GETAFE/La piedra de Sísifo (16/03/2021) – Lo reconozco, cuando conocí la convocatoria de elecciones a la Comunidad de Madrid, perpetrada por Isabel Díaz Ayuso (IDA para el mundo), lo primero que me vino a la cabeza fue la última escena de Thelma y Louise, con el descapotable, azul PP, que salía volando por el precipicio, e IDA y MAR (Miguel Ángel Rodríguez, presidente en la sombra), brindando con un güisqui de malta de los caros, por el triste éxito de su aventura. Cuando todos esperábamos la caída en picado, un paracaídas en forma de urna llena de votos verdes, les ayudó a posarse suavemente en un suelo compuesto por arenas movedizas, dispuestas a engullir el coche y sus ocupantes..
En su despacho, en la célebre séptima planta de la calle Génova, 13; Pablo Casado juraba en arameo no sé qué de los ancestros de IDA y MAR, mientras se tiraba de los pelos yendo de pared a pared, en el deambular histérico propio de quien duda si tirarse él por la ventana o tirar a la caterva de impresentables que le rodean. Mientras tanto, en el despacho vecino, Teodoro García Egea, añora sus tiempos de lanzador profesional de güitos de aceituna, y del prometedor futuro que le aguardaba y al que renunció para entregarse a una gaviota, que acababa de cagarle generosamente encima; los teléfonos no dejaban de sonar y, cada llamada, iba incrementando el tono amenazante de su interlocutor de turno. Ya fueran los barones del partido, algunos militantes de tronío (y mala hostia por toneladas), anónimos donantes de cifras sobradas de ceros, periodistas de los de a tanto la línea y algún comercial de Orange que también se atrevió a echarle la bronca; todos, sin excepción, le recordaron sus orígenes murcianos y el desmadre que hay en un territorio que debía tener controlado y, como dicen en Murcia, “Po loh cohone…”. Teo viajó a Murcia y, en un pis pas, negoció con los díscolos diputados de Ciudadanos, que solo estaban necesitados de cariño. De cariño y algún puestecito en el Gobierno autonómico que suavice la crudeza de la vida con sueldo generoso y chófer.
Ignacio Aguado; hasta ese momento el vicepresidente que lo mismo te arregla la cisterna del WC, te instala el Windows o da una rueda de prensa, da igual el asunto, y espera a que la presidenta IDA salga a darle patadas en el culo ensañándose con su aparente candidez; no entiende lo que está pasando. Él siempre fue dócil y obediente y se lo pagan así, con una convocatoria electoral en la que se arriesga a dejar votos a deber, dada la espiral de hundimiento en que han entrado su partido, el otrora pujante Ciudadanos, o Cuñadanos, o PP marca naranja, como quieras llamarlo.
Las filas de diputados de izquierda, enarbolando antorchas encendidas, horcas puntiagudas, bolígrafos rojos y demás armas improvisadas, se dirigía a la mesa de la Asamblea gritando todos a una (o a dos, o a tres, ya sabemos la unión que caracteriza a la izquierda): “Queremos Moción de Censura, queremos moción de censura, queremos moción de censura, …”. IDA, MAR y su corte de palafraneros, frenaban su impulso inicial que arrollarlos al galope, más que nada, porque la sangre sale fatal de la moqueta, y procedieron a disolver la Asamblea para dirimir sus cuitas en las urnas. IDA, con más la chulería que una asamblea de abusones de colegio, decidió que le gustaba que la llamaran fascista, porque significaba estar en el lado bueno de la historia, literalmente y Pablo Iglesias se despidió de su aburrido puesto en la Moncloa, se enfundó la capa roja y se lanzó, turrutera abajo, hacia las urnas, dispuesto a responder al fuego azul con fuego rojo, llama por llama, y que pasase lo que tuviera que pasar.
Tras la turba, un reflexivo Ángel Gabilondo se dirigía en tono didáctico a la multitud que se alejaba: “Si queremos vencer en las urnas, debemos dejar de lado nuestras diferencias y lograr, esta vez sí, la necesaria unión de la izquierda y su mensaje, solo así doblaremos el brazo feroz de una derecha cada día más envalentonada”. Un mesurado discurso ignorado por la masa harta de abusos y sedienta de sangre; aunque alguno que lo escuchó de rebote pensó que entre tanto mensaje radical en un lado y del otro, a lo mejor este señor, casi sin quererlo, captaba el voto moderado que nadie más estaba buscando y se llevaba el gato al agua.
Lo sé, tengo que hacer algo con esta imaginación mía que se me va de las manos por momentos. Mientras tanto: Sé feliz.