GETAFE/Tribuna con acento (08/01/2020) – En los últimos días en mi WhatsApp, Twitter o Facebook, dos o tres de cada diez mensajes son chistes y gracietas acerca de la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso. La última (por ahora) emulaba a IDA como el personaje de “la tonta del bote” que con tanta gracia interpretó Lina Morgan. Comparto la idea de “WhatsApp no es la aldea global, es la aldealización de la globalización”. Esto es extensible a Facebook, Twitter y otras redes sociales y significa que se transforma la globalización en aldea: grupos reducidos que te dan la sensación de qué estás en lo global cuando en realidad te mueves en un entorno aldeano, un entorno restringido y cerrado a tus grupos de tus amigos con los que compartes aficiones deportivas, culturales, políticas o sindicales, pero no dejan de ser grupos filtrados y reducidos cuando no te hace la selección Facebook. Si por mi aldea gala fuera, “los romanos estaban derrotados”. ¿Quién puede votar otra vez a una persona que solo genera chanza y burla?
Sin embargo, cuando salgo de esos círculos, cuando leo o veo los grandes medios de comunicación, Antena 3, Telecinco, EL País, ABC, El Mundo, etc. desaparecen todos estos chistes y se nos presenta a la presidenta de la Comunidad de Madrid como una mujer firme qué es la única que está plantando cara al gobierno central. Y como estar contra algo, crea identidades, fuera de nuestra aldea, las encuestas dicen que IDA volverá a gobernar. No sé hasta qué punto, esas meteduras de pata, ese confundir 5 con 50 es una postura estudiada. No creo que Isabel Díaz Ayuso sea una persona torpe ni tonta, y si lo fuera, que no lo es, desde luego está muy bien asesorada. Me recuerda mucho aquella actriz, Carmen Sevilla en sus apariciones en televisión donde todo el público estaba esperando a ver en qué “metía la pata” ese día, pero a lo tonto a lo tonto, Carmen Sevilla estaba allí, la conocía todo el mundo y cobraba todos los meses una importante suma de dinero por sus apariciones en televisión.
Yo creo que Díaz Ayuso y sus asesores, de alguna manera, emulan a esa Carmen Sevilla. Pero una “Carmen Sevilla” que día a día, año a año, continúa implacable ¡implacable con pandemia o sin pandemia!, las líneas ideológicas del liberalismo más radical: privatizaciones sin tregua. Detraer fondos públicos para pasarlos a la iniciativa privada. Lo último ha sido el hacer un contrato con Cruz Roja para la vacunación de los madrileños. Contra esto, como es normal, hemos (la izquierda) levantado nuestra voz. Mientras que estaba exigiendo más vacunas al Gobierno central, era incapaz de aplicarlas. Pues ahí tenemos su respuesta: “como los medios públicos no son capaces de abordar las vacunaciones, recurro al sector privado que si es capaz”. Esta postura, lógicamente será aplaudida por las élites económicas de nuestro país que ven sus intereses bien defendidos. Es decir, para los que no están en nuestras aldeas de izquierda, otra jugada maestra: las entidades públicas no son capaces de atender adecuadamente las necesidades.
Ella ya se ha encargado de que sea así; con sus recortes de personal y de medios y con su falta de planificación. La iniciativa privada, sin embargo, si es capaz de cubrir las necesidades de la ciudadanía. Enseguida ha salido Almeida, alcalde de Madrid, para parar los ataques ante la felonía: “qué más da si es público o privado, lo que la gente quiere es que la vacunen” y es verdad, que la gente necesita, necesitamos, cuanto antes vacunas y poder salir de este infierno de la pandemia. Pero oculta con sus palabras dos hechos básicos: el primero, que siempre que se privatiza un servicio sanitario, educativo o de otro tipo, el 20% al menos del dinero pagado por los ciudadanos con sus impuestos va directamente a beneficios empresariales y no al servicio en cuestión. En segundo lugar, y derivado de lo anterior, significa la mercantilización de la sanidad o la educación. Es decir, el objetivo ya no es la salud, es el beneficio empresarial. Y eso afectará a toda la cadena de procesos afectados.
Oiremos: “bueno, eso se compensa porque el sector privado es más eficiente”. Esa es otra gran falacia. Cuando se privatiza, el personal es el primer afectado; mientras que en los servicios públicos la contratación de personal, cumple unos criterios estrictos para seleccionar a los mejores. Recordemos los sacrificios de tantos españoles cuando aparecen oposiciones u ofertas públicas de empleo. Y después, con más o menos dificultad, ese personal ve respetado los derechos laborales y el cumplimiento de los convenios colectivos. Naturalmente que esto no siempre es respetado, especialmente en las instituciones gobernadas por personas que no creen en lo público. En un entorno privado, la contratación está regida por criterios del máximo ahorro en salarios y condiciones laborales.
Para acabar, no veo claro la sustitución del Gobierno del Partido Popular en la Comunidad de Madrid ni del Ayuntamiento. Entre otras cosas porque no veo en la izquierda un objetivo común y un “relato atractivo” que vaya más allá de la crítica y el chascarrillo. Contaba Joaquím Novais, secretario de Azaña sobre unos políticos democráticos portugueses exiliados en España huyendo del régimen del dictador Salazar, que tuvieron una reunión con Azaña. El presidente de la República estaba dispuesto a financiar y apoyar una acción que pudiera devolver la democracia a Portugal. La reunión fue en un restaurante de la calle Alcalá de Madrid. Al parecer, el tema quedó en nada porqué los reunidos acabaron con insultos y malas caras ya que no se pusieron de acuerdo en quién debía encabezar la revuelta. He puesto un ejemplo portugués para no hacer alusión directa a España, pero es evidente que eso mismo podría estar repitiéndose un día sí y otro también, en la cena y en la comida del día siguiente. Y así nos va (a la izquierda). Nosotros seguimos con nuestros chistes mientras que Isabel Díaz Ayuso se ríe de la ciudadanía y eso no me hace ninguna gracia.
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