GETAFE/La piedra de Sísifo (20/10/2020) – Vivimos en tiempos donde la información es ese alimento vital que demanda nuestro cerebro, sobre todo, cuando un suceso planetario está trastocando los cimientos de nuestro modo de vida y zarandeando usos, costumbres, relaciones y rutinas hasta dejarlas reducidas a una mera miniatura de lo que fueron. Mires donde mires, y más en el ámbito digital, hay fuentes de información profusas que nos dicen lo que sucede pero, con más frecuencia de lo recomendable, nos ofrecen versión alineada con lo que queremos escuchar; en parte por fidelizar la audiencia, en parte por traducir esa audiencia a mercado publicitario pero, quizá, no sea lo más apropiado para el beneficio general.
Parecería que poner este hecho encima de la mesa, desde un medio de comunicación, fuera una versión libre de lo que se llama “un tiro en un pie”, pero convengamos en que no se trata de ningún secreto de estado, es algo tan cierto como legítimo y, como en todas las cosas de la vida, hay diferentes escalas.
Viene a cuento esta introducción a cuenta de reportajes, entrevistas, opiniones y sentencias que se ven a diario; sobre todo en televisión, dada su inmediatez y la potencia de las imágenes en cuanto a capacidad de persuasión se refiere; sobre las restricciones o cierres de los establecimientos de hostelería en distintos puntos de España. Aparecen desde los camareros que se han quedado sin su único medio de subsistencia, los pequeños propietarios que se han empeñado hasta la tercera generación para sacar adelante su negocio, los vociferantes viscerales que no sabes a quién representan y los grandes empresarios, con conocidas cadenas de establecimientos, que son quienes lanzan los mensajes más envenenados y sibilinos.
Es indudable que son historias que venden, lo que me molesta es el tratamiento que se les da. La persona que “mete la alcachofa” al que ve más cabreado, a quien ha encelado previamente, que todo hay que decirlo, y se recrea en el daño que este cierre está haciendo a la economía, a los negocios, a las familias y a las personas que están ahí; le dedican unos impagables minutos en sus programas (no hay excepción, son todos los medios en todos sus informativos) y, para “rematar en alto” el reportaje, cierran con alguna frase lapidaria que busca encender los ánimos del espectador. Vale, de acuerdo, es actualidad y hay que cubrirla pero echo algo de menos.
Resulta que, por si hay alguien que aún no lo sepa, estamos inmersos en una pandemia mundial que ha costado ya más de un millón de vidas. Que en España fallecen por su causa cientos, miles de personas y las relaciones sociales se han revelado como el mayor foco de contagios. Y no son culpables los empresarios de esos locales, simplemente es así.
A mi juicio, convendría resaltar que ese cierre es doloroso pero necesario, que hay familias que por su causa lo están pasando mal y que las administraciones tendrán que poner de su parte lo necesario para paliar la zozobra de estas personas, pero que nadie olvide que esta es una enfermedad cruel que se está llevando por delante mucha gente y ese sacrificio, ese cierre de los locales de hostelería salva vidas y eso es más importante. Y emplear los minutos que sobren en pedir, a voz en grito si es necesario, a la administración correspondiente las ayudas para ese colectivo tan perjudicado, pero no desviar la atención de lo imprescindible, vencer la enfermedad.
Estamos en plena segunda ola y parece que no aprendimos nada de la primera. Por favor, antes de hacer nada, perdamos cinco minutos en parar, pensar y actuar buscando el beneficio de la sociedad; el nuestro vendrá por añadidura. Sed felices.