GETAFE/Reportaje (30/10/2023) – «Tenemos toda la legislatura». No les van a parar. Están cansados de la situación, de un parque que cada día es más deficiente y de poner incluso en riesgo su integridad con equipos que no cumplen las mínimas condiciones. Los bomberos de Getafe están al límite y han optado por mostrar su descontento: primero con pancartas con las que planean forrar toda la valla que rodea la instalación. Si no les escuchan, planearán más movilizaciones.
En 2001 abría sus puertas el parque 36 de bomberos de la Comunidad de Madrid. Ubicado en la calle La Cieguecita de Getafe, respondía a las demandas de una ciudad que entonces ya superaba los 150.000 habitantes. Desde entonces han pasado 22 años y la adecuación a las nuevas dimensiones de la población no se ha producido. Cada vez el parque acoge a más bomberos y el edificio no ha crecido. Hacinados, sin espacio para desenvolverse, la paciencia de los bomberos ha llegado a su límite y planean movilizaciones. De momento, su primera actuación es ir forrando la valla que rodea el parque de bomberos de pancartas reivindicativas. Luego ya se verá.
El enfado es patente entre los bomberos de Getafe. Israel Naveso, responsable del Sindicato de Bomberos, federado en CSIT, narra que en 2021 la situación del parque podía haber dado un giro con unas obras de ampliación. “El parque ya no daba para más y necesitaba una obra estructural, integral, rehacerlo de nuevo”. No era la obra que pedían pero aliviaría las deficiencias. “En octubre de 2021 cuando ya estaba aprobado el presupuesto, se habían publicado los pliegos y se había adjudicado a la empresa, nos informa la administración que había aceptado la renuncia de la empresa que había ganado”. Unos 700.000 euros de inversión que se quedaban paralizados. “Lo normal es que hubiera pasado a la segunda empresa que licitó, que solo había 5,95 euros de diferencia, que ya es extraño, pero directamente decidieron anular la obra”. La justificación que adujeron son problemas en la cimentación que no se habían contemplado en el proyecto. “Y se perdió esa partida presupuestaria”.
En ese proyecto se había previsto unos vestuarios nuevos, ampliar espacios como el de la cocina, o algunas habitaciones, además de crear una zona de sucio-limpio “para cuando venimos de las intervenciones contaminados”. No se tocaban aspectos que también son críticos como la calefacción, el aire acondicionado, la fontanería, la electricidad, la nave de vehículos… pero hubiera sido un avance.
Con Víctor Tornero, jefe de equipo, damos una vuelta por las instalaciones. Junto a la sala donde dan la formación, se acumulan lejía y amoniaco, materiales de limpieza que no tienen espacio para guardar en otro sitio; en la oficina del jefe de servicio se ha trasladado también el botiquín, que antes tenía un cuarto, con una camilla para poder realizar curas. Pero es que ese espacio ha tenido que acoger una cama para los servicios de refuerzo que hay en verano y que además ahora es cuarto para cambiarse el personal de limpieza. En la antesala de la cocina, una bici estática. “Antes la teníamos en el vestíbulo”, y han optado por retirarla un poco, porque en la parte de aeróbicos del gimnasio no cabe. Apenas tiene 25 metros cuadrados: sacan y guardan máquinas según las van necesitando.
Igual que los vestuarios, donde han tenido que ir instalando taquillas por las esquinas… literalmente. “Hemos tenido que cortar nosotros mismos los bancos o las perchas para que tuviéramos un sitio donde sentarnos en los vestuarios”, confiesa Tornero. Han pasado de ser 52 efectivos a 71, y eso sin contar con los refuerzos de verano, del programa de prevención de incendios. “Las pancartas es lo último que nos queda… lo penúltimo como trabajadores para denunciar lo que está pasando. Pero hay un largo recorrido de años y de que el bombero acepte que no se cumplen las condiciones mínimas para cualquier trabajador”.
Esperan la visita de la Inspección de Trabajo, ante la que han presentado una denuncia por la situación. “Al final esto es un cubo con cuatro paredes que se hizo en el 2001. Hemos ido evolucionando, pero claro, el cubo le puedes poner todas las paredes de pladur que tú quieras, le puedes poner las combinaciones que tú quieras, pero el cubo es el cubo. No es lo mismo estar 8 que 14”.
“Tenemos la suerte en bomberos, que lo decimos mucho, de que nunca nos pasa nada, tenemos un ángel. Al final nuestro objetivo es una vez suene la chicharra, montarnos al camión y estar en las mejores condiciones posibles para poder hacer lo que hacemos: pero es que eso no se da, ya sea por condiciones de calor, ya sea por condiciones de frío, ya sea porque hay una densidad de trabajadores en un espacio tan pequeño que es que lo veis, o sea, que se ve cuando algo está saturado y que no es cómodo ni cumple las condiciones mínimas”.
Porque si el problema de las instalaciones es grave, por la falta de espacios donde convivir y trabajar en los turnos de 24 horas que hacen, más lo son las carencias en material de protección. “Los EPI, los equipos de protección que llevamos, están si no caducados, a punto de caducar o en muy mal estado. No tenemos un equipo de reserva, tenemos que andar cogiendo de compañeros. Es caótico. Eso es un peligro, y una responsabilidad que asume el trabajador incluso”. Porque cuando se sale a una intervención, el equipo que hay es el que es.
