GETAFE/Memoria recuperada (18/03/2021) – El edificio que hoy alberga la Biblioteca Ricardo de la Vega tiene una historia muy antigua que arranca del primer tercio delo siglo XVII, cuando se construyó como Real Cárcel y Pósito (Depósito) de granos. Ignoramos el nombre del arquitecto que dirigió su edificación, si bien ésta siguió la línea de la arquitectura civil madrileña preponderante en aquel momento. El resultado fue un edifico de planta rectangular de 803 m² de superficie y dos plantas. La fachada principal inicial daba a la calle Calvario. Su puerta de entrada, todavía original, estaba adornada por un reborde de sillares almohadillados que daban acceso a un espacio cerrado donde estaría la vivienda del alcaide o director y dependencia administrativas. Después se abría un pasillo central con dependencias, celdas, a los lados. El piso superior era un espacio abierto donde existía, además, un desván o sobrado, acorde con su función de depósito de granos. Su planta, en la fachada contraria a la calle Calvario contaba además con un patio adosado cerrado por una valla, que daba a lo que hoy sería la Plaza del Beso, y que actualmente no se conserva. Hasta el siglo XIX este edificio existía a la vez que otra prisión municipal, que finalmente fue integrada en sus instalaciones.
Nada más terminada la Guerra Civil comenzaría su fase más negra, convertida en prisión del Partido Judicial de Getafe pero acogiendo también a los presos de los Partidos Judiciales de Chinchón y Navalcarnero. En noviembre de 1938 el Ayuntamiento recibió de la prisión provincial de Toledo el encargo de tomar la dirección del edifico. El 20 de abril de 1939 llegó de Madrid Eugenio Vargas nombrado director de la cárcel¹. Cuando este hombre se presentó para ejercer como director los datos de situación que testimonia permiten acercarnos al carácter de almacén de presos que tenían estas instalaciones, por otra parte típico de las prisiones franquistas en la época. No había luz eléctrica, ni agua que era traída en un camión aljibe militar y en cubos desde las fuentes del pueblo. Tampoco había cocinas. Todo se traía cocinado desde fuera por lo que llegaba siempre fría. Además la comida era escasa. Tampoco existían instalaciones sanitarias. Los presos/as y presas hacían sus necesidades en unas latas que se recogían una vez al día. Los encarcelados dormían en el suelo. En el documento de entrega al Ayuntamiento de 1938 se hace constar que en el apartado “Menaje, jergones y mantas para reclusos” solo existía “una cama y somier de enfermería”, haciéndose mención expresa de que “no existían más existencias”. La asistencia sanitaria existía solo en teoría.
A todas estas pésimas condiciones debemos sumar también una increíble masificación. A esta Cárcel iban a parar personas de un extensísimo territorio, los partidos judiciales de Getafe, Chichón y Navalcarnero, lo que quería decir que al sur de Madrid, en el territorio de lo que hoy es la Comunidad, solo había dos cárceles: esta y la de Aranjuez. Además era una cárcel de paso hacia otros destinos en Madrid, por lo que las estancias podían no ser muy largas, aunque conocemos casos de estancias de muchos meses e incluso años. Los internos e internas eran personas venidas de un amplio territorio, muchos en tránsito hacia otros lugares, pero en unas cifras que nos resulta difícil imaginar cómo podrían caber dentro.
El testimonio de Eusebio Vargas, su director, en la presentación de su currículo para aspirar al puesto de administrador en la prisión de las Ventas, es la principal fuente para establecer cifras. Según él, cuando llegó, el 20 de abril de 1939, había ya 138 presos, pero el número de ingresados se disparó y en el verano de ese mismo año había ya 1.700 por lo que tuvieron que habilitar el Hospitalillo de San José para albergar a 300 de ellos. A comienzos de 1940, el número de internos se mantenía constante. Eugenio Vargas declaró que había un total de 1.767 presos. De ellos, 1.498 se encontraban en el edificio de la Cárcel y 269 mujeres internas se hallaban en el Hospitalillo de San José. Cuando todavía no había pasado un año desde el final de la guerra, el director del establecimiento declaró que habían pasado por allí, 2.658 reclusos/as. Si bien sabemos que era una cárcel de paso y por lo tanto, tal cantidad de personas nunca estuvieron juntas a la vez, semejantes cifras hacen difícil concebir como serían las condiciones de vida en la cárcel, que por otro lado, tampoco eran privativas ni especiales de este establecimiento. Para que nos hagamos una idea del número de cárceles que había en Madrid capital en esa época, así como de la cantidad de presos que alojaba cada una, Mirta Díaz Balart en su obra Consejo de Guerra pág. 29 cita los siguientes establecimientos con su correspondiente cifra de reclusos: Porlier: 4.000; Torrijos: 3.000; Yeserías: 3000; Ventas: 4.000; San Antón: 2.000; Atocha: 2.000; Santa Rita, 4.000; Comendadoras: 1.000; Santa Engracia: 1.000; Claudio Coello: 1.000; Duque de Sexto: 800 y Conde de Toreno: 700. Aunque la lista es impresionante, con ella no se cierra el total de las cárceles de Madrid en la época. La misma autora cita varias más, aunque sin aportar el número de presos.
