GETAFE/Todas las banderas rotas (17/03/2021) – Se está hablando mucho últimamente de la “fatiga pandémica” pero yo siento, aún más, una enorme fatiga y hastío por el panorama que la mayoría de los políticos ponen ante nuestros ojos.
Lo ocurrido en Murcia la semana pasada podría ser una tragicomedia pero sin gracia, así que creo que se queda en una farsa de la peor calidad. Cualquiera que se haya preocupado de enterarse, aunque sea someramente, de lo que viene ocurriendo en Murcia durante casi todos los años en que allí gobierna el PP, entenderá que la moción de censura estaba más que justificada: la corrupción y las prácticas mafiosas, confesadas por alguno de sus protagonistas, estaban perfectamente instaladas en muchas de las instituciones; solo un botón de muestra: en octubre de 2020 el PSOE murciano entregó a la Fiscalía un informe, con reportaje fotográfico incluido y certificación notarial, que demostraría que, en un solo contrato, se habría producido una malversación del 30% en el Ayuntamiento de Murcia.
Claro que lo que podría haber sido un acto de justicia, sacar del poder a quien permitía que se cometieran presuntos delitos y se aprovechaba de ello, pasó a convertirse en un esperpento político, en una segunda edición del tamayazo de junio de 2003 perpetrado ¡oh casualidad! por el mismo partido que lo llevó a cabo entonces. La historia comienza cuando los diputados del PSOE y los de Ciudadanos acuerdan presentar una moción de censura contra el gobierno del PP en la Comunidad y en el Ayuntamiento de la capital (no hay que perder de vista que, hasta ese momento, Ciudadanos formaba parte de ambos Gobiernos con el PP); hasta aquí todo normal, los motivos de uno y otro seguramente son distintos, pero el objetivo es claro: acabar con un gobierno presuntamente corrupto.
El nudo de la historia es el viaje desde Génova 13 a Murcia del murciano García Egea, secretario general del PP, para “convencer” a los diputados autonómicos de Ciudadanos de que revoquen su decisión. Lo consigue con tres de ellos haciendo imposible que la moción salga adelante (a reserva de lo que hagan los ex Vox, aunque es muy improbable que se separen del PP).
El desenlace es que la moción, salvo milagro improbable, no saldrá y que los ex Ciudadanos pasan a formar parte del gobierno de Murcia con el sueldo y demás prebendas que corresponde: es lo que se llama un tamayazo en toda regla. Para ello el PP ha incumplido a la luz del día el pacto anti trasfuguismo que firmó el 7 de julio de 1998 y renovado en 2000, 2006 y 2020 por el que los partidos se comprometían a desincentivar el trasfuguismo político y a “impedir la utilización de tránsfugas para constituir, mantener o cambiar las mayorías de Gobierno de las instituciones públicas”; exactamente lo contrario de lo que ha hecho en Murcia.
Pero la historia no acaba ahí, ha tenido otro desenlace en Madrid con la presentación de sendas mociones de censura por parte de Más Madrid y del PSOE y de la convocatoria de elecciones por parte de la presidenta Díaz Ayuso; esta dice que hay que elegir entre socialismo y libertad –después del desembarco de Iglesias Turrión en la campaña madrileña, lo ha cambiado por comunismo o libertad- pero no se refiere a la libertad de todos representada en la salud pública, sino a la libertad individual, la de los negocios, la del sálvese quien pueda; realmente lo que ofrece Ayuso es socialismo o corrupción. Lo cierto es que el socialismo y el comunismo en España lucharon contra Franco y su dictadura, mientras que la derecha que ella representa mantuvo a esa misma dictadura y, si no lo remediamos, volverá a traer algo similar de la mano de Vox.
Porque lo que quiere Ayuso, y esta es la razón principal de su convocatoria electoral, no nos engañemos porque lo ha dicho con toda claridad, es gobernar en solitario con mayoría absoluta -lo que ya puede ser una forma de dictadura-, pero al banquete carroñero de los despojos de Ciudadanos acudirá también Vox en busca de su parte del festín y será entonces cuando conoceremos el auténtico desenlace de toda la historia… si no somos capaces de cambiarlo antes mediante el voto.
