GETAFE/Tribuna con acento (05/04/2021) – La covid-19 ha provocado la subida exponencial de reacciones emocionales aversivas, a causa de muchas pérdidas inesperadas, también humanas, afectando a todas nuestras dimensiones, desde cambios bioquímicos, fisiológicos, cognitivos, sociales, conductuales que, etiquetamos como ansiedad, depresión etc.
La OMS advirtió, en mayo del 2020, del aumento de problemas psicológicos y suicidios a causa de la pandemia. Insta a los gobiernos considerar dentro de sus planes de acción la salud emocional el enfoque de género.
Las mujeres se ven mayormente afectadas porque desde la casilla de salida para el enfrentamiento con la COVID-19 ya llevan lastre, los condicionamientos sociales de inequidad por el hecho de ser mujeres, el arrastre histórico de vejaciones, cosificación, violencia, pertenencia al hombre, la doble y triple presencia desde que se ocuparon también de trabajar fuera de casa, etc. ahora la pandemia suma la constatación de nuevo que no tenemos los mismos derechos, pero si la obligación de cuidar, más paro, más trabajo y peor pagado, menos participación en la vida pública, política, techos de cristal, más agresiones, ¡peor salud!
Un diputado del PP manda “al médico”. Las mujeres van más al médico que los hombres. Si no existiera el programado desmantelamiento de la Atención Primaria en Madrid por la señora Ayuso, sería incalculable el número de mujeres que acudirían para la gestión emocional de esta pandemia; se prescribe ansiolíticos, antidepresivos, entre todos el famoso PROZAC. Se busca acallar, amortiguar el dolor, ir al síntoma en vez de a las causas, al origen de este mal-estar. Solución biologicista, reduccionista, cortoplacista, patologizante, los fármacos alivian pero no son inocuos, ni son las alternativas prioritarias para la OMS, ni para guías de reconocido prestigio, como la NICE, y sí para el holding farmacéutico y la sanidad privada, por los beneficios económicos que obtienen.
Desde la experiencia en la psicología clínica, me atrevo a hacer un diagnóstico más certero que caracteriza las afecciones de las mujeres, y que nunca aparecerá en los manuales diagnósticos al uso: INEQUIDAD CRÓNICA CONTEXTUAL, MÁS EFECTO PANDEMIA GENERALIZADA. Las condiciones de desigualdad en el trato, históricas, permanentes por ser mujeres, no están situadas en un área del cerebro que deja de funcionar bien, arranca de esos contextos sociales en los que nos han educado, con coacción a veces y lo siguen haciendo que no tenemos los mismos derechos ni oportunidades que el hombre.
En las mujeres, la receta pasa por modificar las condiciones de los entornos para ir a las causas de la “no enfermedad mental”, sino del mal-estar general, no sólo “tratar los síntomas”, sí empoderarlas. Ahí están, en el contexto el origen de nuestras reacciones emocionales, no solo en la mente, afecta a todo el organismo y a sus funciones, el muro de la discriminación por el género.
El pronóstico es preocupante, con recidivas del pasado, no solo por la pandemia, sino por el poder que pueden alcanzar visiones políticas, retrógradas, in-videntes que niegan la desigualdad, la inequidad por el hecho de ser mujer.
Prescribo ¡Vaya al psicólogo!, que es el especialista del comportamiento, para que le ayude a identificar las condiciones del entorno que explican sus reacciones fisiológicas de ansiedad, sus comportamientos depresivos de querer tirar la toalla, sus somatizaciones, su insomnio, las barreras autoimpuestas que le impiden delegar en los otros, salir de su mente y entrar en la vida que quiere; que le enseñe a potenciar sus recursos, sus habilidades que no están todavía adscritas a ningún fármaco por mucho que desde el holding farmacéutico así nos lo quieran vender.
¡Vaya a participar en la vida pública, en política! Vote aquellas alternativas que ponen el foco en la equidad, en la igualdad, y en las políticas sociales que la conseguirán.
¡Ustedes deciden donde va!