GETAFE/Tribuna con acento (28/07/2020) – La diputación de Salamanca ha publicado la obra Diálogos de Amor de León Hebreo. Edición crítica de uno de los intelectuales más brillantes con que contamos en Getafe, Ezequías Blanco, fundador de Cuadernos del Matemático y autor de diversos libros de prosa y poesía.
Mi primera lectura de estos diálogos se produjo hace casi 50 años, en un librito de la colección Austral. En aquella época andaba yo a la búsqueda de lo exotérico, la Cábala, el Zohar, el Kybalión, las lecturas de Karma 7, alquimia, rosacruces… La inquisición había incluido estos diálogos en la lista de libros prohibidos por sus referencias a la cábala o a la teosofía pero no supe encontrar nada en el texto. Buscando la belleza sumergí la cabeza en el lago sin darme cuenta que los nenúfares, nelumbos y jacintos flotaban sobre la superficie. Olvidé totalmente la obra.
En la actualidad, al “chocarme” con este trabajo de Ezequias he sentido la curiosidad de releer de su mano los Diálogos. El resultado no ha podido ser más gratificante. Lo primero que nos sorprende es un interesante prólogo de Carlos Clementson donde plasma su tesis de que Don Álvaro, o la fuerza del sino, del Duque de Rivas, está basada en la vida real del Inca Garcilaso, traductor de italiano al español de los Diálogos y en cuyo texto se basa Ezequias Blanco.
Entre el prólogo y la introducción conocemos mejor los avatares de León Hebreo, de Garcilaso, los tiempos que vivieron y el contenido de los Diálogos.
La obra con la fórmula de diálogos entre Filón y Sofía nos muestra una serie de reflexiones sobre el amor y en torno a eso, sobre el mundo que nos rodea (naturalmente que con la mirada de un filósofo neoplatónico de los siglos XV y XVI).
Ante la majestuosidad de las pirámides de Egipto o Palenque, o los templos de Mandoré o Khajuraho, hay quien recurre a los extraterrestres como autores/colaboradores necesarios de tales obras. Sin embargo, el hombre ha demostrado su capacidad de hacer por sí mismo esas obras y también (tristemente) los hornos de Auschwitz o Treblinka. Sin desdeñar los enormes avances tecnológicos actuales, para mí, el transformar juncos en papiros y escribir sobre ellos, señala la grandeza del ser humano y es en el mundo de la palabra escrita, donde considero que el hombre alcanza sus muestras más sublimes. El Banquete de Platón, La política según Aristóteles, el Discurso del método de Descartes, Las confesiones de San Agustín o esta obra que Ezequias nos invita a leer ahora, y que es una de las cientos que se escribieron en su tiempo, señalan la capacidad infinita de pensar y hacer del ser humano.
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