GETAFE/Tribuna con acento (29/07/2021) – Una de las cosas que te redescubre la maternidad son los parques infantiles. De pronto dejan de ser parte del mobiliario urbano y vuelven a ser lugares significativos para ti. Incluso para alguien a quien le importa el uso social del espacio urbano, cuando tiene que llevar a una niña a jugar a un parque, descubre que las características técnicas importan y mucho.
De dar valor al número, la variedad y la estética pasas a hacerte preguntas como: ¿este parque está adaptado a su edad? ¿podría jugar aquí con su amiga que va en silla de ruedas o con su prima que tiene 3 años más? ¿tiene arena esté quieta unos minutos? ¿puede subir ella sola al columpio? ¿sale volando cuando se tira por el tobogán? ¿pasan coches cerca? ¿hay bancos? ¿a qué hora da la sombra?
Así, de repente, cobran vida todas esas cosas que ya te parecían importantes sobre el papel: la inclusión, la proximidad, la orientación, el entorno, el fomento de la autonomía, la versatilidad, la seguridad… Y de paso, como no puedes parar el cerebro mientras acompañas a tu hija en sus juegos, vas creando un inventario de parques infantiles en Getafe donde por las tardes puedes freír un huevo sobre cualquier superficie metálica, pero donde no puedes llevar a un niño desde mayo hasta octubre si tienes un mínimo de responsabilidad.
Y entonces te preguntas si Getafe es una ciudad tan fría como para haber situado estas áreas en los lugares con más horas diarias de sol. Si en este Ayuntamiento ha gobernado siempre gente con más sensibilidad hacia las alergias al polen que hacia las insolaciones. O si, en el adultocentrismo que caracteriza las políticas públicas, nunca realmente nadie ha pensado en los niños y niñas que viven aquí.
Porque en Getafe llamar zonas verdes a la mayoría de las áreas con esa denominación debería hacer sonrojar a los políticos locales que se han encargado de talar árboles y adoquinar todo el suelo que han podido. Así podemos clasificar la mayoría de zonas verdes getafenses como: parques maravillosos, arbolados y muy grandes, pero que se pueden contar con los dedos de una mano, aceras venidas a más, plazas sin sombra, plazas con bancos que dificultan la interacción, rotondas, páramos abandonados, áreas infantiles de invierno o nocturnas, plazas con terraza de hostelería gigantesca…
El problema no es solo que talen 20 olmos siberianos de una calle muy transitada del centro de Getafe, el problema es que esta ciudad está perdiendo cada vez más espacios de sombra en favor de aparcamientos subterráneos asolados en la superficie y que cada año hace más calor.