GETAFE/Entrevista (17/09/2021) – Más de 2.200 personas pudieron ser sacadas de Afganistán por el Ejército Español en una operación contrarreloj en la que el Ala 35 de Getafe colaboró enviando al capitán médico Juan Araez. Acompañó a los evacuados y los atendió en la segunda parte del vuelo que les traería a España.
Apenas había aterrizado en la Base Aérea de Getafe, su destino actual, hacía un par de semanas. El capitán médico Juan Araez estaba alerta. Con las vacaciones y las guardias, se había quedado como jefe accidental de los servicios sanitarios en la base getafeña. Mientras, la actualidad informativa era un hervidero de noticias sobre el acelerado e inesperado desenlace de la guerra de Afganistán. En ciernes, una operación de rescate de todos aquellos colaboradores de las fuerzas españolas en el territorio. Kabul se había convertido en una ratonera, sobre el aeropuerto las fuerzas militares internacionales apenas podían mantener el control, y la gente desesperada se agolpaba a las puertas tratando de salir de un país que se había transformando en cuestión de días en una trampa para ellos.
El operativo estaba en marcha, y por todo el Ejército del Aire se buscaba personal médico disponible para cubrir la misión. “Yo acababa de llegar destinado a Getafe, llevaba dos semanas. Es una época muy particular porque evidentemente la gente en agosto está de vacaciones. Uno está pendiente de las noticias y sabe de la situación que hay”.
Hacían falta células de médico y enfermero que estuvieran en activo y en España. Recibió la llamada y no se lo pensó. “Es una misión que hay cumplir y se hace. Requerían de mis servicios. Hay que ir a echar una mano, a prestar un servicio y como militar uno va para allá”. El capitán médico Juan Araez fue el único personal del Ala 35 que participó en la misión, desde el 18 hasta el 26 de agosto, cubriendo el trayecto entre Dubai y Madrid, la segunda parte de la evacuación que se inciaba en Kabul. El objetivo era solventar las posibles incidencias que pudieran ocurrir a nivel sanitario en este trayecto. “Hacíamos la tranferencia de personal en Dubai, para luego llegar a territorio nacional”. Era un vuelo de 7 horas, que se sumaba a lo ya recorrido desde Kabul. De avión a avión. En Dubai apenas paraban.
¿Qué se imaginaba? ¿Qué se encontró? “Hasta que uno no llega no sabe lo que lo que hay; se puede hacer muchas cábalas e hipótesis de lo que más o menos se puede encontrar allí”… Y cuando llega al terreno puede contemplar “a muchas familias con niños, gente que lleva muchos días sin comer, sin beber, cansados, muy cansados. Es una situación un poquito especial aparte de que allí hay una temperatura tremendamente alta y la gente llega cansada”. Con calor es todo mucho más dramático. Están curados de espanto, porque “cómo médico uno ya se sorprende de poco; en nuestra profesión somos los que tenemos que estar más tranquilos. Pero choca mucho el ver tanto niño pequeño, tanto bebé y en las condiciones en las que llegan”.
En ese tránsito en Dubai, rumbo a la báse aérea de Torrejón donde se había instalado el punto de recepción español, se percibía el agotamiento de los centenares de personas que “habían estado muchos días en Kabul esperando a la puerta del aeropuesto. Llegaban cansados, mal comidos, deshidratados”. Esa era la primera urgencia. “En el momento que se les daba de comer, de beber y se les dejaba descansar, todo el mundo lo agradecía. Gracias a Dios no hubo nada de causa mayor, ningún tema especialmente complicado”. Ese último trayecto de siete horas trató de hacerse de la forma más cómoda posible “dentro de todas las medidas de seguridad”.
Porque no hay que olvidar que el contexto es de pandemia, con el Covid-19 aún circulando. “En el momento en el que iban a embarcar se controlaba un poco el tema de la fiebre y medidas muy básicas, muy básicas, muy básicas: no es lo mismo trabajar en España con todos los medios y con un soporte sanitario detrás más o menos amplio, que estar allí en las condiciones en las que uno está y con los medios que uno tiene”. La capacidad de adaptación es clave: “Es muy típico de nosotros los militares que tenemos que aprender a adaptarnos a todo y como dice el refrán español tenemos que tener cintura para poder encarar todo tipo de situaciones”.
Temperatura, mascarillas, distancia de seguridad, higiene… “medidas preventivas muy básicas, muy sencillas para que los vuelos fueran lo más seguros posibles”. Luego ya en España fue donde se montó el dispositivo completo. “Nosotros teníamos que realizar un transporte lo más rápido posible, lo más seguro y en las mejores condiciones. Todos nos hemos tenido que ir adaptando: igual que todo el sistema ha ido funcionando, y a medida que iban pasando los días hemos ido depurando sobre la marcha las cosas que se podían mejorar y que podían faltar”.
De un viaje a otro, en esa rotación constante en la que iban y volvían en el trayecto Dubai-Madrid, “nos vamos damos cuenta sobre la marcha de qué es lo que van necesitando nuestros pacientes. Pañales para los bebés o zapatos, por ejemplo. Y nos han ido facilitando todo y ayudando en todo para que se fuera dando cobertura y se fueran subsanando todas las incidencias que pudieran ir surgiendo”.
Se intentó evacuar al mayor número de personas posible. Al final fueron más de 2.200 los que llegaron a Torrejón. ¿Orgullo? ¿Satisfacción? “A nosotros nos dan un cometido y nosotros solo intentamos llevarlo a cabo y completarlo de la mejor manera posible. Cada uno hacemos nuestro trabajo lo mejor que sabemos. Para mí lo importante eran mis pasajeros, mis pacientes y que todo el mundo llegara en las mejores condiciones posibles”. Los elogios los deja a un lado. “No nos consideramos héroes”.