GETAFE/La piedra de Sísifo (27/07/2021) – Ya iba tocando, a lo de las vacaciones me refiero. Ha sido un año duro y largo, qué digo largo, eterno y, en cuanto a su dureza, pocas veces hemos sufrido un periodo tan prolongado de restricciones, dolor y sacrificio. Un maldito ser microscópico nos ha complicado la vida a escala planetaria como nunca antes había sucedido.
Millones de muertos y decenas de millones de personas con secuelas de por vida, pueden dar fe de lo que digo. Podemos pensar que algo tan transversal como una pandemia ha afectado a todos por igual, con independencia de su estatus social, pero no es así. Depende de en qué continente, país, ciudad o barrio vivas, para que la enfermedad sea un problema molesto que hay superar o un mal con ribetes asesinos que te espera emboscado en cada saludo.
Tras el remojón en aguas turbulentas, llegó el salvavidas en forma de vacunas que, igual que Popeye cuando trasegaba sus milagrosas espinacas, nos han conferido una capacidad sobrehumana para desactivar al bicho y poder respirar con un mínimo de confianza (conductas irresponsables y repuntes aparte). Un descomunal esfuerzo (otro más) por parte del personal sanitario agotado que, sin darse respiro, nos ha ido administrando el ansiado pinchacito con esa generosidad que habremos de premiar como merece aunque no pidan nada a cambio, solo unas condiciones laborales dignas y algo de respeto.
Volviendo al comienzo del texto, paramos unas semanas por vacaciones, lo justo para recargar las baterías interiores de ánimo, fuerza, ideas, cariño o mala leche, según sea necesario y, sobre todo, espíritu constructivo para abordar los retos diarios con un horizonte nítido donde dirigirnos y un camino bien definido para transitarlo sin más contratiempos de los necesarios.
El mantra de cada semana, pasa por desearte que seas feliz o, al menos, que pongas de tu parte para que así sea. Hoy, me apetece desearte también ¡¡Felices vacaciones!!