“La biodiversidad es el fruto de miles de millones de años de evolución, influida por procesos naturales y, cada vez más, por las actividades humanas. Forma la red de la vida, de la que somos parte integral y de la que dependemos tan profundamente».
Convenio sobre la Diversidad Biológica, CDB (2020)
GETAFE/Tribuna con acento (08/06/2021) – El reciente «Informe Planeta Vivo 2020» concluye con un terrible dato: entre 1970 y 2016 las poblaciones de especies de vertebrados en el mundo han disminuido una media del 68% y el mismo proceso acontece con las aves, los insectos o las plantas. Este elevadísimo porcentaje de pérdida de biodiversidad en el Planeta Tierra lo deja claro: nuestra relación con la naturaleza está rota. La salud de la humanidad depende en gran medida de una naturaleza sana. Desde aire fresco, agua potable y alimentos hasta energía, medicinas y materiales, la naturaleza es vital para nuestra supervivencia.
Los impactos sociales y económicos del Cambio Climático y su estrecha relación con tifones, tsunamis, incendios, desertización, plagas de langostas o el surgimiento de enfermedades como el ébola, el SARS o la Covid-19 son devastadores. Este aumento de consecuencias no deseadas ha sido impulsado, entre otras actividades, por la deforestación y destrucción de bosques, el tráfico ilegal de especies, el dramático descenso de las poblaciones de plantas, praderas, humedales y otros hábitats naturales para destinarlos a una agricultura y ganadería insostenible. La mayoría de los mares están muy contaminados y una gran parte han sido sobreexplotados. Los ecosistemas de agua dulce está disminuyendo a un ritmo más rápido que en los mares o los bosques. Todo ello debido a la cultura capitalista-neoliberal de crecimiento sin límites.
La biodiversidad desempeña un papel crucial para el aprovisionamiento de comida, fibra, agua, energía, medicinas y otras materias primas, por lo que resulta clave para la regulación de nuestro clima, calidad del agua, contaminación, servicios de polinización, control de inundaciones y de grandes mareas. Representa un auténtico desafío para la economía, el desarrollo y la seguridad global, su destrucción representa un grave problema ético y moral a escala internacional.
Los análisis socioeconómicos vienen a reflejar cómo los aumentos más bajos del Producto Interior Bruto (PIB), uno de los indicadores de riqueza, se han producido en los países actualmente menos desarrollados. Mientras, el aumento del consumo en los países llamados desarrollados está estrechamente relacionado con un aumento de la extracción de materiales vivos de la naturaleza que en gran parte proceden de los países en desarrollo. La consecuencia evidente es que determinados países se enriquecen con la esquilmación de otros territorios y por ello una gran parte de la población pasa hambre y se ve obligada a emigrar siendo productores de riquezas naturales. Unos niveles tan dispares en la huella ecológica (1) están motivados por los diversos estilos de vida de los países.
En 1992 la Unión Europea aprobó un texto decisivo para la protección del medio natural europeo: la Directiva 92/43/CEE, de conservación de los hábitats naturales y de la flora y fauna silvestre, conocida como Directiva Hábitats que crea la Red Natura 2000 una red de áreas de conservación de la biodiversidad. Entre los que se encuentran las Zonas de Especial Protección para las Aves (ZEPA). Su objetivo es la preservación de la biodiversidad mediante la protección de una serie de territorios que, de forma coherente, salvaguarden a un conjunto de hábitats, como áreas vitales de un grupo de especies animales y vegetales.
Descendiendo a la escala de nuestro territorio, en el Parque Regional del Sureste con sus 32.000 hectáreas de extensión se encuentra una importante biodiversidad. La interacción de las personas con su entorno ha ido modificando de forma paulatina y constante la composición del medio natural, cuyo aspecto actual presenta claros signos de degradación y abandono en su cuidado. El Parque Regional del Sureste abarca un sistema fluvial, como el Rio Manzanares, el Henares o el Jarama donde viven peces barbos, carpas, lucios o la trucha arcos iris. Así como riqueza faunística entre las que se encuentran la cigüeña blanca, la garza real, el martin pescador, el petirrojo europeo, la avutarda o el mitaño negro…Allí más de cien especies distintas de aves encuentran alimento. Una vegetación ribereña donde florecen el sauce y el olmo,la encina y el taray, los álamos, fresnos y arces o las higueras, así como los pinares de la Marañosa, humedales, cerros, cantiles y sierras.
Todo ello atravesado por un rico patrimonio arqueológico, paleontológico y etnológico que están necesitados de una política activa de protección de la herencia cultural y de la Biodiversidad. Los Espacios Naturales Protegidos en el Sur, son un legado natural que debe ser preservado para las generaciones venideras. Se necesita poner en marcha y entrelazar los corredores ecológicos que unan el Parque Regional del Sureste con las Lagunas de Horna, el Cerro de los Angeles y el núcleo urbano de Getafe, así como la conexión del Parque de la Alhondiga-Sector III con Bosque sur y Polvoranca, las conexiones deben formar un ecosistema
Las soluciones pasan por asumir su responsabilidad las instituciones Regionales y Locales en cuanto al Plan Rector del Uso y Gestión del Parque Regional del Sureste en función de los objetivos de Protección y sostenibilidad por cambiar los patrones de producción y consumo de alimentos, detener el cambio de uso del suelo o tomar decisiones políticas y económicas respetando los ecosistemas y los límites. Se han de destacar el impulso y restauración de los ecosistemas degradados, la recuperación del entorno de los arroyos Butarque y Culebro, la limpieza de cursos fluviales y vías pecuarias.Se hace imprescindible establecer un centro de educación ambiental municipal dedicado a la interpretación de la naturaleza de las zonas verdes y áreas naturales. Hay que modificar las prácticas agrícolas y ganaderas e impulsar el consumo de alimentos sanos de producción local. Tiene gran importancia recuperar las semillas genuinas que conserven la biodiversidad. Fomentar el uso equilibrado de estos recursos abre nuevas puertas y posibilita el acceso a nuevas formas de relación con la naturaleza, que nos lleven al cultivo de los valores intangibles, como la contemplación del paisaje o la tranquilidad de un paseo por la rivera del Manzanares o de los cantiles, como la observación ornitológica o simplemente escuchar en el silencio la voz de la Naturaleza.
1– indicador de sostenibilidad que trata de medir el impacto que nuestro modo de vida tiene sobre el entorno. La demanda actual a escala global de nuestras actividades es de 2,7 hectáreas (ha) por persona, España de 3,7, Angola sólo tiene una huella ecológica de 0,9 ha por persona.