GETAFE/Reportaje (03/11/2020) – Trasciende la bronca, la imagen de crispación, los enfrentamientos dialécticos… pero en la trastienda, cuando salen al pasillo, los políticos ríen, charlan y hasta toman café. Un día en la Asamblea de Madrid da una perspectiva del trabajo de control sobre el Gobierno que desarrollan los diputados cada jueves en que hay sesión plenaria. Muchas horas de trabajo que a menudo pasan desapercibidas.
El ambiente está tranquilo en los alrededores de la Asamblea de Madrid. Mañana fresca y soleada, apenas una hora antes de que comience la sesión plenaria. En las inmediaciones de la sede en Vallecas, la Guardia Civil Subsuelos revisa las alcantarillas, vigilando que todo esté en orden para que se den cita los diputados y la presidenta en la sede de la soberanía regional. Cristina González, es una de las diputadas getafenses, en este caso por el PSOE, en la Asamblea de Madrid. Y es ella la que se encarga de recogerme tras pasar el control de seguridad de un edificio que siempre me ha dado un poco de respeto: es como un pequeño búnker, nada que ver con la accesibilidad del Ayuntamiento de Getafe, donde cualquiera puede tocar a la puerta de un concejal.
En la cafetería, en grupos de 6 y sin usar la barra, un café previo a entrar en el salón de Plenos. Se encuentran diputados socialistas que comentan el día que se avecina. Por delante 12 horas de sesión. “¿A ti cuándo te toca?”, le pregunta Rafael Gómez Montoya, ex alcalde de la vecina Leganés, a Cristina González. “A última hora”. Su PNL sobre las viviendas del IVIMA cerrará la sesión. Antes de la sesión los portavoces van pasando por banderas, un rincón junto a la sala de Plenos donde los portavoces de los partidos políticos dan las declaraciones previas: Gabilondo, Monasterio, Isa Serra, Alfonso Serrano… van haciendo la previa de una sesión que tiene en la aprobación del dictamen de la Comisión de Recuperación su momento álgido. Con el acuerdo de todos los grupos, volverá a ser Vox quien se desmarque.
Cada día hay un protocolo nuevo. “Desde la semana pasada hemos empezado a votar todos los diputados, pero en dos turnos. Se debaten las propuestas y al final de la noche las votamos todas seguidas”. Cristina González (ni yo) entendemos por qué tras ocho meses no se ha habilitado el voto telemático. Eso ha ocasionado problemas en la votación de la única ley que ha llevado este Gobierno regional por falta de quorum. Para evitarlo, han buscado esta solución. La mitad de los diputados acudirán a la sesión, el resto solo a votar al final.
Antes de entrar, conozco también a Alicia, trabajadora del grupo socialista. Otra getafense. Vive en Perales del Río, y desde hace años es “la que nos enseña a todos”. Su experiencia ayuda a los recién llegados a moverse en un entramado burocrático que asfixia. “Yo estoy trabajando ya en el próximo Pleno”, confiesa. De su sueldo se hace cargo el partido, no la Asamblea, junto a los otros 10 trabajadores que ayudan a los diputados socialistas. Con la mitad de los diputados y sin que pueda haber invitados, el Covid ha restringido mucho la vida social en la Asamblea de Madrid. Los pasillos ya burbujean, pero con tranquilidad. Suenan las campanas. Es hora de entrar y que los diputados ocupen su sitio. Son las 10 de la mañana. Me voy a la sala de prensa, donde mis compañeros ya están frente al ordenador. Me da la bienvenida Nino, uno de los periodistas de la vieja escuela. “¿De Getafe? ¡Anda que no he ido yo allí con Pedro Castro en los tiempos del guerrismo!”, me confiesa.
