Infamias

GETAFE/La piedra de Sísifo (28/01/2022) – Con el frío, ha brotado de las alcantarillas una subespecie, dicen que humana, que se desplaza indistintamente sobre dos o cuatro patas, y tiene como principal característica, su carencia absoluta de sentimientos, empatía, solidaridad y respeto hacia otros seres, esta vez sí, humanos, que estorban sus inconfesables intereses. Tienen puesto el ponzoñoso punto de mira en la mujer, concretamente en un tipo concreto de mujer: libre, independiente, culta, rebelde y, claro, feminista; que se sale de su arquetipo favorito, el definido por la malhadada Sección Femenina del franquismo: callada, sumisa, ignorante, máquina de parir criaturas y, claro, machista hasta la médula.

Han vuelto a las andadas con sus ataques feroces a las clínicas abortistas y sus usuarias, mediante sus estrategias habituales: acoso moral y físico, insultos en distintos grados, llegando con frecuencia a la agresión, tanto a profesionales sanitarios como a pacientes. Se aprovechan, de forma rastrera e indigna, de la vulnerabilidad de la mujer que toma la dolorosa decisión de interrumpir su embarazo, decisión muy difícil, en la que intervienen muchos factores relativos a la mujer en cuestión y su entorno psicológico/económico/afectivo y que, a menudo, han supuesto un conflicto interno resuelto del único modo posible.

Estas alimañas, a quienes no se les ha perdido nada en las decisiones íntimas que adopta una mujer, tienen como único objetivo quitar de la vida pública a cuantas más mujeres mejor, eliminar de la ecuación laboral a todas las mujeres que sea posible, y recluirlas en el ámbito doméstico rodeadas de bebés llorones que las mantengan entretenidas cambiando pañales apestosos. Ya se ha convertido en un clásico, que la Iglesia Católica (salvo honrosas excepciones) se erija en cómplice gustoso de esta gentuza, bien mirando conscientemente para otro lado, bien cogiendo la batuta para dirigir la orquesta de la infamia.

Estos días, han aparecido las marquesinas de las paradas de autobús, empapeladas con unos enormes carteles que “invitan a rezar” delante de las clínicas abortistas, firmados por unos colectivos muy conocidos por su talante nada reflexivo, conciliador ni comprensivo; que nos dan una idea cierta de las maneras que emplearán con cada mujer que pase delante de sus oratorios. No conozco iniciativas que pretendan reivindicarse delante de los templos ultracatólicos, habiendo dado más motivos para hacerlo que los que ellos esgrimen para lo contrario, y es normal porque, nos guste o no lo que hacen, respetamos a todo el mundo, actitud sin reciprocidad por su parte.

Leí una vez en una pared: “Tú tratas de meterme tu Iglesia por los ojos, porque estás muy orgulloso de ella, vale; yo estoy muy orgulloso de mi pene y no por ello voy a ir tratando de metérselo a todo el mundo”. Apartemos de nuestras vidas todos estos elementos tóxicos, nos ayudará a ser felices.