GETAFE/Tribuna con acento (30/11/2020) – Como es sabido, Aristóteles afirmaba que el «hombre» es por naturaleza un animal político». Es la persona que tiene capacidad de crear, comprender, distribuir, reorientar y ejecutar el poder según sea necesario para garantizar el bien común de la sociedad. Sencillamente porque los seres humanos vivimos en comunidad, necesitamos de otras personas para existir. Ello acontece en la ciudad que nos ofrece las formas de convivencia. Es la política, la organización de la ciudad, la que nos ayuda a superar nuestra fragilidad, indigencia, la enfermedad o el envejecimiento de nuestro individualismo, y a compensar nuestra originaria soledad.
Otra conocida definición que es esa expresión «animal racional», el «hombre» (persona) es el único de todos los animales que tiene “logos», posibilidad de comunicar para construir y estructurar la ciudad de acuerdo a criterios de verdad, justicia, libertad. La ciencia política constituye una rama de las ciencias sociales que se ocupa de la actividad en virtud de la cual una sociedad, compuesta por seres humanos resuelve los problemas que le plantea su convivencia colectiva. La construcción de una ciudad -Estado- de acuerdo a criterios de verdad, justicia, libertad, cooperación…. Pero el territorio social no es nunca un espacio neutro. Podemos seguir la senda del crecimiento económico indefinido (extraer, producir, usar y tirar) con los peligros que ello entraña, tal y como señalaba el Informe MIT Los Límites del Crecimiento (1972), o caminar por la senda apuntada por el despliegue de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) construir un mundo más justo y fraterno desde la ética universal.
El Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) viene repitiendo, periódicamente desde la década de los 80, determinadas preguntas que nos permiten ver cómo ha ido variando la opinión de los españoles sobre asuntos de actualidad. El paro, los problemas de índole económica, la sanidad, la educación, etc.. Una de esas preguntas, que se han mantenido de manera regular, se refiere a aquello que la ciudadanía considera los principales problemas de España. Concretamente, el CIS pregunta a sus entrevistados cuáles son los tres primeros problemas que afronta el país.
De manera reiterada el primer problema señalado a lo largo del tiempo es el paro con un 57,4%. La preocupación por la clase política ha ido variando con el tiempo. En el barómetro de diciembre de 2019 ese porcentaje era del 49,5%. Desde enero de 2020 la categoría «la preocupación política y los políticos aparece desagregada en las tres siguientes: «El mal comportamiento de los/as políticos/as» 16,1%; «Lo que hacen los partidos políticos» 12,8%, y «Los problemas políticos en general» 16,9%. Junto a la opinión sobre los partidos políticos, y en estrecha relación se encuentra la corrupción y el fraude. Esta comenzó a escalar posiciones en el ranking de preocupaciones. En marzo de 2013 se convirtió en el segundo problema, sólo superado por el paro. Por aquel entonces el 44,5% de los entrevistados señalaba que estaba entre los tres primeros problemas del país. En el último barómetro esa proporción ha descendido al 16,9% de la opinión de los entrevistados.
Nos enfrentamos a la creación de comunidades portadoras de nuevos valores universales como la sobriedad, la solidaridad, la contemplación, la belleza, la equidad… de acuerdo con el equilibrio de la Casa Común (Planeta Tierra). En definitiva, hablamos de la coherencia interna entre el decir y hacer, pero en la actualidad política todo es sometido a estrategia a rentabilidad electoral. A título de ejemplo, basta una mirada rápida a la política fiscal para entender que España es un país cuyo nivel de gastos e ingresos públicos está muy por debajo de la media europea (seis puntos por debajo de la media de eurozona). Mantener un Estado social requiere que tengamos unos ingresos y gastos parecidos. Es decir, una mayor presión fiscal para redistribuir y que «nadie quede atrás», orientación que choca frontalmente con el neoliberalismo. Desde esta óptica es importante destacar que no todos los políticos y partidos son iguales, existen diferencias significativas en la distribución de los recursos y en tratamiento de las crisis sociales. Véase estos días la campaña de los partidos de la derecha defendiendo la bajada de impuestos, o las mentiras en torno a la Educación.
Nos encontramos ante la gestión del reparto de fondos europeos que alcanzan a 140.000 millones de euros entre fondos y transferencias. Para los grandes grupos financieros, las grandes patronales del IBEX 35 acuden al «panal de rica miel», para recibir la mayor parte de la tarta. Eso sí, grandes empresas que se presentan como la avanzadilla de nuevo modelo productivo de Transición Ecológica, Digital, de Empleo Digno, etc. con la finalidad de hacerse con la mayor parte del «maná» de los Fondos Europeos de Reconstrucción. En esta tesitura, importa recordar las convulsiones financiera, económica y fiscal derivadas de las “hipotecas basura” (2007-2015). La gestión del Gobierno consistió en el uso masivo de los recursos públicos para evitar el hundimiento de la infraestructura financiera, al mismo tiempo que se aplicó la peculiar fórmula de la “austeridad” para los bienes públicos. Empresas y entidades financieras que aún no han devuelto el dinero prestado.
La gestión de tales fondos europeos será el test definitivo para saber si el Gobierno de coalición, la Administración Pública del Estado tiene capacidad de gestión (público/privada), pero también si es capaz de prevenir y evitar la corrupción y las malas prácticas de clientelismo político que históricamente nos han acompañado. Ello requiere de una transparencia efectiva, que provea de información pública necesaria a la ciudadanía y refuerce la confianza en las instituciones. Es necesario impulsar un modelo de Gobernanza Pública, que responda a los verdaderos desafíos que se han hecho más patentes en el Covid-19.
El reforzamiento de la Atención Primaria del conjunto del Sistema Nacional de Salud: el déficit de equipamiento, la limitación de acceso a pruebas diagnósticas, el abandono del modelo de salud comunitario. Afrontar el despliegue del Cuarto Pilar del Estado del Bienestar, es decir, proveer de servicios públicos suficientes y de calidad para la educación infantil y la atención a la Dependencia, la articulación desde lo público del sistema de cuidados. El derecho universal a una Escuela Pública de calidad. El aumento de empleo necesario, manteniendo la calidad de sus condiciones laborales en estas dos áreas. Políticas para avanzar hacia la igualdad de género. Y, evidentemente emprender la senda de la Descarbonización de todos los sectores de nuestra economía en los próximos años es el único camino para hacer sostenible en el tiempo nuestra civilización.
MIGUEL ÁNGEL
30 noviembre, 2020 at 11:19
Buen artículo Andrés. En pocas palabras se resumen varias ideas y conceptos importantes y muy a tener en cuenta si queremos hacer una buena orientación de nuestro futuro.