¿Mejor todos muertos que permitir que el rival sobreviva y se ponga una medalla?
Benjamín Prado
GETAFE/Todas las banderas rotas (20/05/2020) – En la resolución y posterior recuperación de la actual crisis por la que estamos pasando –la pandemia provocada por la Covid-19-, todos jugamos un papel. En mi opinión, los ciudadanos, en general, lo están haciendo bien; los que dan la cara de forma directa –sanitarios y otros muchos-, de forma inmejorable. Otra cosa muy diferente son los políticos; otro día hablaremos del gobierno, hoy me ocuparé de la oposición.
La oposición no ha estado interesada nunca en colaborar para hacer más fácil la solución de la crisis sanitaria. Porque ante la disyuntiva de apoyar al gobierno para vencer a la pandemia, o atacarle para ganar futuros votos o, incluso, derribarle, ha optado por la segunda alternativa. Sus dirigentes prefieren futuros triunfos partidarios que colaborar para que haya menos muertos y enfermos.
Hay un partido que se presenta como salvador de la patria, como el más patriota de todos, que muestra permanentemente la bandera, pero utiliza a los muertos para echárselos al gobierno a la cara y acusarle de asesino, y que, en plena crisis sanitaria, propone un golpe de Estado… Prefiero no dedicarle una línea más.
El PP se ha echado al monte y viene actuando con enorme irresponsabilidad:
Celebró, con una gran dosis de inmoralidad -porque no había nada que celebrar mientras seguían muriendo personas-, el cierre del hospital de IFEMA, repartiendo bocadillos y abrazos en un gran acto propagandístico y dando ejemplo a todos los ciudadanos, desde su puesto de autoridad, de lo que no se debe hacer. Culpa a Pablo Iglesias de lo que ha ocurrido en las residencias de ancianos a pesar de que sabe que las CCAA, y nadie más, tienen la plena competencia sobre lo que en ellas se hace y lo que se ha dejado de hacer; el PP en la de Madrid desde 1995, porque desde entonces la gobierna.
Pretende engañar a todo el que se deje exigiendo al Gobierno que se publiquen los criterios por los que se decide qué territorios han de pasar o no de fase, sabiendo que tales criterios están hace tiempo en la página web del Ministerio (no puede no saberlo porque esos criterios son los que deben seguir los técnicos de las CCAA para elaborar la documentación que, una vez refrendada por el consejero/a, han de enviar a la Dirección General de Salud Pública para que el Ministro tome la decisión) (1). Engaña conscientemente, con la inestimable ayuda de medios y tertulianos afines, cuando exige que se hagan públicos los nombres de los funcionarios de la Dirección General de Salud Pública del Ministerio de Sanidad que, cumpliendo con el cometido que les corresponde, evalúan la documentación que reciben de sus homólogos de las CCAA para que sus superiores y finalmente el Ministro tomen la decisión que estimen oportuna: engañan porque tienen la obligación de saber que ni son esos funcionarios quienes toman la decisión, ni es “un comité de expertos” en el sentido de lo dispuesto en el artículo 11 de la Ley de Salud Pública de 2011 en que pretenden apoyarse.
La última “ayusada” ya no puede tomarse a broma como hemos hecho con otras: en sede parlamentaria la presidenta de la Comunidad de Madrid se ha dirigido al gobierno de la nación así: “Esperen a que la gente salga a la calle porque lo de Núñez de Balboa les va a parecer una broma». Esto parece una amenaza al Gobierno legítimo, es antidemocrático y quizá susceptible de ser perseguido judicialmente. En todo caso, es indigno de un responsable político y, además, muy irresponsable porque, si bien la ciudadanía tiene todo el derecho democrático de manifestarse cuando quiera y para reivindicar lo que quiera –otra cosa es si respeta o no las normas que durante una pandemia están para protegernos a todos-, quien dirige una institución como la Comunidad de Madrid no debe, en ninguna circunstancia, cometer la irresponsabilidad de animar a la “rebelión” contra el gobierno legal. Actos tan miserables como este, definen a dirigentes que no nos merecemos.
