GETAFE/Memoria recuperada (18/04/2021) – El 15 de noviembre de 1904 el Rey Alfonso XIII inauguraba las instalaciones del cuartel militar donde, con diferentes nombres, tendrían su sede unidades pertenecientes a las armas de Artillería, Ingenieros y Caballería. Se trata de los edificios que hoy rodean al patio central del Campus de la Universidad Carlos III en Getafe.
Hasta la cesión de estas instalaciones al Ayuntamiento de Getafe en 1986 y su conversión en Universidad a partir de 1988, estos edificios habían albergado fundamentalmente a un Regimiento de Artillería, que con diferentes cambios en su denominación, se llamó, hasta 1936, “Regimiento de Artillería Ligera nº 1” y después de 1939 “Regimiento de Artillería de Campaña nº 13” en unas instalaciones que desde entonces se llamarían Acuartelamiento General Elorza. Su llegada a Getafe, junto a otras unidades militares a comienzos del siglo XX, supuso un fuerte impulso de desarrollo, en la medida en que las necesidades de suministro y mantenimiento de esta población militar aumentaban la actividad económica. En este sentido, en el Padrón de 1930, solo los soldados alojados en esta instalación suponían un 22% del total de los habitantes del pueblo.
De los sucesos ocurridos entre estos muros, los más importantes fueron los acaecidos entre el 17 al 20 de julio de 1936, porque marcaron el comienzo de la Guerra Civil en la localidad. Desde la victoria del Frente Popular en las elecciones de febrero de 1936 se conspiraba en el ejército preparando un golpe de Estado contra el gobierno salido de aquellos comicios.
Las dos principales guarniciones militares de Getafe eran, por un lado, la de este Regimiento y por otro la de la Base aérea. Pero la situación era diferente en cada una. Mientras los oficiales de aviación eran mayoritariamente fieles al gobierno recién elegido, los de Artillería estaban en contra y se relacionaban con los conspiradores. Dentro de la conspiración, el papel que se asignaba a los Artilleros era el control de la Base Aérea, impidiendo mediante el uso de sus cañones que despegaran los aviones.
Desde semanas antes del 20 de julio, grupos de paisanos vigilaban los movimientos en el cuartel. Está documentado que ya el 11 de julio se produjo una entrevista entre responsables de estos grupos y oficiales de aviación. Una vez conocido el comienzo de la sublevación en África el 17 de julio, se decretó el acuartelamiento de la unidad. Entre el 18 y el 19 crecía la tensión. El Coronel Jefe del Regimiento mantuvo conversaciones telefónicas con el jefe de la División y con el Alcalde Getafe. El General Inspector de Artillería realizó una inspección al Cuartel, pero sin pasar de la puerta de entrada. El 19 se sacaron cañones por la puerta de atrás, apuntando a la Base y en la madrugada del 20 los acontecimientos se aceleraron. Al amanecer se realizaron de ocho a diez disparos de obuses sobre la Base, pero sin acertar sobre los depósitos de combustibles o hangares donde estaban los aviones.
En ese momento, desde la Base se organizó un ataque de respuesta en el que participaron una fuerza compuesta de cinco aviones y tres columnas de tierra: dos de soldados de aviación al mando de los tenientes Hernández Franch y José María del Valle y otra compuesta de 60 paisanos armados e instruidos en la base por el Brigada Sol Aparicio. A estas fuerzas habría que sumar un número indeterminado de paisanos que rodeaban el cuartel y que el día 19 recibieron 100 fusiles de Madrid.
El bombardeo aéreo debió ser muy poco efectivo pero ocasionó un efecto desmoralizador entre la tropa de artilleros. Pero aunque la mayoría de oficiales parecían partidarios de la rebelión, entre los suboficiales y la tropa también había partidarios de permanecer leales al gobierno, -incluso conocemos que en el cuartel circulaba propaganda comunista antes de la sublevación- lo que hace pensar en que existirían algunos afiliados al PCE.
