Harto ya de estar harto, ya me cansé
de preguntarle al mundo por qué y por qué.
Joan Manuel Serrat
GETAFE/Todas las banderas rotas (20/01/2021) – La politóloga Cristina Monge ha relacionado la Covid, “Filomena” y lo ocurrido en el Capitolio: explica que los tres son fenómenos globales, los tres comparten el desprecio por el conocimiento y la ciencia y los tres indican que vamos tarde.
Se dice que cuando Estados Unidos estornuda, el mundo se acatarra; habría que añadir que en España cogemos una pulmonía. Los trumpistas españoles –Vox, por supuesto, pero también muchos dirigentes del PP- andan como pollos sin cabeza intentando convencernos de que lo de Estados Unidos no ha sido tan grave, que fue mucho peor la manifestación “rodea el Congreso” aunque no pasó de las vallas y donde no hubo violencia; y que también fue peor aquello de las marchas de la dignidad, con lo cual se cubren ellos de indignidad. Y, como han de aprovechar cualquier ocasión que se les cruce por delante, no para ofrecer alternativas sino para embarrar el panorama político, también se afanan en hacernos creer que la Covid, “Filomena” y lo ocurrido en el Capitolio es responsabilidad del gobierno: “¡Piove, porco governo!”.
Antes de que hablara Trump sobre ello, la ultraderecha española ya nos dijo que nuestro gobierno era ilegítimo y que las elecciones no habían sido democráticas. Pero me quiero centrar en nuestro país porque, por estos y otros muchos motivos, estoy harto de lo que está pasando en él.
Estoy harto de la falta de solidaridad y empatía hacia los ciudadanos de los políticos a los que pagamos para que resuelvan problemas, o, al menos, si no está en su mano hacerlo porque no tienen esa responsabilidad al no estar en el poder, para que no intenten sacar provecho político de los errores reales o supuestos que puedan cometer los que intentan encontrar soluciones. Estoy harto de que el líder del PP se haga fotos moviendo unas paladas de nieve para abrir un camino hacia ninguna parte a la vez que alaba a Isabel Díaz Ayuso por lo bien que lo está haciendo, cuando la realidad es que estuvo desaparecida de la escena nevada hasta última hora.
También estoy harto de que el gobierno de la nación, escudándose en una mal entendida cogobernanza, no quiera asumir la responsabilidad de hacer lo que los que saben de salud pública ya han convertido en un clamor: hay que proceder a un nuevo confinamiento –habría que haberlo hecho hace tiempo- si se quiere controlar la pandemia, bajar el número de muertos y evitar que colapse el sistema sanitario; puede hacerlo modificando el Real Decreto del estado de alarma para que sean las CCAA quienes se responsabilicen de su instauración, duración, etc. o, mejor desde mi punto de vista, hacerlo por sí mismo para evitar discrepancias, discusiones e interpretaciones interesadas, lo que no impediría que deban acogerse las diferencias regionales que puedan darse. En consecuencia, estoy harto, además, de que los que toman las decisiones se llenen la boca diciendo que solo hacen lo que les dicen los científicos y los expertos…, pero solo mientras coincide con lo que entienden políticamente conveniente o aceptable; cuando no es así, como ocurre en el caso anterior, encuentran excusas para no hacerlo.
Estoy harto de estar en manos de incompetentes egoístas, de políticos que, bien por ignorancia supina, por egoísmo elevado al cubo o por ambas cosas, pretenden suplantar a los científicos y nos hacen ver y escuchar sus insensateces en los medios de comunicación. Estoy harto de que se cargue sobre el personal sanitario el peso de la responsabilidad de acabar con la pandemia a pesar de los recortes en su número y sus medios, del agotamiento que arrastran y del esfuerzo que están haciendo muy por encima de lo que sería exigible. Y estoy harto de que, a pesar de la experiencia navideña que ha aumentado todas las cifras de la pandemia, siga habiendo políticos, tanto en la administración central como en las CCAA, ya estén en los gobiernos como en la oposición, que sigan insistiendo en salvar la economía por encima de todo, incluso por delante de las personas que siguen muriendo y enfermando.
Además, estoy harto de que la oposición recurra continuamente a los tribunales porque no sabe o no quiere hacer política, o de que respeten la Constitución y las leyes solo cuando les conviene. Por supuesto, estoy harto de que al emérito se le trate como a un rey cuando ya no lo es y de que tengamos que pagarle entre todos el modo de vida que ha elegido, estemos o no de acuerdo.
Y estoy harto de los que han salvado SU Navidad –lo que ellos entienden por Navidad, es decir, su negocio- a costa de más muertos y de poner en riesgo al sistema sanitario, así como de tanto irresponsable que solo piensa en fiestas y de los delincuentes que se lucran organizándolas. También estoy harto de que la Comunidad de Madrid derroche cientos de millones de nuestros impuestos en beneficiar a empresas privadas para que construyan un innecesario engendro al que llaman hospital, para costear su mantenimiento, para que hagan como que rastrean o como que vacunan mientras desconocemos el destino dado a los millones que recibió del gobierno central y acusan a ese mismo gobierno de ser manirroto y “gastar enloquecidamente”. Estoy harto de que Isabel Díaz Ayuso tenga la desfachatez de pedir a la comunidad educativa (es decir, a profesores, alumnos y sus padres) que hagan, voluntariamente y sin cobrar, lo que no hace su administración a pesar de estar obligada y de que pagamos impuestos para que lo haga. Naturalmente, estoy harto de las privatizaciones que han dejado la sanidad y otros servicios públicos sin músculo y, cuando llegan la Covid y la Filomena, quien está ahí para resolver, no es la iniciativa privada, sino solo el sector público.
Estoy harto del ambiente bronco, barriobajero, tabernario e insultante que mantienen como único argumento de oposición muchos medios de comunicación y muchos políticos, sobre todo parlamentarios. Por si todo esto no fuera suficiente, estoy harto también de que ni los gobernantes ni la oposición tengan ningún interés en implicar a la ciudadanía haciéndola partícipe del debate; la llaman a retirar la nieve, alaban de forma grandilocuente su madurez y su espíritu de sacrificio durante la pandemia, pero la mantienen alejada de la información, del conocimiento, de la trasparencia e, incluso, algunos intentan culparla del mal funcionamiento de los servicios o de la galopada de las cifras de la Covid. Estoy harto de los demagogos llamamientos a la “responsabilidad individual”, necesaria, sí, pero totalmente insuficiente si no va precedida y estimulada por la responsabilidad de las instituciones que, en tantísimas ocasiones, tanto en la pandemia como en Filomena, hemos echado en falta.
Igualmente estoy harto del enfrentamiento político, la absoluta falta de acuerdo, el interés partidista, todo ello puesto por delante de lo que conviene a los ciudadanos.
Estoy harto de muchas cosas más… Estoy harto de estar harto.