GETAFE/La piedra de Sísifo (25/04/2022) – Los hechos sucedidos durante la pandemia no dejan de sorprendernos, siempre para mal. Cuando pensábamos que el nivel de infamia ya era insuperable, aparece algún desaprensivo y nos demuestra que solo somos unos pringadillos inocentones que aún seguimos confiando en la humanidad.
Al parecer, y según vamos conociendo por los medios de comunicación, durante aquellos días aciagos en que las residencias de mayores veían enfermar y morir en la soledad más cruel a sus huéspedes, mientras la Comunidad de Madrid les negaba el acceso a los centros hospitalarios, entiendo que considerándoles “vidas amortizadas”; durante esos días dolorosos y oscuros que nos tenían el alma encogida y figuran para siempre en un rincón atormentado de nuestra memoria; unos finos emprendedores vieron el modo de sacarle jugo a la enfermedad y, empleando el famoso atajo de la llamada que abre puertas, despachos y cajas de caudales, hicieron el negocio redondo de “vender” al Ayuntamiento de Madrid millones de productos rescatados de un vertedero, eso sí, tuvieron la deferencia de multiplicar por 600 su precio de venta original, por si hubiera alguno que no fuera defectuoso.
Esos sacrificados benefactores de sí mismos, abusaron de la situación de extrema necesidad en que se encontraban las instituciones; más pendientes de conseguir mascarillas, guantes, EPIs y demás productos de protección para profesionales sanitarios, primero, y resto de personas después; buscando debajo de las piedras y sin osar a discutir el precio que les quisieran poner.
La Administración, por definición, funciona con una serie de controles exhaustivos aplicados de antemano mediante la fiscalización previa, no obstante, la urgencia de aquellos momentos obligó a relajar esas cautelas garantistas por razones obvias. Ahora que parece que la pandemia se acerca a su final, sería buen momento para auditar todas esas actuaciones, escudriñar al céntimo todo el dinero gastado y, una vez aplicados los lógicos filtros de comprensión a la situación vivida, poner en manos de los juzgados todo lo que se salga de lo medianamente lógico.
Con independencia de los baches coyunturales, que se suceden un día sí y otro también, no sería mal momento para que se emplee una parte de esos fondos europeos que nos llegarán, para construir todas las edificaciones penitenciarias que sean necesarias, siempre cumpliendo criterios de sostenibilidad, por supuesto, y dar acomodo a toda esa gentuza, de peluco de super lujo en la muñeca, deportivo italiano en el garaje, yate en el pantalán y rostro pétreo en la cantera.
Entre Ayusos de diferente calaña, Medinas conocidos o anónimos y demás vividores con dinero ajeno, propongo que se use el célebre Zendal para reuniones, tipo Patio de Monipodio, de toda esa gentuza que no pierde la oportunidad de perder una oportunidad.
Para el resto de mortales, solo deseos de felicidad, a pesar de todo.