Además, son protestas que no están motivadas porque quienes las hacen piensen que el Gobierno lo está haciendo mal, sino que, haga lo que haga, le criticarán porque su objetivo es derribarlo; precisamente, eso demuestra que no les falta la libertad que reclaman.
La señora Ayuso y el señor Egea se esfuerzan mucho en convencernos de que el Gobierno –y, personalmente, el presidente Sánchez- “odian a Madrid” y que esa es la única razón por la que impiden que pase a la fase 1. Pero, ¿dónde se creen que están? ¿En el patio del colegio? ¿Nos toman por niños? En lugar de hacer el ridículo de esa manera, deberían esforzarse por encima de cualquier otra cosa, sin renunciar a sus ideas, en defender los intereses comunes.
Pero lo dicho hasta aquí es casi anecdótico, sirve para dibujar, al modo que trabaja un caricaturista, las líneas exteriores que permiten imaginar cómo es lo que se pretende representar, pero sin entrar en el fondo. Porque el fondo es la profundísima falta de patriotismo de los partidos de la ultraderecha, entre los que incluyo al PP porque él mismo ha querido situarse en ese lugar del espectro político. El patriotismo para ellos es salir a la calle con banderas y cacerolas en lugar de hacer todo lo posible por acabar cuanto antes con la pandemia y que, mientras tanto y después, los pobres puedan, al menos, comer tres veces al día, no mediante la caridad sino por justicia. Así de simple. ¡Son tan graves las consecuencias sociales, las que afectan directamente a los más débiles! El patriotismo solo puede ser entendido, aquí y ahora, como la búsqueda incansable de soluciones para ellos.
Por todo esto, el PP tiene una enorme responsabilidad, hasta el punto de que se descalifica para gobernar España en el futuro si pretende hacerlo sobre los cimientos que está construyendo apoyándose en Vox mientras intenta superarle por la derecha. En toda Europa no se ve una actuación como la suya que no quiere tomar ejemplo de portugueses, italianos y otros. Todos ellos critican al gobierno cuando consideran que deben hacerlo pero, a la vez, ofrecen apoyo y colaboración, son conscientes de que su primera obligación es ayudar, no al gobierno dirigido por un partido rival, sino a sus conciudadanos que sufren y ven morir a sus familiares.
Los agentes sociales, tanto patronal como sindicatos, han entendido que solo de forma conjunta, llegando a acuerdos y poniendo por encima de los intereses propios la responsabilidad, podremos salir de esta. Los partidos de la ultraderecha deberían imitarlos porque a los virus no se les combate con corbatas negras, caceroladas, misas o banderas. Se les combate con sanidad pública, con ciencia, con unidad, con solidaridad, con política, siempre que esta última se entienda como la herramienta idónea para resolver los problemas de los ciudadanos.
Solo un apunte, para terminar, sobre algo que muchos considerarán como un asunto menor. Me refiero al lenguaje empleado en público, en los medios de difusión y, sobre todo, en las redes. La agresividad, chabacanería e insultos solo sirven, por un lado, para dejar en evidencia la falta de calidad moral de quien utiliza tales recursos y, por otro, para que comprobemos su falta de argumentos o de ideas propositivas, es decir, lo dañino de su presencia en la vida política e, incluso, su inutilidad
No sé cuál será el resultado de las próximas elecciones, pero es evidente que el PP trabaja con la vista puesta en ellas, que prefiere un hipotético buen resultado entonces, antes que una buena salida de esta crisis sanitaria para todos. Espero que tanto egoísmo, tanta utilización de la mentira, tanta falta de humanidad, tal desprecio al bienestar y la salud de los españoles, y la asquerosa politización partidista de una tragedia como la que estamos padeciendo, reciba, entonces, el pago que se merece.
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