GETAFE/El rincón de ACOEG (7/1/2022)- Desde hace casi 20 años endulzan la vida de los vecinos de Juan de la Cierva. ¡Quién se lo iba a decir a Antonio Hurtado cuando hace dos décadas decidió dar el paso que le propuso un cliente del restaurante que entonces regentaba! Fue entonces cuando decidió abrir su primera pastelería El Valle, nombre que puso en honor a su pueblo natal, la localidad pacense de Valle de la Serena. El local en la Avenida de España 20, entonces era un banco, que remodelaron íntegramente y donde instalaron el obrador. Luego ya, la normativa les obligó a sacarlo fuera, a una nave en los Olivos. Pero también fue una oportunidad “porque empezamos a servir a clientes de muchos sitios de Madrid y de pueblos de alrededor”, además de restaurantes y bares de la localidad que se nutrían de sus dulces. Mari Paz López, su mujer, también se unió al equipo y acabó cerrando la tienda de ropa infantil que tenía en el barrio. Este es por encima de todo, un negocio familiar.
Entrar en el local ya es una delicia para los sentidos. Por el olfato, que se embriaga de olores dulces; la vista, con apuestas delicadas y originales (sorprenden por ejemplo los pasteles imitando a frutas o las cajitas de anguilas de mazapán, que tanto éxito tienen estas fechas para regalo); y sobre todo por el gusto. Porque dan ganas de probar todos los productos: los 26 pastelitos diferentes de bocadito, las 40 clases diferentes de tartas, la bollería “que triunfa, sobre todo los croissants de mantequilla y las palmeras”. Por la tarde no vayas a buscarlos, porque seguro que no quedan. Igual que el pan. También son una delicia los polvorones, mantecados, yemas, pastas de mantequilla, empiñonadas, mazapanes, saladitos, empanadas…
¿El secreto de llevar tantos años? La calidad y que “todo es artesano. Por ejemplo, los turrones los hacemos nosotros”. Todo con materiales de primera: “La mantequilla es mantequilla, y la nata también es nata de verdad, de la que no empacha”. De otros sucedáneos como el aceite de palma no quieren ni oír hablar. El negocio estaba tan consolidado que decidieron ir un paso más allá y abrieron su segundo local, esta vez en la arteria principal del municipio, en la calle Madrid. “Es diferente, porque allí vive menos gente, hay mucho tránsito de personas, pero sigue funcionando mejor la de Juan de la Cierva”. En su obrador, que ahora nutre a las dos pastelerías y ya apenas trabaja con gente de fuera, siguen innovando, buscando combinaciones originales, postres innovadores que incluso Antonio propone y su pastelero se encarga de transformar. “La idea del postre Capricho, que ganó el concurso de Getafe en dulce, fue suya”, confirma Mari Paz. Una mousse de limón con nata, merengue flambeado y fruta que aún siguen vendiendo.
Pastelerías El Valle es una empresa familiar que da trabajo a 17 personas, entre ellas, también los hijos de Antonio y Mari Paz, que siguen con el negocio: “un trabajo muy dulce”. La pandemia les pilló con el local de la calle Madrid que apenas había cumplido un año. Pero el rendimiento y la fidelidad de los vecinos de Juan de la Cierva compensaron con creces la crisis. “En un primer momento metimos a 12 personas en ERTE, pero a los dos meses ya estaban todos trabajando”. Las colas eran inmensas en su local. Ahora todo es casi un mal sueño, pero aún no se sienten con la confianza para recuperar tradiciones que les han hecho famosos en el barrio, como la chocolatada de la noche de Reyes. Mientras la gente hace cola para comprar su roscón, un chocolate calentito les espera a la entrada. “Todavía no se puede, pero volveremos a hacerlo”, promete Mari Paz. Mientras tanto, hay decenas de razones para acercarse y probar alguna de sus propuestas.