GETAFE/La piedra de Sísifo (24/02/2021) – En esta siniestra partida del juego letal del virus, en que nos hemos visto envueltos desde hace un año, va por la tercera vez en que percibimos que nos acercamos a ese final que nos hace vencer y, la prisa, el cansancio, el miedo y, la desesperación en algunos casos, nos induce a precipitarnos, relajar las precauciones antes de tiempo y caer en la maldita calavera, que nos obliga a volver a una dolorosa casilla de salida. Ya tenemos delito.
Es cierto que hay buenas noticias que nos infunden esperanza en forma de vacunas que, tras haber sido administradas en las maltratadas residencias de mayores, han reducido drásticamente tanto su incidencia como la gravedad de los casos detectados. Sí, poco a poco la ciencia nos está ayudando a encontrar fórmulas que metan en cintura al bicho, pero la naturaleza siempre tiene respuestas y, cada vez que cometemos una estupidez en forma de conducta irresponsable, le estamos dando una oportunidad al virus para que mute, se haga resistente a la inmunización que conocemos y volvamos a empezar.
E, incluso, esa irresponsabilidad no radica solo en la conducta equivocada de algunas personas, sino que dentro de los puestos de gobierno con potestad en la gestión sanitaria, sobre todo en las comunidades autónomas, hay conductas profundamente reprochables que rayan la inconsciencia.
Veo con envidia a mandatarios de otras zonas de Europa que, con cifras claramente inferiores a las nuestras, adoptan medidas más drásticas y no las levantan hasta que no ha pasado completamente el peligro. No vale el argumento de la economía porque se ha demostrado durante este último año, que son más eficaces las medidas drásticas durante un tiempo tasado que la relajación sine die que nos sitúa en una montaña rusa de subidas y bajadas de contagios, hospitalizaciones y muertes si una salida clara, con consecuencias nefastas para todos los sectores productivos.
A medida que va remitiendo el efecto de la llamada Tercera Ola, y con la Semana Santa en el horizonte, a alrededor de un mes vista, se empieza a subir el volumen, hasta ahora amortiguado, de los voceros empeñados en difundir el mantra “Salvar la Semana Santa”, igual que anteriormente “salvamos” el verano y la Navidad, con los terribles resultados por todos conocidos.
Desde el ámbito científico ya se ha puesto fecha, para evitarnos sorpresas, a la llegada de la Cuarta Ola, estimada a partir de mediados de abril; de nosotros depende con qué virulencia nos ataque y, también, qué incidencia y consecuencias tendrán las nuevas variantes que aparecen casi a diario y cómo puede esa circunstancia afectar al proceso de salida de la pandemia.
No nos dejemos atraer como incautos por cantos de sirena en forma de vacaciones (deseadas por todos), no los cambiemos involuntariamente por los cantos de la sirena de las ambulancias.
Con todo, sed felices.