GETAFE/A fin de cuentas Tratamiento de un papiloma: 200 euros. Psicólogo: 220 euros al mes. Sacar muela del juicio: 120 euros. Fisioterapeuta para contractura: 35 euros la sesión. Revisión de ginecólogo: 100 euros. Cierto candidato (que no portavoz) popular en Getafe se vanagloria estos días de que los presagios de hace años de que íbamos a ir con la tarjeta entre los dientes al médico no se han cumplido. ¡Pues menos mal! Me he puesto a echar cuentas del último año. Y sale un pico. Todos los que enumero son servicios que debería cubrir la sanidad pública pero a los que no tenemos acceso: por listas de espera, por protocolo (¿en qué cabeza cabe que una revisión ginecológica no se haga en la sanidad pública, más allá de una citología?) o porque te cansas de la burocracia y de rogar por lo que debería ser un derecho. Eso sin contar con otros gastos que ya tenemos interiorizados: gafas, aparatos dentales, audífonos…
Así que sí… estamos con la tarjeta de crédito entre los dientes. Voluntaria, resignada, sin apenas darnos cuenta. Quien más, quien menos, seguro que se ha planteado hacerse un seguro privado, de esos baratitos que te permiten tener médico o pediatra en el mismo día. La estrategia no era hacernos pagar cuando fuéramos al médico en la sanidad pública; la estrategia era descapitalizar el servicio para empujarnos poquito a poco, sin casi darnos cuenta a la privada. Y después afanarse en decir que lo han elegido los ciudadanos. Y cómo será el asunto, que hasta la sanidad privada se está echando las manos a la cabeza. “¡Hombre! Que nosotros estamos para ganar dinero, no para atender a la gente. Si nos seguís mandando enfermos, esto no sale rentable”.
Así que en estos días aciagos en los que los médicos están echando el resto, por favor, estemos con ellos. Que sí, que es un fastidio estar con gripe y que no te pueda ver tu médico, o no poder ir a recoger unos análisis. Pero a lo mejor en unos años ni siquiera tenemos dónde acudir… sin pagar, claro. Cuando se habla del desmantelamiento de la sanidad, (o de la educación, que también da para hablar largo y tendido) que nadie piense que de un día para otro van a poner un datáfono en la puerta del centro de salud. Es algo más sutil, más meditado, más obsceno cuando lo miras con perspectiva. Y el miedo es que pueda ser irreversible.
Como deberes para estas Navidades os dejo que no os pongáis malos. Y que apoyéis las movilizaciones legítimas de nuestros médicos y sanitarios. Porque mañana puede ser tarde y no tenemos ya mucho margen de maniobra. No me gustaría que el próximo año tenga que escribir este artículo pero sumando ceros a las cifras que os he dado al inicio.
Y disfrutad de las fiestas. ¡Y feliz 2023!