Las lluvias y riadas del mes de septiembre en la zona sur de la Comunidad fueron un caso paradigmático. “Salimos con trajes de vadeo de pesca”, que sirven para pequeñas inundaciones, pero que si el agua sube por encima de la cintura pueden convertirse en una trampa mortal. “Se te mete el agua y vas para adelante y te lleva a la riada. Pues la gente asumió meterse con eso. La gente asumió salir a lluvia con esto”. Un chubasquero amarillo con unos pantalones casi de disfraz era la alternativa. “Son trajes de agua del capitán Pescanova. Íbamos empapados, encharcados”. Dos días después de la riada, aparecieron trajes de rescate de agua. “¡Debían llevar comprados dos años, pero no nos los habían dado!”. No hay trajes para todos, pero ha supuesto un avance.
“Es evidente la falta de inversión económica que hay por parte de la Comunidad de Madrid en el cuerpo de Bomberos”, lamentan. “Y además, aquellos que ya llevamos aquí unos años, hemos visto el deterioro acumulado y que va a más, va a más, va a más…”. Señalan a la presidenta de la Comunidad, Isabel Díaz Ayuso, y también a la Consejería que lidera Carlos Novillo.
El día a día lo van solventando, pero es en situaciones límite donde puede colapsar. “Nuestros equipos de protección son de 2005. Estamos hablando de 18 años de una prenda que en teoría es la que te protege. Y mandas a reparar tu chaquetón y te lo devuelven con remiendos, con parches”. Pero es que no hay más. No hay equipos de reposición y se enfrentan a temperaturas, por ejemplo “de más de 200 grados. Si no llevas un equipo de protección en condiciones, pones en riesgo tu vida”.
Si en los EPI no hay recambio con los vehículos de intervención también se van poniendo parches. “Tuvimos un percance, un accidente, con un camión nuestro, y nos mandaron el camión de segunda salida de Villaviciosa; esa es nuestra primera salida. Para la segunda, que está en el taller arreglandose, tenemos ahora uno de Leganés”. Como diría el dicho, desvestir un santo para vestir a otro. Son vehículos que sirven, pero “ha habido una falta de inversión total y absoluta en la flota de vehículos. ¿En qué ha repercutido? En el último año hay parques que se han tenido que quedar sin algún camión”. No hay vehículos de reserva en el taller.
De hecho, uno de los camiones que ahora está en reparación “cuando lo cogíamos, a partir de 90 kilómetros por hora, se iba de la parte de atrás. Como un flan. Le dábamos de baja. Te llamaban de la Comunidad de Madrid: Pues no está tan mal. Y lo daban de alta. Al final asumimos nosotros los riesgos”.
Ellos lo viven por dentro. “El cuerpo de bomberos es una caja muy bonita, genial, de oro, todo, la leche, pero por dentro hay una gestión de la miseria en cuanto a personal, en cuanto a materiales, en cuanto a vehículos, el estado de los parques”. Que se anuncien nuevos parques a bombo y platillo “escuece mucho, porque el día a día nuestro es muy duro, las condiciones que se están dando con unos vehículos súper viejos que no tenemos reposición, que ni siquiera tenemos un EPI de reserva cuando se nos contamina”, lamentan ambos.
A pesar de todo, el de Getafe es un parque demandado, “por el tipo de servicio que se hace”. Muy urbano, con trayectos muy cortos. Cubren Getafe y parte de Leganés. “La media de tiempo en los desplazamientos es de 4 minutos”. Aunque también asisten solidariamente a cualquier evento que se les requiera desde Emergencias. Los colegios visitan las instalaciones y participan en campañas de Cruz Roja o en carreras solidarias. Una labor vocacional que quieren poder realizar sin poner en juego “nuestra propia seguridad”.
UNESPA es la Unión Española de Entidades Aseguradoras, que aporta anualmente un 5% de la recaudación de las primas contra incendios como un fondo finalista que tiene que revertir necesariamente en los bomberos. ¿Dónde han ido a parar esos fondos si los parques año tras año presentan deficiencias que no se resuelven? Esa es la pregunta que se han hecho desde el Sindicato de Bomberos, federado en CSIT Unión Profesional. “Hemos podido comprobar que, por parte de la administración de la Comunidad, se viene incumpliendo en los últimos ejercicios presupuestarios, y de forma sistemática, su obligación de invertir, (ni tan siquiera presupuestar correctamente) los recursos obtenidos a través de las contribuciones especiales, en la mejora y la ampliación de los servicios de prevención y extinción de incendios”, han denunciado.
La “situación lamentable (nunca vista) que está viviendo nuestro servicio en cuanto a EPI, herramientas y a lo que hay que sumarle la catastrófica situación de algunos Parques de Bomberos nos ha obligado como sindicato a interponer en Inspección de Trabajo las denuncias sobre Villalba, Pozuelo, Torrejón, Navacerrada, Tres Cantos y en último lugar, la de Getafe”. Estiman que la cantidad estimada perdida en 2022 es “como mínimo de 6,9 millones de euros. A eso se añaden otras circunstancias agravantes como son presupuestos no ejecutados, reconocido públicamente en la Asamblea de Madrid, en años anteriores de otros más de 14 millones de euros entre los ejercicios 2016 y 2017, y cantidades récord de convalidaciones de gasto y fondos europeos COVID destinados a gastos habitualmente cubiertos con los presupuestos ordinarios. La reclamación presentada oficialmente pretende arrojar luz sobre estos fondos.