Espero que el PSOE haga ahora con Felipe González lo mismo que él hizo con Rodolfo Llopis.
Luis García Montero
GETAFE/Todas las banderas rotas (25/09/2023) – A unos 10 kilómetros de París, en una localidad llamada Suresnes, entre el 11 y el 13 de octubre de 1974, se celebró, bajo el lema ‘Conquistar las libertades’, el XXVI Congreso del PSOE, el último de los que se hicieron en el exilio y que reunió a 247 delegados que representaban a 3.597 afiliados.
Se ha escrito mucho sobre aquel acontecimiento, se han contado más leyendas que historias auténticas sobre lo que pasó en esos días; uno de los que allí estuvo, Ignacio Varela, dejó dicho que solo hay dos cosas indiscutibles por objetivas: que allí nació un liderazgo político que marcó la historia de España durante varias décadas y que aquello sucedió, como tantas otras veces, sin que la sociedad española se enterara.
Veamos cómo, desde entonces, han ocurrido en el PSOE ciertos episodios que han supuesto cambios importantes en su línea ideológica o programática promovidos por (o bajo la influencia de) Felipe González.
El liderazgo político que nació en Suresnes es el que encarnaron los jóvenes socialistas de Sevilla y del País Vasco que consiguieron defenestrar a Rodolfo Llopis y a la dirección que este encabezaba por otra formada por cuatro vascos (Nicolás Redondo, Enrique Múgica, Eduardo López Albizu y Txiki Benegas), tres andaluces (Felipe González, Alfonso Guerra y Guillermo Galeote), dos madrileños (Pablo Castellano y Francisco Bustelo), un asturiano (Agustín González) y uno del exterior (Juan Iglesias).
Como ha escrito Luis García Montero, Felipe González supo ver la situación y no mostrar respeto ninguno por la vieja dirección de su partido, logró que la militancia comprendiese que debía prepararse para los nuevos tiempos de la democracia y consiguió quitarse de en medio a la vieja guardia del exilio encabezada por Rodolfo Llopis. Pablo Castellano y Francisco Bustelo, pocos meses después, dejaron la ejecutiva porque nunca aceptaron el resultado surgido de Suresnes; esta fue la semilla, según muchos, de lo que más tarde se llamó Izquierda Socialista.
En mayo de 1979 se celebró el XXVIII congreso del PSOE. La importancia de este congreso reside en que el secretario general, Felipe González, propuso que el partido renunciara al marxismo como ideología del partido, propuesta que fue rechazada, lo que provocó que Felipe González renunciara a su cargo de secretario general y que fuera nombrada una gestora que convocó un congreso extraordinario en septiembre de ese mismo año. En este congreso extraordinario Felipe González consigue que el partido renuncie al marxismo como ideología oficial del partido, aunque la mantiene como instrumento crítico y teórico y vuelve a ocupar la secretaría general.
El 30 de mayo de 1982, todavía bajo la influencia del tejerazo de febrero de 1981, durante el breve gobierno de Calvo Sotelo, España ingresa en la OTAN. Toda la izquierda, incluido el PSOE, está en contra del ingreso por lo que, cuando los socialistas llegan al poder en octubre de 1982 con mayoría absoluta, se da por hecho que cumplirán su promesa de salir del Tratado Atlántico mediante un referéndum. El 12 de marzo de 1986 se celebró dicho referéndum pero la posición del PSOE al respecto había cambiado: si desde la oposición siempre se había mostrado partidario del no, desde el gobierno dirigido por Felipe González defendió el sí, posición que resultó vencedora con un 56,85% de los votos; muchos sostienen que el factor que más influyó en este resultado fue el anuncio que hizo Felipe González de que dimitiría si ganaba el no.
Así como del resultado de Suresnes se derivó lo que más tarde fue Izquierda Socialista, de este episodio nació Izquierda Unida.
¿A qué viene este repaso histórico? ¿Por qué recordar ahora episodios de la historia del PSOE que supusieron un giro radical a lo que, hasta ese momento, era la tradición, incluso, para muchos militantes la esencia del PSOE y en los que la presencia de Felipe González es determinante?
Pues porque estamos viendo en estos días como los protagonistas de esa historia, los que protagonizaron aquellos episodios que supusieron ruptura, abandonos y gran sufrimiento para muchos militantes, niegan a los actuales dirigentes el derecho a hacer lo mismo que ellos hicieron: dirigir el partido de la manera que piensan que es mejor dadas las circunstancias actuales. No es lo peor, desde mi punto de vista, que esos personajes se hayan derechizado de manera evidente, lo peor es que, en línea con los partidos de derecha, pretendan convencer a la militancia de que sus dirigentes les llevan por un camino equivocado. Si realmente piensan así –es decir, si no tienen otros intereses ocultos- deberían esperar al próximo congreso para, democráticamente, intentar relevarlos de sus puestos.
Los jarrones chinos ni hablan ni se mueven y los dinosaurios se extinguieron hace mucho.
Yo no defiendo que los ex presidentes y otros personajes que han sido importantes en los partidos dejen de participar en la vida política. Pero deberían ofrecer su experiencia dentro de su partido; deberían entender que su tiempo ha pasado, que ya no dirigen el país ni el partido, que, si quieren mantener prestigio y respeto, deben ocupar el lugar que les corresponde que, en ningún caso, es la primera fila.
Una observación final para que no haya malos entendidos: he narrado episodios del PSOE porque lo conozco mejor, pero las conclusiones del párrafo anterior sirven igual para Felipe González que para José María Aznar. Y para cualquiera de los dinosaurios, sean de uno u otro partido, que, últimamente, aparecen en las tribunas pontificando.