GETAFE/Seguridad (30/12/2020) – El ritmo es frenético, los avisos no dejan de sonar por la emisora de la Policía Local y los agentes van de un lado a otro de la ciudad respondiendo a las llamadas ciudadanas. Se instalan puntos de control de drogas y alcohol, se vigila el toque de queda tanto en viandantes como en locales, se atienden llamadas, se supervisan los polígonos… no hay tiempo para aburrirse incluso en una ciudad segura como esta. GETAFE CAPITAL se sube a un coche patrulla durante una noche de sábado.
El inspector Juan Carlos Olano, nos recibe en la sede de la Policía Local situada en el barrio del Sector III. Están llegando sus compañeros de turno, que saludan y proceden a cambiarse de ropa. La noche de sábado es fría y en pleno Estado de Alarma, a las puertas de la Navidad, hay incertidumbre sobre lo que puede pasar. Mientras hacemos tiempo para salir a patrullar, nos enseña las obras que se están acometiendo en la jefatura de Policía. Habrá una nueva sala de operaciones, más moderna. Las pantallas actuales son aún de las antiguas, de culo profundo. También se están cambiando los equipos de comunicaciones, que hasta ahora dependían del Canal de Isabel II. “Era necesario darle una vuelta y renovar equipos”, confirma el inspector. Una curiosidad, ¿aquí hay calabozos? “No. Cuando hay algún detenido se lleva a Comisaría”. Los últimos calabozos estuvieron en el antiguo Ayuntamiento.
Han recibido también nuevos equipos para los controles antidroga. Esta noche se instalará un operativo para, en estas fechas tan señaladas, tratar de controlar que no haya nadie al volante que ponga en riesgo al resto. Olano nos enseña los dos tipos de aparatos que detectan la droga en el organismo: Son dos sistemas parecidos. Uno hay que rascar en la lengua y la muestra colorea un reactivo, parecido a los test de embarazo. Detectan cannabis, anfetaminas y metanfetaminas, cocaína y opiáceos. Otro de los test, consiste en empapar un hisopo de algodón con saliva y luego sale digitalmente el resultado. “Si sale positivo se recoge una muestra que se llevará al laboratorio”, a modo de control. “Últimamente estamos encontrando más positivos en drogas que en alcohol”. Además la presencia en el organismo puede permanecer durante horas e incluso días.
Pero hay que ir organizando la noche. Con el Covid-19 las reuniones operativas se han trasladado a la calle para poder guardar la distancia de seguridad. Se repasa lo sucedido durante el día. “Ha habido un accidente mortal en la M-50; se ha desalojado el campo de fútbol de Juan de la Cierva, que había unos chavales jugando; en la calle Barraquer se ha desalojado una comunión que se estaba celebrando…”. Se reparten los coches y se establece el primer control de drogas y alcohol a partir de las 23.30 horas. Se informa de un BMW que se ha visto en El Bercial con cuatro encapuchados repostando. “Verás como ese coche nos trae de cabeza la mitad de la noche”. Pero no hubo más noticias de él. Se coordinan con la Policía Nacional compartiendo las informaciones de su emisora. Si unos u otros necesitan apoyo, es inmediato. Vestidos con los chalecos antibalas, se ponen en marcha. “Cada vez se ven más armas por la calle”, confirman los policías.
La Plaza Juan Vergara es nuestra primera parada una vez montamos en el coche patrulla. Ya está el operativo instalado junto a la gasolinera: coches patrulla y furgonetas cierran el paso a los vehículos que van camino de la carretera de Toledo. No hay salida. “¡Pare el vehículo!”. Comienza el control. Una chica sopla y se le hace el test de drogas. Negativo. Sigue adelante. Siguiente: un Opel Astra. Aquí la perra policía se sienta delante del coche cuando le abren la puerta. Es la señal. Maya ha detectado drogas. El conductor y el copiloto salen del coche y son revisados exhaustivamente. La perra insiste en la cazadora. Pero no hay nada. ¿No lo habrá tirado? Los agentes desandan el camino y efectivamente encuentran unas ‘chinas’ que debieron tirar cuando vieron el control. Imposible demostrar que son suyas. Solo queda esperar el resultado del test de drogas. Cuando todo hacía presagiar que sería positivo… ¡sorpresa! Negativo. Puede seguir adelante. Seguramente con el susto en el cuerpo.
“Hay una reyerta multitudinaria en la calle…”, muy cerca de donde estamos, se oye por la emisora. “Casi seguro que es mentira”, nos asegura Olano. Un agente de paisano se acerca a la dirección especificada y confirma lo que adelantaba. “Quieren que nos vayamos de aquí, ya nos lo han hecho más veces”. No ha colado, el control sigue. Maya sigue en racha: encuentra también unos cogollos de marihuana bajo un asiento de un Seat rojo. “Una vez encontró dinero y droga escondida dentro de la radio”.
