GETAFE/Todas las banderas rotas (15/05/2023) – Hablemos de Madrid porque estas elecciones no van, como dice la derecha, de derrocar al sanchismo. Lo que se juega en ellas no es si Sánchez va a gobernar más o menos tiempo o si continúa o no el gobierno central.
No nos dejemos engañar, lo que nos jugamos es quién controlará durante los próximos cuatro años la sanidad, la educación, los servicios sociales, la vivienda, el funcionamiento de los servicios públicos… Es decir, lo que es competencia de las Comunidades Autónomas y de los Gobiernos Municipales. Tiempo habrá, cuando toque, de votar a Pedro Sánchez, a Núñez Feijóo o a otro/a.
Ahora lo que toca, al elegir a quien presidirá la Comunidad, es pensar si queremos que los centros de salud tengan suficiente personal sanitario y no sanitario para que nos den cita dos días después de pedirla y no en dos semanas; debemos elegir un gobierno autonómico que quiera poner los medios para construir vivienda pública de alquiler asequible para las economías modestas y no a otros que regalan esa vivienda pública a fondos buitre; hemos de elegir a políticos que tengan clarísimo que las personas mayores deben mantener su dignidad por encima de cualquier interés, que deben ser tratadas con sensibilidad y agradecimiento porque nos han dedicado toda su vida y no deben quedar en manos de políticos insensibles que los hacinan en residencias sin suficiente personal, con medios escasísimos y gestionadas por grupos empresariales que no tienen más objetivo que el beneficio desmedido y, por si eso no fuera suficiente, cuando su salud está en peligro, los dejan morir prohibiendo que vayan al hospital.
Y, al elegir al alcalde o alcaldesa, lo que debe importarnos es si entiende la ciudad como lugar de convivencia para todos o como posibilidad de negocio para unos pocos; si le preocupa la opinión de sus conciudadanos a la hora de tomar las decisiones que condicionarán su vida diaria y, en consecuencia, establecerá modos de conocerla y tenerla en cuenta o si, por el contrario, eliminará cualquier elemento mediador entre esas decisiones y la ciudadanía; si le interesarán más el buen estado de los parques, el asfaltado de las calles, la recogida de basuras, los servicios sociales que pueda ofrecer a los más necesitados de sus vecinos…, que el enfrentamiento por cuestiones que vienen dictadas desde los órganos centrales del partido pero que no afectan a la vida de los vecinos en su día a día.
Pero vivimos unos tiempos en que están en su elemento los expertos en desinformación. Parece que lo lógico sería que los candidatos nos contaran a los ciudadanos qué es lo que harán si ganan las elecciones y por qué deberíamos votarles si queremos que nuestra Comunidad y nuestra ciudad mejoren en todos los aspectos; pero hay candidatos que lo que nos dicen es que hay que expulsar de su puesto al presidente del Gobierno de la nación porque estamos bajo un régimen comunista, dictatorial e ilegítimo al que llaman sanchismo. Bueno, pues eso no toca ahora porque el gobierno central no se presenta a estas elecciones.
Esos mismos expertos sacan a ETA a pasear (¡otra vez!) a pesar de que esa organización ya no existe porque anunció el cese de su actividad armada el 20 de octubre de 2011 y el 3 de mayo de 2018 su autodisolución. Ese asunto tampoco toca ahora porque no se presenta ETA a estas elecciones sino EH Bildu, que es un partido legal al que se puede votar o no, de la misma forma que una mujer puede abortar o no según su voluntad o cualquiera puede divorciarse o no, a nadie le obligan.
Los medios que acogen a esos expertos llegan incluso a insinuar que el Gobierno es el culpable de la pertinaz sequía que padecemos (en esos medios la sequía es siempre pertinaz, ya saben, así la llamaba el dictador): los italianos dicen: “piove, ¡porco governo!”, estos dicen que si no llueve es porque el Gobierno social-comunista lo está impidiendo. Sobre esto lo mejor es no entrar para no ponernos a su nivel.
En definitiva, de lo que se trata en unas elecciones autonómicas y municipales es de elegir a partidos de derecha y/o de ultraderecha si queremos que el dinero de nuestros impuestos sirva para que unos pocos privaticen todo lo privatizable y hagan sus negocios; o a partidos de izquierda para que los hospitales, los centros de salud, las escuelas, en fin, todos los servicios públicos sean eso: públicos. Todo lo demás son distracciones, intentos de desviar nuestra atención de lo que debe interesarnos de verdad.
En lo que a Madrid se refiere, corremos el peligro de que se haya afianzado el falso concepto de libertad que nos ha vendido la señora Ayuso y que muchos le han comprado. Un concepto que consiste en “bébase usted todas las cañas que quiera donde y cuando quiera”, que recuerda aquello de “No me diga usted cuántas copas me tengo que beber”, es decir, se trata de una libertad que no es para todos, sino para quien pueda. A partir de ahí, tendremos la libertad de tener sanidad privada, colegios privados, residencias de mayores privadas, etc., eso sí, para quien pueda pagarlo.
Estamos, como dicen en el teatro, en un “ensayo general con todo”. Esto es, si les sale bien, en las próximas elecciones generales estrenarán la función y será un éxito clamoroso… para quien se lo pueda pagar.
Quizá entonces muchos descubran que están en el grupo de los que no pueden pagar la entrada a la función y se queden fuera pagando una sanidad, una enseñanza, en fin, unos servicios públicos de tercera. Pero entonces ya será tarde.
Claro que todavía hay remedio, todavía estamos a tiempo de pararles los pies. Para que ello sea posible es conditio sine qua non, por encima de todo, antes de nada, que la izquierda deje de hacerle el trabajo a la derecha: si lo que ha dado en llamarse “la izquierda a la izquierda del PSOE” continúa la pelea por obtener el mayor pedazo del pastel del poder, lo que ocurrirá es que el pastel se lo acabará comiendo la derecha… como siempre.
Y, si tuviéramos la inmensa suerte de que, por una vez, se cumpliera esa condición (todavía hay tiempo si se quiere), la ciudadanía deberíamos votar con esperanza, de forma comprometida, siendo conscientes de lo que nos estamos jugando, sabiendo que no vale la equidistancia ni la tibieza, que lo peor que podemos hacer es comportarnos como los ángeles a los que se refiere Dante en la Divina Comedia “que ni fueron rebeldes ni fieles a Dios, sino que solo para sí fueron”.