Optimismo versus Realidad

GETAFE/Rincon Psicológico (26/11/2020) – Hoy me gustaría venir a hablar de una palabra que estos últimos años y en especial en estos últimos meses se ha convertido en modo, o lo que yo llamo, “acto de supervivencia”.

Diferentes medios que todos conocemos, marketing,.. nos han ido llevando hacia la palabra optimismo. Si encaras la vida con optimismo tu vida cambiará, te irá mejor, serás más feliz, conseguirás tus objetivos, y un amplio etcétera de argumentos que generarían un verdadero debate existencial.

¿Qué entendemos por optimismo?

Si hiciéramos esta pregunta a la población, una amplia mayoría nos diría que es la capacidad que el ser humano, las personas, tienen de ver la vida de otro color (esto a modo cercano y coloquial) pero, ¿qué es en realidad el optimismo? ¿se ha convertido en una verdadera filosofía de vida para sobrevivir en este siglo XXI?

Digamos que todos venimos de guiones de vida diferentes, ¿qué es un guión de vida? Es la historia de vida de tu generación, de toda una familia, la  ciudad donde has crecido, la época en la que has nacido (para hacer un breve resumen de ello y entendernos todos).

Esta historia de vida, marca por defecto, muchos de los aspectos intrínsecos de lo que somos. ¿ Y esto quiere decir que si he nacido en una familia a la que siempre la acompañó un drama este lo arrastraré yo y a mis generaciones sucesivas?

En realidad parte de esta “creencia” hay, pero no es del todo así. Lo que nos viene a decir esta historia familiar es que los acontecimientos vividos a lo largo de nuestra historia marcarán la forma de ver la vida de una forma u otra, por lo que sentirnos presionados a ver la vida de un “color de rosa” es ficticio y arriesgado.

Es probable que si he nacido en una familia donde se han tenido que atravesar muchos duelos yo conviva con la muerte de una forma natural. Este hecho provocará en mi unas consecuencias emocionales que me marcarán. En muchas personas estos traumas si no son trabajados pueden hacer que las personas puedan vislumbrar un miedo anticipatorio, y ante cada decisión que quieran tomar les costará, les inundará un miedo innato y tenderán a esa visión catastrofista. Otras personas en este mismo ambiente han desarrollado lo que se llama una especie de congelamiento, donde la dificultad de sentir y re experimentar lo lleva a una no necesidad de contactar con el dolor, esto en principio puede servir como un buen mecanismo de defensa, pero con el tiempo, se convertirá en un impedimento para sentir y afrontar temas de una forma saludable.

Las personas optimistas intentan transformar cada acontecimiento oscuro en una blanqueza de oportunidades y esto está bien, está muy bien, siempre y cuando no se pierda el contacto con la realidad y se respete el ritmo de la persona en el proceso de ver esa “blanqueza”.

Esta realidad es la base de la maduración, es la base del afrontamiento y es la base para poder vivir de una forma saludable sin estar en los extremos.

En terapia decimos “quiero que veas con ojos realistas no optimistas”.

En este tiempo que vivimos pensar desde el lado del optimismo nos beneficiará, pero puede conducirnos a la frustración y el fracaso si con el tiempo vemos que ese deseo aparentemente alcanzable pasa el tiempo y no llega a suceder. La actitud realista nos hará generar posibilidades, nos hará permanecer en la gama de los grises donde no todo es tan oscuro y no todo tiene tanta luz que nos puede llegar a deslumbrar. Nos hará ubicarnos en el presente tan real como la propia realidad. Y desde esa realidad podremos abordar temas, conflictos, decisiones. Es desde esa realidad desde donde las valoraciones serán respetadas. Donde los objetivos podrán ser claros y realistas. Y es desde este realismo, desde donde podremos comenzar poco a poco el ver la vida de ese posible “color rosa” .

 

 

 

 

Redacción Getafe Capital