GETAFE/La piedra de Sísifo (19/01/2021) – La conjunción sobre nuestras cabezas de la borrasca Filomena (injustamente acusada de la gran nevada, ella solo traía humedad) y la corriente polar en chorro (que ha sido la auténtica causante del desastre), ha cubierto de nieve y de hielo nuestras casas, calles, parques, carreteras y pandemias pero, según se va retirando perezosamente, vuelve a asomar la realidad que había antes de su llegada. Igual que van reapareciendo todos los elementos urbanos ocultos bajo el manto blanco, vamos siendo nuevamente conscientes, no solo de la presencia de la enfermedad, sino de su agudización galopante en forma de contagios y repunte de todas sus macabras cifras.
Uno de los efectos de los que menos se habla, y mira que va adquiriendo tintes preocupantes, es el de la ola de Negacionistas que ha traído aparejada. Viéndoles de uno en uno o en grupos pequeños, no son más que personajillos que buscan excusas estúpidas para no seguir las indicaciones que les resultan incómodas (igual que a todos los demás), como usar la mascarilla, restringir los contactos sociales, la movilidad y, obviamente, los momentos y espacios festivos.
Presumen de defender su libertad contra cualquier limitación que les quieran imponer y, para demostrarlo, se someten a los dictados caprichosos de hipotéticos líderes a los que compran cualquier explicación seudo científica, a cuál más peregrina, sin pararse a pensar en nada medianamente lógico, ni siquiera en el desmedido interés económico de esos chamanes de chichinabo que, ya sea mediante iniciativas de crowdfunding, venta de libros, merchandishing, conferencias o recaudaciones para causas espurias, van amasando un capitalito y, luego, cuando todo esto pase, si te he visto no me acuerdo; todo eso sin hablar de que es un colectivo usado como ariete por la ultraderecha para socavar el sistema.
Así, bajo el agujereado paraguas del negacionismo, se refugian los que niegan la existencia del virus, la necesidad de las vacunas y su eficacia, defienden que nos están implantando chips (o “chis”) mediante nanotecnología para controlarnos, vocean sobre supuestas perturbaciones de las ondas mentales causadas por el 5G y, ya puestos, vuelven al carril de que la Tierra es plana y el hombre jamás ha ido a la Luna; entre miles de teorías fuera de lugar, a cual más enloquecida, destaca que nos están preparando para una invasión extraterrestre procedente de Ganímedes o que nadie existe tal cual lo conocemos, porque somos parte de un universo ficticio creado en una mezcla de Matrix y videojuego.
Esto sería, digamos, una descripción más o menos amable del fenómeno del negacionismo y las personas que lo componen, ahora bien, desde el momento que esta gente adopta medidas que ponen en riesgo la salud de los demás, que perjudica a colectivos especialmente vulnerables, como ancianos o niños, o que se convierten en un peligroso vector de contagio COVID, cambia mi visión de ellos y me pongo beligerante. Estos días están apareciendo en los medios de comunicación algunos especímenes subhumanos, dotados de un egoísmo solo superado por su crueldad y, alguien tendrá que ponerse a investigarlo, no dudan en aparecer en foros públicos, rodeados de personas como tú y como yo, y además de no ponerse la mascarilla, conminan a los demás a quitársela pregonando falsos males consecuencia de su uso. Quizá conviniera que les aplicaran algunas sanciones ejemplarizantes y, ya que están sacando dinero a espuertas de los rebaños borreguiles que les siguen, que se lo dejen en sanciones y se dedique a algo útil.
Sed felices.