GETAFE/Tribuna con acento (25/02/2021) – Escribo estas palabras cuando Linares está dejando desafortunadamente de ser portada de informativos apartada por el encarcelamiento de Pablo Hasél Y las manifestaciones posteriores. Digo desafortunadamente porque, aunque no comparto ni una letra, ni un fonema del “cantante” defiendo su derecho de expresión. El suyo y el de tantos que son represaliados por decir cantando, lo que muchos medios dicen en sus páginas. Digo desafortunadamente, porque manifestaciones justas contra la violencia policial como en Linares o a favor de la libertad de expresión, se conviertan por la acción de grupos organizados de provocadores en mensajes de destrucción y saqueo que ocultan y aplastan el sentido justo de las protestas.
Pero quiero hablar de lo que ha pasado y está pasando en Linares. Que no es Linares; que es Andalucía; que no es Andalucía; que es España. Cuando mis amigos me preguntaban ¿qué pasa en Linares? yo les decía “es un incidente ocasional”. Pero no es una anécdota, la violencia policial está basada en un hecho tristemente constatable: La tolerancia de las autoridades y la tolerancia, cuando no colaboración, de los jueces con las actitudes más violentas, autoritarias y fascistas de las fuerzas del orden. El jaleado «a por ellos”, se puede convertir en el “ahora vienen a por mí, pero ya es tarde”. Creo que la inmensa mayoría de los miembros de las fuerzas del orden y de los jueces son personas que entienden que su trabajo es defender la ley (y hasta la justicia) sin mirar el carnet político ni la nómina de quien tiene enfrente. Pero una minoría, como en el caso de las manifestaciones, parece que representa a todos. Y, en este caso, una minoría que cree poder operar con absoluta impunidad y actuar en consecuencia (dentro o fuera de servicio). Según parece, los policías protagonistas del incidente de Linares ya habían tenido antes episodios similares. Lo que ocurre es que sin el testigo de una cámara y sin repercusión mediática. Que tomen nota las autoridades que se han rasgado las vestiduras sobre este suceso. Quizás pudieron evitarlo si no hubieran “mirado para otro lado” en episodios anteriores.
La segunda parte del tema Linares es la desindustrialización y la dramática pérdida de empleo que han llevado a la ciudad al porcentaje más alto de paro. Me vine a vivir a Linares porque era y es una ciudad hermosa y acogedora. No importa lo que digan las estadísticas de un informe sobre economía y calidad de vida que sitúa a Jaén y Linares en la cola de las grandes ciudades. Las estadísticas no miden la solidaridad, la cercanía de personas y establecimientos, miden el consumo de gasolina, la inversión, los metros cuadrados de jardín, pero no miden la calidad del aire, ni el campo “a tiro de piedra” (perdón no están las cosas para tirar piedras). Se miden cuestiones que no son parámetros precisamente de la felicidad. Por ejemplo, no se mide la cultura. Linares tiene cinco museos, pequeños pero muy interesantes: El de Andrés Segovia con sus recuerdos, sus guitarras, sus partituras, su música; el museo municipal para “sentir” la ciudad y experimentar los sonidos de la taranta; una antigua estación de trenes convertida en centro de interpretación de los paisajes mineros; el museo arqueológico que recorre la infinidad de objetos que visualizan nuestro pasado mestizaje: iberos, griegos, cartagineses, romanos. Y, a 6 kilómetros, la ciudad ibero romana de Cástulo con su centro de interpretación y su “mosaico de los amores” (gracia hasta pá los nombres).
Pero sí, el paro está ahí y la falta de expectativas aquí mencionamos a los jóvenes, pero tan dramático o más, es para hombres y mujeres de cuarenta o cincuenta años, que no tienen tan fácil hacer el petate. Pero atención, no es un problema de Linares; es un problema de Andalucía, de Soria y Teruel. Es el enorme desequilibrio económico que cada día se profundiza más en nuestro país. Madrid y Barcelona son agujeros negros que absorben toda la actividad económica y que dejan desnudo al resto. Y se producen, situaciones dramáticas comarcas o provincias compitiendo a ver quién se lleva esta industria o esta instalación. Compitiendo en vez de colaborando. Urge abordar políticas que corrijan las desigualdades, que no se diga que la actividad económica tiene que ser libre y sin freno. No dejamos que los fabricantes de automóviles redacten el Código de Circulación. Ponemos semáforos, calles de sentido único, regulamos la velocidad sin que los Ferrari sientan que su libertad está amenazada. Pues tenemos que empezar a regular el tráfico económico en este país para que haya más equilibrio territorial, más equilibrio entre las personas, entre el norte y el sur. Norte y sur de las comunidades y hasta de las ciudades; porque no es lo mismo Pozuelo que Parla o Chamartín que Villaverde. ¡Es la economía, estúpido! Y no es un “castigo divino”. Está en la mano de arco parlamentario preocuparse y ocuparse de los problemas de la gente. Sin exclusiones. Regular la economía como el tráfico para evitar atropellos. Y tenemos que hacerlo ya, parece que la pandemia puede estar tapando todos los desequilibrios. Hasta se da la paradoja de que la pandemia agudiza los desequilibrios y a su vez ofrece un manto de olvido sobre los mismos. Con pandemia o sin ella, el problema está ahí y no podemos esperar para abordarlo. ¡Viva Linares Vivo! y “el resto del mundo mundial” que diría Manolito Gafotas.
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