GETAFE/La piedra de Sísifo (29/09/2020) – El lenguaje tiene estas cosas, para producir miedo en el espectador/lector, solo hay que agrupar las palabras de tres en tres. Antes, se nos instalaba una congoja en la garganta al oír los terribles “tenemos que hablar”, “¡¿qué has hecho?!” o “tenemos los resultados”; ahora, en tiempos de amenazas a la salud, nos encogen el alma los “transmisión comunitaria desatada”, “fuera de control” o “Ayuso al volante”.
Seamos sinceros, si lo de crear guetos en Madrid y convertir a un millón de personas en apestados no ha funcionado, no sé yo ya qué se puede hacer. Quizá haya que redoblar el zigzagueo estratégico de Miguel Ángel Rodríguez, siempre a la contra del Gobierno, que les ha llevado a responder con un “buenas tardes”, si el ministro decía “buenos días”.
Dado el comportamiento enfermizo e infantil que se estila en los altos despachos de la Comunidad de Madrid, me pregunto si, como con las criaturas, no funcionaría la psicología inversa. A comportamientos pueriles, respuestas a su altura y así, como en el judo, se emplea la fuerza del oponente contra él mismo.
También, para entendernos mejor, se puede actuar de otra manera; cuando queremos que nos haga caso un niño de esos brutotes que lo resuelve todo a lo bestia, la mejor forma es demostrarle que, a las malas, tú puedes ser más cabrón que él, aunque, como eres una persona generosa, no lo serás si no te obliga.
¿Ejemplos? Lo último: igual que los niños traviesos, Ayuso teme por las consecuencias de sus acciones, porque sabe que ha hecho mal, y para evitar el castigo que le va a caer, miente. Miente en un hipotético y fantasioso descenso de las cifras de contagios y presión hospitalaria en la semana transcurrida desde la puesta en marcha de los guetos, dizque lazaretos, establecidos en los barrios de trabajadores sin riesgo turístico.
Alguien debería explicarle que, cuando se aplican este tipo de medidas, si son efectivas y se produce un descenso de casos, este comienza a percibirse a partir del décimo quinto día, nunca antes, y si se hubiera producido ese cacareado descenso (que no me lo creo), sería atribuible a algún desfase de cifras o una simple casualidad que luego se compensaría con una subida de parecida cuantía.
No quiero terminar sin recordarle al vicecómplice Aguado, su compromiso de dar cuenta, céntimo a céntimo, del destino de los más de 1.500 millones de euros destinados por el Gobierno central a la Comunidad de Madrid para paliar los efectos económicos de la pandemia y llevar a cabo las contrataciones de rastreadores, profesionales sanitarios y educativos que no se han producido (ni pinta tiene que se produzcan).
A la espera de soluciones y buenas noticias (me sentaré por si acaso), la esperanza agrupa las palabras de dos en dos: “te quiero”, “es benigno” o “seamos felices”.