La presidenta hace acto de presencia de blanco inmaculado. Isabel Díaz Ayuso no estará mucho rato. “Es lo habitual”, me confirman. Responde a lo que le toca y se va. A vueltas andamos todavía con los cierres perimetrales de ciudades. (¡Qué lejos queda ya!). “Nos han obligado a cerrar a punta de pistola”, Ayuso dixit. Y de pistolas iba a ir el Pleno. “Si no quiere que le señalen, usted tampoco señale, señor Serrano”, le dice el presidente al portavoz del PP. De verdad que en la sala de prensa ni siquiera nos percatamos del gesto de la diputada de Más Madrid, en el que parecía apuntar/señalar hacia la bancada del PP. Hasta que no se subió la foto a Twitter y se comenzó a liar la madeja, nadie se había dado cuenta. Ni siquiera los propios diputados. ¿Quién apuntó a quién? Hay otro Pleno paralelo: el que se vive en las redes sociales. Lo peor es que es el que trasciende.
Busco al exalcalde Juan Soler, un viejo conocido de Getafe. Pero nada… Que conste que esta vez tiene justificación porque no todos los diputados pueden acudir. Pero hay cosas en la vida que nunca cambian. A las 12 y media acaba el turno de preguntas y comienzan a usar el atril. Los tiempos aquí están tasados: un enorme contador de tiempo les advierte a los diputados de cuánto les queda. No hay margen de cortesía. Una curiosidad: la plataforma sube y baja a demanda del diputado para que se ajuste a su altura.
No hay descanso, la jornada es ininterrumpida y los diputados presentes van haciendo turnos para salir a comer. “Me da vergüenza el precio”, me confiesa Cristina. Menú completo por 4 euros. Me uno a ellos en un ambiente relajado en el que comparten anécdotas del día, felicitaciones por las intervenciones, pero también preocupaciones personales, con los niños, la casa… Hoy el tema de conversación es también la vacuna de la gripe que van a poner a aquellos que desarrollan su trabajo en la Asamblea, incluso los periodistas. “¿Ya has pedido cita?”, se preguntan entre ellos.
La otra pata getafense en la Asamblea de Madrid es Vanessa Lillo, diputada por Unidas Podemos Izquierda Unida Madrid en Pie. No le toca estar en la sesión, pero sí nos tomamos un café y me certifica lo que ya sabía: “La política de tuit, el ensañamiento en política, la escenificación que luego no es así”. Está contenta en su labor como diputada, pero abrumada por la burocracia. “¿Tú te crees que cuando hago una pregunta para saber la valoración que hacen de uno de los programas que han puesto en marcha me responden en una línea?” Un escueto: “La respuesta es positiva”.
Tiene un cuadro de Excel para poder hacer el seguimiento de las más de 800 preguntas que ha presentado en lo que va de legislatura. E intenta hacer buena política. “Además de criticar que la taza está vacía, explicar por qué está vacía”. En la política del hoy y el ahora, se nos ha olvidado ya lo que es contextualizar. Al final de esta legislatura está decidida a dar un paso a un lado en la política activa. Dejamos el café apresuradamente porque el vicepresidente Aguado va a responder a una interpelación. Ayuso ha vuelto… ¿a vigilar lo que dice? Pero poca chicha. Quiere llegar a una ratio de 25 casos, pero si no explica cómo… “Eso lo dirán las autoridades sanitarias”. Pues vale.
Cristina González defiende la Proposición No de Ley en la que busca dar respuesta a los afectados por la venta de viviendas del IVIMA. “No va a salir”, me confiesa. Hasta última hora ha intentado que Vox o Ciudadanos al menos se abstengan y permitan su aprobación, pero no parece que estén por la labor. “Queremos que se cumpla la sentencia y se anule la venta, que se paralicen los desahucios y que se cree una oficina donde puedan acudir las familias afectadas”. PP (especialmente virulenta en su intervención), Ciudadanos y Vox tumban esa intención. “Creo que las posturas están claras, así que no voy a replicar”. No habrá segundo turno. Así que el Pleno finaliza a falta de las votaciones. Todos fuera. Se limpian los asientos. Entra la mitad que no había estado y vota. Veo fugazmente a Soler. Salen. Limpian. Luego vuelven los primeros. ¿Es o no un absurdo? Pero la sesión finaliza. Son las 9 y 24 de la noche. Tras despedirme, salgo a la calle, ya de noche. La Guardia Civil está controlando el tráfico a la salida. Finaliza así una jornada de Pleno en la Asamblea de Madrid.