Porque Díaz Ayuso es la mejor representante del trumpismo en España y heredera de Aznar y Esperanza Aguirre. Practica, con éxito en muchos ambientes y medios, la mentira, las noticias falsas; el mejor ejemplo es la forma en que está gestionando la pandemia: en su enfrentamiento permanente con el gobierno central, dice que no quiere seguir las directrices que adopta el Consejo Interterritorial del Sistema Nacional de Salud porque su gestión es exitosa; la realidad es que las cifras la desmienten, en la mayoría de los parámetros Madrid está en los puestos de cola.
En fin, la convocatoria de elecciones es una forma de ocultar esa realidad, de evitar que se hable de ello; en definitiva, es una burla a la democracia y a todos nosotros.
Lo que a mí me parece que pretende también es la recomposición de la derecha muy erosionada últimamente por diversas razones: la desaparición de Ciudadanos, anunciada desde hace tiempo, a quien se le está poniendo cara de UPyD. La falta de liderazgo de Casado en el PP que debe estar notando en el cogote el aliento de los partidarios de Aznar y Esperanza Aguirre. Los errores de uno y otro partido que solo sirven para hacer crecer a Vox.
Por otra parte, la izquierda no saca partido a esta situación: en Murcia, los socialistas, con 17 diputados, incomprensiblemente ofrecen a Ciudadanos, que solo tiene 6, la presidencia; en Madrid, el PSOE y Más Madrid presentan, cada uno por su lado, sendas mociones, sin atisbo de conversación o acuerdo previos. Pero no es eso lo más importante; mientras todo esto ocurre, el gobierno de coalición gasta grandes cantidades de energía en mostrar y desmentir sus diferencias lo que, en ocasiones, hace que pensemos que creen que somos idiotas. No hace falta ser un genio, cualquiera que tenga una capacidad intelectual normal sabe que un gobierno formado por dos partidos distintos ha de tener, por fuerza, formas de enfocar los asuntos y criterios diferentes; el problema no es ese, sino no ser capaz –o no querer- discutir y resolver las diferencias internamente, de manera que toda la energía vaya dirigida, nada más, a resolver los problemas de la gente, a hacer política efectiva, no en calcular cómo estará situado cada uno cuando lleguen las próximas elecciones generales, que es lo que parece.
En el penúltimo movimiento de lo que ya parece vodevil, Pablo Iglesias Turrión anuncia que deja el gobierno para encabezar la candidatura de Podemos en la convocatoria madrileña buscando que su tirón evite el fracaso de Podemos en estas elecciones. La primera consecuencia de esto es que Díaz Ayuso saca pecho diciendo que España le debe algo: haberle hecho salir del gobierno; a mí me parece que esta decisión del vicepresidente, ha hecho crecer varios enteros a Díaz Ayuso: le ha puesto en bandeja presumir de que la izquierda la teme porque todo un vicepresidente del gobierno se ha visto obligado a dejar su puesto para enfrentarse a ella.
Según dicen algunos analistas nos encaminamos de nuevo al bipartidismo que creíamos superado. Ciudadanos será fagocitado por el PP y Podemos lleva una deriva calcada de lo que fue Izquierda Unida. Sin trascender al plano nacional, ciñéndonos solo a la Comunidad de Madrid, hay que constatar la histórica falta de capacidad de la izquierda madrileña, específicamente del PSOE, para construir una política propia, independiente de los órganos federales o de Moncloa cuando le tocaba gobernar (acordémonos del guerrismo y del acostismo). El PSOE, Podemos y el resto de la izquierda están obligados, además de dejar sus diferencias de lado para ganar el gobierno madrileño, a dignificar la política, primero en Madrid y después en el resto de España. Nos lo deben para que, de una vez por todas, nos abandone el hastío.