GETAFE/A fin de cuentas (30/09/2022) – Son muchas las cosas que hacen que podamos vivir con dignidad: poder comer todos los días, en unos momentos en los que la inflación vacía los bolsillos cada vez que pasamos por el mercado; poder gozar de buena salud y recibir los cuidados necesarios cuando no es así, mientras vemos con horror cómo los recursos sanitarios se reducen, cada vez hay menos médicos sobre todo de Atención Primaria, y los hospitales se colapsan por una mala gestión de la estructura sanitaria que nos empuja a la privada; tener una buena educación pública, que sirva de ascensor social para todas las clases, para que nadie se quede por el camino; y sobre todo, tener un techo digno.
Hablemos de vivienda. Porque no hay un derecho social más básico. En el momento que te falta, se te expulsa del sistema y te condena a vivir como un paria. El resto de los derechos penden de alguna manera de que tengas un sitio para cobijarte cada noche. Un sitio digno, que te permita también vivir. Y en este país la vivienda no ha sido un derecho, sino un negocio, donde nuevamente se enriquecen los de siempre.
“¿Vivienda en alquiler?” “¡Qué va! Es que los españoles somos así, nos gusta comprar”. ¿De verdad nos creemos esa falacia? ¿O quizá es que nunca se ha apostado por tener un parque de viviendas que permita emanciparse, salir de casa, dar ese primer salto en la juventud a un precio asequible? La mayoría hemos apostado por comprar porque los alquileres han sido siempre inasumibles. La frase de que es más barato comprarse un piso que alquilarlo es una realidad en España.
No es fácil cambiar una tendencia tan arraigada, y solo puede hacerse desde lo público. Construyendo vivienda pública de calidad que permita tener seguridad, dignidad, posibilidad de crear un proyecto de vida a su alrededor. Por eso es ilusionante ver nacer un nuevo barrio donde se pone la mirada en ese cambio de paradigma. Nuestros jóvenes tienen derecho a tener una oportunidad. Y el barrio del ACAR puede ser ese futuro. Si no lo estropeamos.
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