El enemigo acorralado se defenderá hasta la muerte si no se le deja una salida.
El arte de la guerra. Sun Tzu
GETAFE/Todas las banderas rotas (07/04/2023) – He estado esperando el acto del domingo 2 de abril con curiosidad, con una cierta expectación, pero no con ilusión, algunos ya conocéis mi pesimismo.
Ada Colau (Barcelona en Comú), Manuela Carmena (Ahora Madrid), Íñigo Errejón (Más País)…, y ahora Yolanda Díaz (Sumar), han sido intentos de reanimar al casi muerto Podemos. ¿Será esta vez la definitiva? La definitiva, digo, para reanimarlo o para darle la puntilla. Porque, tal como yo lo veo, aquí no empieza todo, vuelve a empezar otra versión de Podemos sin Podemos y con una sola diferencia: Podemos no tenía nada detrás, carecía de historia; Yolanda Díaz sí la tiene.
Hubo un 15M. Y fueron muchos los que siguieron a aquel movimiento ilusionante, que prometía solución a todo por el método de arrasar con todo. Recuerdo el inicio de Podemos, allá por el 2014, cuando Juan Carlos Monedero y Jesús Montero escribían un artículo titulado “Claro que podemos” en el que hablaban de “un siglo tirado por la borda”, frase que me sublevó y me puso, ya entonces, en guardia frente a unas personas que pretendían, tal como aquel artículo dejaba ver, prescindir de todo lo hecho hasta entonces, renegar del “régimen del 78”, olvidar la lucha de los hombres y mujeres que habían sufrido la represión en su máximo grado (torturas, exilio, cárcel e, incluso, muerte), ignorar una Constitución que, con todos sus defectos, es la más democrática que ha tenido nunca nuestro país, para construir la nueva sociedad sobre tierra quemada.
Desde entonces han pasado muchas cosas: Podemos pretendió el sorpasso sobre el PSOE y no lo consiguió, ejerció una oposición dura y hasta cruel, se negó a formar parte de un gobierno de coalición provocando unas arriesgadas nuevas elecciones y, finalmente, siendo ya un partido como los demás (con sus mismos defectos), aceptó la entrada en un gobierno con el PSOE. Y, a partir de ahí, gracias al gobierno de coalición –no gracias al PSOE ni a Podemos por separado-, España ha avanzado mucho en derechos, ha progresado económicamente y se ha situado en el mundo siendo ejemplo para muchos países en cuanto a política económica y políticas sociales. Y Yolanda Díaz está en ese gobierno que ha conseguido todas esas cosas, por tanto, trae un bagaje concreto y positivo.
Tiene razón Yolanda Díaz en que para ganar a la derecha y a la ultraderecha, no sobra nadie porque, como dice Jesús Maraña, si alguno (persona o grupo) de los que estuvieron en la cancha del Estudiantes piensa “que la defunción de Podemos (en el hipotético caso de conseguirla) no supondrá un disparo sangriento —no en el pie sino en el fémur— del espacio de la izquierda, es que no tienen el oído pegado al asfalto”.
Pero ambos han cometido errores. Podemos se ha equivocado al no acudir al acto del Magariños; y Yolanda Díaz, en su afán de separarse de los partidos –o por otras razones-, se equivocó al no invitar a Podemos al acto de noviembre en Valencia (de aquellos polvos estos lodos). Tiempo habrá –si llega el caso- de medir quién tuvo más culpa, pero en el momento actual, como también dice Maraña, “No hay más opciones: o más coalición o más regresión”. Porque, o hay unión de la izquierda –tragándose cada cual los sapos que tenga que tragarse- o veremos a la ultraderecha en más de un gobierno, posiblemente también en el de la nación. Por los errores de unos u otra podemos ver en las elecciones próximas un gran aumento de la abstención debida a una enorme desmovilización y, en consecuencia, que Vox haga posible la mayoría del PP solo o acompañado.
Entonces ya no nos servirá de nada discutir sobre quien se equivocó más, quien es más o menos de izquierdas, quien hizo más o menos esfuerzos por alcanzar la unidad… Es decir, volver a la eterna pelea de la izquierda, a ver quién es más puro, si el Frente Popular de Judea o el Frente Judaico Popular.
Mucho menos servirá vanagloriarse de haber acabado con Podemos (si alguien lo consigue); si Yolanda Díaz y quienes la acompañan en Sumar se creen realmente lo de la necesaria unidad de la izquierda, deben llevarla a la práctica ahora mismo, sin tacticismos sobre si interesa antes o después de las elecciones regionales y municipales: YA. Por su parte, Podemos debe olvidar las teóricas o reales ofensas recibidas y dejar a un lado sus intereses partidistas –firmar un acuerdo en solitario antes de esas elecciones para garantizarse una posición que, casi con toda seguridad, habrá perdido después de ellas- para pensar únicamente en lo que interesa al país y a sus habitantes.
El día siguiente al acto de Sumar, Yolanda Díaz dijo: “Ha de ser Podemos quien explique por qué en un día tan importante para España, no estaban”. Y Pablo Fernández, portavoz de Podemos: Lamenta que Yolanda Díaz “no apueste por la unidad”. No es esto…, no es buscando culpables como se encontrarán.
Esto va para las dos partes: ¿De qué sirve lamentarse por lo que pudo ser y no fue? Ahora se trata de hacer política noble, de la buena, la que nos prometió Podemos en 2014 y la que nos promete Sumar, no politiqueo o partidismo, es decir, se trata de hacer lo que más conviene al país y a su gente.
Temo que nos pase con Sumar lo mismo que nos ha pasado con Podemos: de movimiento cuasi revolucionario, ha devenido en partido clásico; como algunos dicen, ya no es Podemos, sino Pudimos. ¿Llegará a convertirse Sumar en Restar?
Discúlpenme por autocitarme. En diciembre de 2014 escribí lo siguiente: “lo más terrible que podría acaecerle a esta vapuleada sociedad, lo que de ninguna manera deseo que ocurra, es que lo que hoy se presenta como alternativa regeneradora llegue a ser la causa, más o menos directa, de una nueva decepción”. Lamento mucho haber acertado.
Ojalá esta vez me equivoque. Pero para poder Sumar, hay que sumar a Podemos.