Yo desconfío del amor de alguien a su amigo o a su bandera cuando no lo veo esforzarse en comprender al enemigo o a la bandera hostil.
José Ortega y Gasset.
GETAFE/Todas las banderas rotas (31/03/2021) – Está pasando que, por enésima vez en poco tiempo, hemos de ir a elecciones. En otra época, cuando se nos convocaba a las urnas solía hablarse de “la fiesta de la democracia” pero, en las circunstancias actuales, no creo que nadie se atreva a utilizar esas palabras para referirse a las del 4 de mayo en Madrid.
También está pasando que la campaña electoral, que debería comenzar a mediados de abril, se ha iniciado ya. Es una campaña que, en mi opinión, ha empezado con mal pie porque esta convocatoria de elecciones y, en consecuencia, esta campaña tiene su origen en una moción de censura que se presenta en Murcia y que Isabel Díaz Ayuso coge al vuelo para hacer lo que, ya desde hace tiempo, tenía pensado hacer: consolidar su presidencia en la Comunidad de Madrid con una mayoría absoluta; no lo hace por el interés de los madrileños sino por el suyo exclusivamente.
También se inicia con mal pie porque aparece, no como una competición entre varios adversarios políticos, sino como el Armagedón, como la batalla final entre el Bien y el Mal (así, con mayúsculas), entre “libertad o socialismo”, entre “comunismo o fascismo”… Y, planteadas así las cosas, parece que lo que no importa nada son las propuestas de cada cual para mejorar nuestra vida.
Esto es lo que algunos llaman “polarización” que consiste en quitar al debate político (cuando lo hay, que eso ya sería un logro importante) cualquier atisbo de racionalidad y llevarlo al terreno de la visceralidad, alejarlo de la cabeza para llevarlo a las tripas; en otras palabras, nos empuja a negar la riqueza de la pluralidad y los matices forzando a los líderes políticos, si quieren ganar, a dividir en lugar de unir. Lo que nos están diciendo es que, si somos rojos, hemos de excluir a los azules, y viceversa, los azules no pueden convivir con los rojos: o eres de Ayuso o eres de Iglesias.
Algo no funciona en una sociedad si acepta todo esto en medio de una pandemia que se está llevando por delante a miles de conciudadanos y hace sufrir a millones; algo no funciona si algún dirigente político se desentiende de esa realidad y prefiere poner en riesgo lo conseguido a lo largo de muchos años de esfuerzo común: sistemas de sanidad y educación públicos, el estado de bienestar aun con todas sus carencias, un modo de vida democrático que podamos ir mejorando mediante la justicia social y la solidaridad.
Porque esto es lo que pasará si permitimos que nos lleven por esos derroteros: ¿Seguirán los partidos de la izquierda madrileña practicando lo que decía El Roto: la derecha con la derecha y la izquierda contra la izquierda? ¿Todavía no han aprendido nada? ¿O es que prefieren no entenderse?
La derecha, evidentemente, está unida –podríamos decir “soldada”- en torno a Díaz Ayuso, este es un asunto sabido y que no merece que le dediquemos mucho espacio. Lo que interesa analizar, visto que las primeras encuestas parece que indican, otra vez, el triunfo de la derecha, es el posible comportamiento de la izquierda para revertir ese pronóstico.
