GETAFE/Tribuna con acento (30/04/2021) – Procuro leer, por estar más informado, aunque mi voto esté ya decidido, las cartas que estos días nos envían las distintas candidatas y candidatos de todos los partidos políticos, anunciándonos en cuatro párrafos y de forma muy resumida las bondades de sus programas y lo que piensan hacer si ganan las elecciones de Madrid e invitándonos a reflexionar y a votar su opción con la lista de candidatos que adjuntan.
Estoy convencido de la poca efectividad que tiene esto y del enorme gasto que supone. Como, igualmente, también estoy convencido que lo saben sus remitentes. Pero forma parte de la parafernalia electoral y, además, representa, digamos, el compromiso por escrito, sin notario claro está, de lo que piensan ofrecernos si vencen. Es como un justificante detallado y abreviado del trabajo que están haciendo en ese camino hacia la consecución del triunfo y que necesitan mandar a la ciudadanía no sé para qué.
Y, en medio de esta excesiva acumulación de correspondencia, me ha llamado poderosamente la atención la carta que he recibido de Doña Isabel Díaz Ayuso, candidata por el Partido Popular. Y no precisamente por el mensaje que pudiese mostrar. No. Es porque viene en blanco. Está en blanco, sin texto alguno. Bueno, salvo la dirección del destinatario, el logo del partido, la manida palabra “libertad” y el apellido de la candidata
Ante mi sorpresa, he buscado insistentemente por el anverso y el reverso de la misiva algún “código QR” que estuviese mal ubicado u oculto junto a la fotografía de la candidata y que, una vez descifrado, me ayudase a conocer lo que propone y oferta, pero no lo he encontrado.
Entonces, ante este inexplicable e inexistente contenido epistolar, no he sabido a qué atenerme ni he logrado interpretar el mensaje, quizá subliminal, que me ha querido transmitir nuestra actual Presidenta en funciones con esta forma de comunicarlo.
He decido por mi cuenta buscar una explicación sobre tal hecho. Entender cuál ha podido ser la causa de actuar así y encuentro para mi satisfacción algunas respuestas que, quizá y probablemente, justifiquen tal comportamiento. Es posible que Doña Isabel, en sus apariciones, convencida por su megalomanía, esté tan segura de que la ciudadanía ha entendido tan bien su particular programa que no necesita detallarlo en una carta. Podría ser. O, por el contrario, como Doña Isabel no ha hecho prácticamente ninguna propuesta concreta y real para beneficiar a la mayoría de las madrileñas y madrileños en esta campaña, de eso estoy convencido yo, no quiere comprometerse por escrito con proclamas que luego le puedan resultar lesivas por un exceso de reclamaciones.
Al final, probablemente todo va a dar igual. También estoy convencido de que la mayoría de los destinatarios de esta propaganda electoral no la leen, ni abren el sobre que la contiene, depositándola directamente en el contenedor del papel, en el mejor de los casos. Pero creo que no deja de ser una falta de respeto al electorado, tanto a favor como en contra, el envío de una carta en blanco, que no dice nada. Aunque, quizá por ello, diga mucho de quien la envía. Es como el timo de la estampita, en el que la imagen es suficiente para convencer al receptor de la mercancía, que ha hecho un buen negocio y, encima, sin haber recibido explicaciones.
Quizá, la próxima vez, debería poner unas palabras, aunque sólo fuese para animar a sus seguidores, reales o hipotéticos, y cumplir de paso, como decía anteriormente, con la parafernalia electoral.
Probablemente, luego, no sirva de nada, pero estaría en consonancia con el resto de candidatos y candidatas.