En medio de la confusión aparecieron algunas banderas blancas. Los atacantes entraron en el cuartel y el Coronel al mando Pedro Ramírez Ramírez aceptó rendirse siempre que fuera ante un oficial, y así lo haría ante el Capitán Manuel Cascón Briega, fusilado tras finalizar la guerra por los franquistas. La falta de organización y el aislamiento provocado por la decisión de quedarse en los cuarteles hizo que la sublevación fuera vencida por la acción conjunta de las tropas de aviación y un buen número de paisanos armados.
El entonces comandante Enrique Jurado Barrio se hizo con el mando y sacó las tropas que, leales al gobierno, participarían en el control de la sublevación de los Cuarteles de Campamento, llegando a asegurar para la República Alcalá de Henares y Guadalajara, además de participar en la defensa del Puerto de Somosierra. Antes de esto, el mismo día 20 de julio, las tropas del regimiento desfilaron por la Puerta del Sol, y mostraron el estandarte en el balcón del Ministerio de Gobernación, hoy sede de la Comunidad Autónoma de Madrid.
Como vemos, el fracaso de la sublevación en Getafe se convirtió en una baza significativa a favor de los leales a la República que contaron con un regimiento de Artillería cuya movilización tuvo consecuencias importantes en Madrid y provincia y por el contrario fue un negativo hándicap para los sublevados.
Una segunda consecuencia fue la apertura de una nueva situación política en la localidad. En Getafe se mantuvo la Comisión Gestora del Ayuntamiento, nombrada por el Ministerio de Gobernación en marzo, pero su autoridad se vio ahora discutida por la de los milicianos que se armaron en la Base Aérea y con los fusiles que vinieron de Madrid el día 19, además de seguramente con las armas que se obtuvieron tras la toma del cuartel. Se abrió, por lo tanto, una nueva coyuntura donde los milicianos eran la garantía de aplicación de las medidas incautadoras de tierras, empresas, y locales que se tomaban por comités obreros, con el respaldo de decretos emitidos por el gobierno republicano de Madrid. Una situación que, en realidad, era general en los territorios controlados por la República donde la respuesta a un golpe militar fracasado abría unas posibilidades revolucionarias que no existían antes, al producirse un marco de guerra civil donde se enfrentaban dos modelos sociales.
Una tercera consecuencia fueron las víctimas producidas en los combates. Entre los militares sublevados pereció, al día siguiente, un teniente debido a las heridas recibidas. Entre los sitiadores, fallecieron tres civiles, y entre los leales al gobierno fue herido de gravedad un Brigada y falleció el Maestro Armero seguramente ejecutado por los sublevados durante los combates, al negarse a cumplir órdenes.
Tras la rendición, los oficiales del regimiento fueron detenidos y trasladados a Madrid donde ingresaron en la cárcel. Entre los días 6 al 13 de septiembre de 1936 treinta de ellos fueron enjuiciados y finalmente sentenciados. El juicio quedó reflejado en la prensa republicana de la época y la mayor parte de sus actas y el conjunto del expediente se conservan en la Causa General, pudiéndose actualmente tener acceso digital a la voluminosa documentación generada. Los oficiales juzgados negaron cualquier relación con la sublevación y simplemente manifestaron que se defendieron de un ataque exterior, pero del conjunto de la documentación conservada se desprende que tenían contactos y una misión en el plan de Madrid para la sublevación, así como que fueron ellos los que dispararon primero obuses sobre la Base Aérea.
Considerados culpables de un delito de Rebelión militar, cinco militares fueron condenados a Pena de Muerte -que se cumplió el 15 de septiembre-, y dieciocho a Cadena Perpetua. Además, por un delito de negligencia, siete fueron condenados a 3 años y un día. De estos, uno consiguió el indulto y se incorporó al Ejército Republicano. Cinco de los condenados fueron ejecutados posteriormente en los sucesos de Paracuellos.
Una sublevación fracasada, que trajo como consecuencia el comienzo de la Guerra Civil, hace de estos edificios un lugar de Memoria importante para la historia de Getafe, que debe ser conocido por sus vecinos de hoy para entender y evitar los errores del pasado