Hemos empezado mal también en esto. A la izquierda del PSOE parecen pesar más los protagonismos, los egos de los protagonistas, que la reflexión sobre lo que más conviene, al menos al comienzo: el todavía vicepresidente irrumpe, como es su costumbre, repartiendo los papeles, diciendo a cada cual lo que debe hacer, situándose como director de orquesta aunque, estratégicamente, diga que está dispuesto a ocupar el puesto que le toque; (Podemos celebra primarias a la búlgara: de 13.427 votos emitidos, 607 votos en blanco, el resto al “Equipo Pablo Iglesias”, ninguno en contra). Mónica García, la cabeza de lista por Más País, se revuelve y defiende su derecho a ocupar el lugar preeminente arguyendo, con mucha razón, su historial de oposición en la Asamblea y, equivocadamente, su “pedigrí” feminista: no debería haber enfrentamientos en ese terreno. Por su parte, Gabilondo, el candidato –a la fuerza- del PSOE, en su afán, legítimo, claro, de ocupar todo el centro izquierda, expulsa de ese lugar a Pablo Iglesias Turrión –a “este Pablo Iglesias”, concreta, falta por explicar cómo habría de ser el Pablo Iglesias con el que estaría dispuesto a pactar-, mal comienzo para quien se quiere presentar como hacedor de consensos y constructor de puentes; muy mal comienzo también que la lista electoral se haya hecho ¡otra vez! en Ferraz, sin primarias y dejando fuera a algunos que se han batido el cobre en la oposición –Causapié, Freire…- para incluir a mensajeros del poder central; no es que resuciten el guerrismo y el acostismo es que nunca habían muerto.
Ya, ya sé que esto es la campaña, que ya ha comenzado, como la primavera del Corte Inglés, un mes antes de la fecha oficial. También hay que tener en cuenta que la maniobra interesada de convocar las elecciones repentinamente les ha cogido a todos a contrapié. Pero hay que reconducir esta situación, todavía hay tiempo. Porque lo que está en juego es muy serio; si Madrid ha sido siempre el laboratorio de la derecha para experimentar las políticas neoliberales más agresivas que pretende imponer a todo el país cuando lo gobierna, si siempre esto ha sido muy perjudicial para los madrileños, ahora la situación es mucho más grave porque el PP está dispuesto a hacerlo con la colaboración de Vox, bien sea dándole entrada en el gobierno de la Comunidad o contando con su apoyo externo.
Sostengo, insisto, que hay tiempo para reconducir la situación, para convencer a los votantes de izquierda de que deben ir masivamente a votar, que no deben dejar de hacerlo por cansancio, apatía o desilusión, por muy justificado que esté ese estado de ánimo; y para convencer a los votantes del centro, centro derecha, centro izquierda o como demonios se llame ese espacio tan inconcreto en que se mueven un gran número de ciudadanos que huyen de los extremos, que quieren una democracia donde se respete al adversario, sin insultos y sin banderas divisivas al viento.
Si conseguimos atraer a las urnas a esa gran mayoría de ciudadanos que quieren que todos tengamos un sistema sanitario público robusto, con profesionales que no quieran irse porque se sienten mal pagados y peor tratados, y usuarios que sigan pensando, con razón, que disfrutan de uno de los mejores sistemas sanitarios del mundo; que quieren una enseñanza pública laica e igualitaria en la que tanto los enseñantes como los alumnos se sientan bien acogidos y no discriminados y que sirva para crear una sociedad de hombres y mujeres libres e iguales; que esperan un sistema de pensiones justo y suficiente; que exigen una fiscalidad que sirva para que los que más tienen paguen solidariamente más que los que menos tienen y podamos, así, construir una sociedad justa…
En fin, una vez que hayamos votado, si hemos conseguido expulsar a la derecha y a la ultraderecha del gobierno de la Comunidad de Madrid, llegará el momento de que los elegidos por los ciudadanos que defiendan lo que digo en el párrafo anterior, se pongan de acuerdo para conseguirlo; no importará el modo, sea gobierno de coalición o cualquier otro modelo; no ha de importar tampoco quien encabece ese gobierno o cuantos puestos tenga cada uno en él, porque no son los egos ni los protagonismos los que nos harán más felices a los madrileños.
Pero lo que puede pasar es que volvamos a las andadas, lo que tantísimas veces hemos conocido: peleas por los puestos, líneas rojas, puristas que no admiten ni el más mínimo desvío de la ortodoxia… Los ciudadanos no podremos evitar eso, estamos en sus manos.
Libertad
15 abril, 2021 at 10:28
El socialismo es el cáncer de cualquier sociedad, solo hay que coger un simple libro de historia para darse cuenta.
Hipólito Timoneda
31 marzo, 2021 at 10:54
A LA MIERDA TODOS¡¡¡¡¡¡