GETAFE/A fin de cuentas (27/01/2023) – Siempre me han apasionado las campañas electorales. Ese momento en el que todos los partidos sacan su arsenal, salen a la calle, dejan al aire las costuras y las contradicciones. Los hay que sobreactúan, los hay que corren para estar donde no se les ha visto en cuatro años, los que ponen buena cara para arrancar un titular favorable, los que huyen de la obviedad para presentar una realidad alternativa, los que siguen desaparecidos haciendo la guerra por su cuenta…
Siempre me ha gustado bucear en los programas electorales, esa carta de presentación que muchas veces se guarda en un cajón pasada la cita con las urnas. ¿El programa electoral debería también comprometer a quien no gobierna? ¿Debería apoyar a un gobierno de distinto signo si sus objetivos son los mismos? Parece obvio, pero no. Porque amigos, estamos en la era de la polarización, de la guerra de trincheras, de la descalificación, de la banalidad… Y eso sí que me da pereza.
Es año electoral. Año de elecciones municipales, autonómicas y cerrando el ciclo, nacionales. Y el clima político está más enrarecido que nunca, con un enfrentamiento ruidoso donde es complicado separar el trigo de la paja. Es difícil centrarse en lo importante cuando a tu alrededor están gritando, pero debemos, como ciudadanos hacer ese ejercicio de abstracción para entender qué es lo que ha sucedido y hacia dónde vamos.
Es el momento de hacer una reflexión. Pregúntate cómo estás, cuáles son tus necesidades, qué podían haber hecho las diferentes administraciones para mejorarlas. Solo responder a esto requiere un ejercicio importante de estudio, porque culpar al presidente del Gobierno de una acera en mal estado no tiene sentido, igual que tampoco lo tiene responsabilizar al Ayuntamiento de que las listas de espera en la sanidad se hayan disparado. Como ciudadanos debemos saber cuáles son las competencias de cada cual y quién está haciendo dejación de funciones en sus deberes. Luego ya hablaremos de promesas electorales, que habrá y muchas.
Así que vamos a por el año electoral, con responsabiblidad, con conocimiento, con información y, a ser posible, huyendo del ruido que nos rodea. Aunque sea difícil, es nuestra responsabilidad. Nos jugamos nuestro futuro: los derechos cuesta conseguirlos y es muy fácil perderlos. Así que actuemos con cabeza. No es solo un voto, es mucho más.