GETAFE/Tribuna con acento (09/12/2022) – Últimamente asistimos, no exentos de perplejidad la mayoría, a la consagración del ruido. Del ruido chirriante y vacío como única forma de hacerse notar por quienes lo organizan y propagan. Este ruido se ha convertido en un elemento de valor, sin pulir y sin cuantificar sus efectos, por supuesto, al que le han cogido el gusto determinados grupos políticos, o parte de los mismos, agazapados fundamentalmente a la derecha de la derecha democrática que todos y todas concebimos como tal y que lo utilizan ya de forma indiscriminada y cruel.
El aumento de los decibelios, jaleados desde sus posiciones, cual método inequívoco para vender los mensajes que arrojan violentamente como únicas verdades universales, se está convirtiendo en una forma de hacer política barriobajera, impropia de unos representantes públicos en los que la sociedad, plural, ha depositado su confianza.
Cierto es que, al aparente y presunto éxito obtenido con este diseño impune de comportamiento, contribuye, además de la irresponsabilidad personal de los y las intervinientes, la falta de normas que, sin menoscabar la libertad de expresión a la que se tiene derecho, tuviesen claro cuándo no se debe seguir permitiendo semejantes formas de participación. Pero también, quizá, hay otro elemento importante a tener en cuenta que les proporciona una valiosa colaboración, como es la implicación de determinados medios de comunicación, escritos y audiovisuales, que ceden espacios en sus aperturas de telediarios o en las primeras páginas de los periódicos impresos, a estas estridencias que, por supuesto, no merecen el lugar que les proporcionan los citados medios.
Este ruido, que ya empieza a resultar molesto e, incluso, peligroso para la gran mayoría de la sociedad, es la consecuencia de una estrategia empleada que sirve para ocultar, precisamente, la falta de estrategias, de propuestas y de alternativas de quienes lo propagan.
Recurrir, sólo para hacerse notar y sin ofrecer nada a cambio, al ruido del exabrupto, del insulto, de la mentira o del miedo, a prejuicios injustificados o a tópicos trasnochados, con la única intención de batir y destruir a quien consideran enemigo y no contrincante, implica el riesgo de hacer tambalear los cimientos de la convivencia y la libertad que genera la democracia. Sólo la indignación, el cabreo y la tristeza que esta situación genera, también para la gran mayoría de la sociedad, permite confirmar que sigue habiendo más cavernarios de los que pensábamos, que no han cambiado sus actitudes dictatoriales cuando de defender su, ya, trasnochado coto privado, se trata.
Convertir el lugar en donde se debería hacer política, con mayúscula, en un tugurio tabernario, del malo, para hacer más ruido, por parte de unos cuantos que lo único que tienen en su haber es considerarse como los únicos dueños de un gran cortijo, capacitados para establecer las normas de funcionamiento del mismo y expedir carnés de buenos ciudadanos en base a unos criterios casi medievales, les hace directamente responsables, a éstos, del malestar y los conflictos que puedan originar a la mayor parte de la ciudadanía, que a lo único que aspira es a tener una vida lo más digna y justa posible.
Sinceramente resulta vergonzoso y deprimente constatar que representantes públicos, beneficiados además por unas normas en las que no creen, recurren a esta forma de hacer ruido por no querer admitir y aceptar que nuestra sociedad, afortunadamente, ha cambiado y, en general, para bien. O, al menos, lo intenta. Con sus luces y sus sombras, obviamente, pero con unos resultados obtenidos demostrables. Que se consiga favorecer a la gran mayoría de los ciudadanos y ciudadanas de una vez por todas, será el resultado del buen trabajo que hagan los representantes elegidos y no del ruido que provocan algunos de éstos con la única intención de destruir lo ya construido.
Hipólito Timoneda
9 diciembre, 2022 at 13:03
Y que esperáis de esa gente!!!!!
Lo normal es lo que ocurre, lo normal es que se les repita el voto y sigan jodiendo la marrana. Joder!!!!! tenemos lo que merecemos.
A LA MIERDA¡¡¡¡¡¡