La historia de esta perra es la de una superviviente. “Una semana antes de que fuera sacrificada me contactaron de una protectora desde Alicante, para contarme que veían en ella cualidades para ser una perra policía”, nos cuenta el agente que la acompaña. Al día siguiente se desplazó hasta allí y adoptó a esta pastor belga malinois. Hizo con ella el curso de seis meses y desde entonces son compañeros: hace dos años y medio. “Me la llevo a casa con mis tres hijos”. También parte de su familia.
Un último coche antes de desmontar el operativo. “Gire a la derecha”. Y se lleva uno de los pivotes. Sopla y el conductor, extranjero, da 0,74: por encima de 0,60 es delito penal. Tendrá juicio rápido seguramente el lunes. Su acompañante no tiene carné, así que el coche tendrá que ser retirado por la grúa. “Siempre es el último el que da positivo”, bromea uno de los policías. Nos montamos en el coche, mientras finiquitan el expediente.
La radio no deja de enviar mensajes: “Ha habido una reyerta con arma blanca. Parece que le han cortado una oreja. En la calle Brunete”. Nos dirigimos hacia allá. No se ve a nadie por la calle. ¿Falsa alarma? Pero sí encontramos un bar que aún no ha echado el cierre. “¿No saben la hora que es?”. El dueño asegura que la persona que le acompaña es un vecino que “me está ayudando a cerrar”. “Estamos viendo la cerveza. Cierre ya y que se vaya a su casa”. “¿Puedo acabarme la cerveza?”. Incredulidad y por nuestra parte casi una carcajada. “Váyase a su casa si no quiere que le multemos por incumplir el toque de queda”.
“Hay un robo con lesiones, unos encapuchados con un bate de béisbol, parece que hay un herido con lesiones en la nariz. El SUMMA va para allá”. En Juan de la Cierva, en la calle Valencia. Cogemos la avenida Ferrocarril a toda velocidad. “¿Vais bien?”, pregunta el policía al volante. “Perfectamente”. Por las inmediaciones no se ve a nadie sospechoso, pero rozando ya la una de la madrugada sigue habiendo gente por la calle, a pesar del toque de queda.
“¿Eso no se ha acabado ya?”, nos dice uno. Un estudiante alemán también muestra estupefacción. “¿No tengo una hora para volver?”, explica en inglés. Otros tres transeúntes buscan ávidamente en sus móviles el justificante de su trabajo. “Hay excusas de todo tipo”. En apenas unos minutos tenemos ya unas cuantas para enmarcar. En Getafe Norte nos encontramos a cinco amigos… y un perro. “Hemos acabado de cenar y se iban a quedar en nuestra casa, pero hemos bajado al perro, y al final se van a su casa”. Es más de la una, y tres de ellos aún tienen que desplazarse a Coslada. El perro tampoco es excusa: el toque de queda incluye los paseos a los canes. Documentación.
Entran avisos de fiestas y ruidos de vecinos. Acudimos a una vivienda en la calle Álvaro de Bazán. Los propietarios abren la puerta. “Es el cumpleaños de mi marido, no sabíamos que estábamos molestando”. “La música tiene que quitarse”, advierten los policías. ¿Cuántos son? “Seis”. Siempre son seis. Tampoco pueden entrar a comprobarlo. “Es un aviso”, advierten.
Ya se han cumplido las 2 y media de la madrugada y en un bar del centro se ve gente dentro. “Estamos recogiendo, somos empleados del local”, aseguran. “Hace dos horas y media que tenían que estar cerrados. Es tiempo más que suficiente para recoger”. Después de un rato debatiendo sobre la legislación vigente, las explicaciones no convencen a los policías que le abren expediente al local.
Se escucha aviso de ruidos en otro local. Cuando llegamos ya había otra patrulla. En un antiguo local de kebab hay seis chavales con música, fumando cachimbas y sin mascarillas. Su intención, explican, es estar allí hasta que acabe el toque de queda, jugando a la consola. Tienen poco más de 20 años. “Pueden hacernos test, que ni bebemos ni tomamos drogas”. El local, cuentan, lo tienen alquilado entre 18 chicos, que se van turnando para hacer uso del espacio.
Pero la sorpresa llega cuando llega Maya. Nada más entrar en el local se anticipa su inquietud. Busca por detrás de los sofás y ¡sorpresa! aparece una cajita. Dentro, un gran trozo de hachís y bolsitas para su reparto, algunas ya preparadas.
Botes de marihuana, la mayoría vacíos y otra caja más que contenía también hachís. Una báscula para pesarlo, una barra metálica extensible o una pipa de agua son algunos de los objetos que se encuentran. En total se decomisan 292 gramos de hachís y 32 de marihuana.
Los chicos insisten en que no tenían ni idea de que eso estaba ahí. “Pensad bien lo que vais a decir”, les advierten los policías. Alguno se derrumba ante la situación y se echa a llorar: lo que iba a ser una noche entre amigos se ha complicado. Les toman los datos. El equipo canino ha hecho su trabajo. Y GETAFE CAPITAL también se retira. A las 3.20 de la mañana hacen un alto en el camino en la Jefatura de Policía y aprovechamos para despedirnos. La Policía Local sigue el resto de la noche haciendo su trabajo.