Volviendo al caso de Getafe, en el Padrón Municipal de 1940 se recoge la presencia en la cárcel, a finales de ese año, de 600 personas al mismo tiempo. Basándonos en este Padrón y otros documentos hallados en el Archivo General del M. del Interior, se ha podido reconstruir los nombres de 1.368 personas, hombres y mujeres, que pasaron por sus instalaciones. Considerando exclusivamente el Padrón Municipal de 1940, encontramos una gran mayoría de hombres jóvenes, el 64,37%, entre los 21 y los 39 años. Eran trabajadores manuales ocupados en el Sector Primario y Secundario en un porcentaje de hasta el 84,11% del total, de los que el 41,8% eran Obreros Agrícolas.
A la absoluta falta de higiene y masificación de esta masa humana apiñada en un edifico a todas luces pequeño para esa cantidad de internos, a la mala alimentación y los malos tratos, debemos sumar el terrible desgaste psicológico que se producía en los amaneceres en que eran sacados de esa cárcel personas para ser fusiladas en cumplimiento de las sentencias de muerte emanadas del Tribunal Militar que existía en Getafe. Una testigo de aquellos acontecimientos, la Rosario Dinamitera a quien Miguel Hernández escribió un poema que fue causa de su fama y motivo de su detención explicó así aquellas noches de terror : “Sí se fusiló. De la habitación que estábamos las mujeres, por la ventana se veía de madrugada la calle. De madrugada venía un coche que a mí me dolía mucho, porque era un coche de la basura donde sacaban a los hombres para fusilarlos. Iban de pié porque no cabían sentados. El coche era un carro con un borriquillo. Los hombres, tres o cuatro, iban de pié porque no había sitio para sentarse. Era un carro de la basura. Llevaban una campanita y a mí me daba eso un dolor… En un carro de basura que les llevaban a fusilar. Y las mujeres, pues estábamos esperando sin dormir esa hora, como los veíamos tan fácilmente desde la ventana sufríamos mucho. Esperábamos a verlos pero no les podíamos decir ni adiós, porque teníamos tanto miedo que no nos dirigíamos a ellos. Era un sufrimiento tremendo”. Según Rosario Sánchez Mora “rara sería la semana que no hubiera fusilamientos… Los veíamos muy a menudo, más de una vez por semana”. Ella estuvo presa en Getafe 5 meses, – de mayo a septiembre de 1939-, meses en los que se fusiló en Getafe como sabemos por éste y otros testimonios, pero también por documentación de archivo, sin que por el momento podamos precisar el número.
Como vemos el nombre de la calle en que estaba situada la puerta de entrada, Calvario, resultaba toda una premonición. Los millares de personas que pasaron por esta Cárcel sufrieron un calvario que no debemos olvidar y del que debemos aprender para evitar, en la medida de lo posible, su repetición. Verdad, justicia y reparación para todos son una necesidad que no debemos olvidar, unido a la necesaria libertad para aprender de nuestro pasado.
En 1951 el edificio dejo de utilizarse como cárcel, en 1955 fue ofrecido a la Guardia Civil que no lo aceptó. A partir de 1967 se convirtió en un Centro de Educación de Adultos y en 1989 comenzó la remodelación que lo convertiría en la biblioteca actual.
1 Los datos utilizados en este artículo sobre la situación de la Cárcel de Getafe en el periodo 1939/41 han sido sacados de la obra de Fernando Hernández Holgado , “Mujeres encarceladas. La prisión de Ventas: de la República al Franquismo, 1931-41”. Madrid. Marcial Pons. 2003 – Pág. 203 a 214 y 226. Aunque el libro habla de la cárcel de Ventas, en Madrid, narra como el director de la cárcel de Getafe, Eugenio Vargas, fue trasladado como administrador a la de Ventas, y al reconstruir su currículo nos cuenta algunos datos de la cárcel de Getafe cuando él estaba destinado en ella.