GETAFE/A fin de cuentas (10/03/2022) – Escribo este editorial acongojada, con verdadero miedo por lo que puede pasar. Hace pocas semanas aún vivíamos con la espada de Damocles de una nueva ola de la pandemia mundial de coronavirus, y hoy estamos con otro peligro aún mayor en ciernes, con una guerra incipiente de dimensiones desconocidas. Miramos con temor a la frontera este de Europa y con angustia las miradas de los miles de ucranianos que hoy están perdiendo familiares, ciudades, hogares… su modo de vida, cuando no la vida. Para ellos, tiene que ser mi primera mirada. Y aunque un ‘No a la guerra’ no les devuelva su país como lo conocieron es de justicia estar a su lado, que no se sientan tan solos en estos tiempos oscuros.
Tener la guerra tan cerca nos hace (a mí al menos) replantearme lo frágil que es este Estado de Bienestar que creemos incombustible, que maltratamos pensando que no tiene fin. En estos tiempos de angustia hemos visto tambalearse los cimientos de nuestra sociedad. La pandemia puso a prueba nuestro sistema sanitario y aún lo estamos pagando sin acabar de solucionar todos los déficits que arrastraba por las políticas ‘liberalizadoras’ que lo único que han hecho ha sido descapitalizar el sistema y empujarnos masivamente a la privada.
Y ahora la guerra estira las costuras de nuestro sistema de acogida y pone a prueba nuestro aguante: la luz, el gas y la gasolina están en máximos históricos, y sin visos de que puedan frenar la escalada. A 3.000 kilómetros matan gente; aquí podemos notarlo en nuestros bolsillos. Nos quejaremos, pero conservamos la vida. Comparar problemas hoy en día resulta casi obsceno; aunque si se piensa fríamente ha sido siempre así: en algún lugar del mundo hay una guerra, muere gente, los niños no tienen para comer… solo cambia lo cerca que nos pilla esta vez.
Lo urgente no deja ver lo importante. Pero hoy todo es urgente y todo es importante. Estamos en el mes de la mujer y reivindicar el feminismo, con su concepción más básica como un mensaje de igualdad, es básico. Porque también ahí está nuestro fundamento como sociedad avanzanda que supera los estigmas medievales en los que algunas sociedades se quieren anclar.
Son tiempos oscuros, aciagos, de enorme incertidumbre y miedo. Pero es en estos momentos cuando también surge la grandeza, a veces en las cosas más pequeñas, en los gestos más nimios. Es tiempo de solidaridad, de generosidad, de potenciar los valores y no decaer en la defensa de nuestro modo de vida.
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