La libertad es pagar impuestos
Daniel Basteiro
GETAFE/Todas las banderas rotas (14/10/2022) – En el pasado contábamos con un futuro. En el presente son muchos los que piensan que no hay futuro. En mi opinión, esto es a lo que nos ha llevado la ruptura del pacto social alcanzado a partir del fin de la segunda guerra mundial que consistió, expresado esquemáticamente, en que los ricos pagarían impuestos de acuerdo a su riqueza, mientras que el resto de la sociedad (la inmensa mayoría) no pondría en cuestión sus privilegios, garantizando así la paz social; este fue el fundamento sobre el que se asentó el estado de bienestar que duró hasta que la señora Thatcher y el señor Reagan rompieron el pacto e implantaron el neoliberalismo que, a su vez, se basó en el fomento del egoísmo y la codicia de los más ricos.
Evidentemente no fue ese el planteamiento con el que se presentaron los adalides de la nueva economía (y sociedad) neoliberal. Según ellos, los ricos, al disponer de más dinero, crearían más empresas y, en consecuencia, habría más trabajo y oportunidades para la clase trabajadora. No hace falta explicar lo que es una evidencia: como el interés real de los que poseen el dinero es tener cada vez más, eso lo consiguen disminuyendo puestos de trabajo, pagando sueldos cada vez más bajos y reduciendo su contribución en el pago de impuestos. En esta ocasión nos centraremos en este último punto.
El apartado 1 del artículo 31 de nuestra Constitución dice: “Todos contribuirán al sostenimiento de los gastos públicos de acuerdo con su capacidad económica mediante un sistema tributario justo inspirado en los principios de igualdad y progresividad que, en ningún caso, tendrá alcance confiscatorio”. Lo que ese punto dice, en esencia, es que todos, es decir, TODOS, hemos de pagar impuestos según la riqueza que tengamos o consigamos y que ese pago se hará de forma progresiva, esto es, ha de pagar más quien más tenga y menos el que menos tenga; es tan simple como eso.
Hemos oído decir a los que representan a los ricos que nos conviene pagar cuanto menos mejor, que donde mejor está el dinero es en el bolsillo de cada ciudadano. Eso puede valer para los que tienen mucho, pero yo espero que nos digan a los demás a cuánto ascenderá al cabo del año lo que nos quedará en el bolsillo con sus rebajas de impuestos. Como los impuestos –no pretendo descubrir nada- no son para el gobierno y, mucho menos, para que alguna persona concreta se forre, como nos dicen, sino para financiar los servicios que el Estado está obligado a proporcionar a todos los ciudadanos: las infraestructuras, la educación, la sanidad, la justicia, la defensa, los servicios sociales…, por eso deberíamos exigir que nos dijeran cuanto de cada uno de esos capítulos van a retraer.
Solo así, conociendo cuanto recibiríamos y cuanto y de donde recortarán, podremos saber si nos conviene pagar menos o recaudar más teniendo claro que, en el primer caso, tendremos menos médicos y enfermeras lo que provocará enormes listas de espera; los centros de salud y los hospitales estarán mal equipados lo que hará que nuestra salud no pueda estar bien atendida; habrá menos profesores y, en consecuencia, aulas saturadas que no permitirán que los alumnos reciban una buena formación; los ancianos seguirán amontonados en residencias donde comen mal, viven peor y no se respeta su dignidad; las minorías –cada vez más mayoritarias- de diversas clases no tendrán acceso a servicios sociales que les proporcionen lo mínimo necesario para subsistir… En el segundo caso (recaudar más) tendremos un estado de bienestar potente que alcance a todos, sobre todo a los que más lo necesitan, con buenos servicios públicos porque, como dice Daniel Basteiro, los servicios públicos son la riqueza de los que no tienen nada.
Porque, además de para financiar los servicios públicos, los impuestos tienen otra función tanto o más importante: servir de instrumento para redistribuir la riqueza nacional. El artículo 128.1 de nuestra Constitución lo expresa así: “Toda la riqueza del país en sus distintas formas y sea cual fuere su titularidad está subordinada al interés general”.
La economía productiva consiste en que quien tiene dinero y quiere sacarle rendimiento, en lugar de meterlo bajo el colchón, monta un negocio –fábrica, comercio, etc.- y, mediante la venta de lo que produce, obtiene un beneficio como respuesta al servicio que presta a la sociedad. En cambio, en la economía neoliberal, un fondo buitre compra un bloque de casas y, al mes siguiente, dobla el precio del alquiler a los que allí habitan, sin haber trasformado nada, sin producir nada, solo ha obtenido un enorme beneficio para sí mientras que la sociedad, mediante los impuestos que pagamos los que los pagamos, deberá hacerse cargo, aunque solo sea parcialmente, de los damnificados que no puedan pagar el nuevo precio. Porque la economía neoliberal, que obtiene sus beneficios sobre todo del movimiento de capitales, es improductiva, el dinero por sí mismo no produce nada, es el trabajo el que nos da de comer a todos, también a los ricos.
En este punto hemos de hablar de lo que la derecha y la ultraderecha, es decir, los representantes de los ricos, nos ponen delante con sospechosa insistencia: la palabra libertad (aparte de los varios y múltiples desvaríos de la presidenta de la Comunidad de Madrid, uno de los máximos dirigentes del PP, González Pons, acaba de decir: “Cuantos menos impuestos, más libertad”).
Pero tengamos en cuenta que nos están hablando de una libertad individual carente de solidaridad y responsabilidad. Yo no estoy en contra de la libertad individual a la que considero como uno de los pilares de la democracia, pero la libertad individual ha de estar inserta en el marco de la libertad colectiva, porque, de no ser así, la libertad de unos pocos será la opresión de muchos; así, por ejemplo, un individuo que, en los momentos álgidos de la pandemia, dice que ser libre es salir de cañas mientras el resto de la población se encierra en casa para no contagiar o ser contagiado, o no lleva mascarilla porque así ejerce “su libertad”, nos está hablando de una libertad individualista, insolidaria e irresponsable porque ese ejercicio suyo está impidiendo que la enfermedad acabe antes, perjudique a menos personas y produzca menos muertos. Y este es el tipo de libertad que han promocionado los nuevos representantes del neoliberalismo cutre español, la libertad para quien tiene, convirtiendo la sociedad en una selva en la que el fuerte se come al débil y la única idea válida es la del sálvese quien pueda. Y ya sabemos quién puede y quién no: cuando ellos gritan libertad hay que entenderlo como desprecio a las normas que nos protegen a todos, también a ellos.
Y, ya en un sentido más general, la libertad es absolutamente fundamental pero se queda en un concepto abstracto para quien no tiene posibilidades de ejercerla porque la auténtica libertad solo puede nacer de la igualdad real, y esta se basa en la redistribución equitativa de la riqueza que es, como ya se ha dicho, la razón de ser de los impuestos.