“…llegó la mortífera peste que, por obra de los cuerpos superiores o por nuestras acciones inicuas, fue enviada por Dios sobre los mortales, para nuestra corrección.”
Giovanni Bocaccio El Decamerón
GETAFE/El aula sin muros (09/04/2020) – Ni soñando hubiéramos creído que, en nuestro próspero Occidente, paraíso inalcanzable de los desposeídos, pudiera darse una situación como la actual en la que una sociedad amedrentada tiene que recluirse, como en la Edad Media, para protegerse de un minúsculo virus contra el que nuestros doctos científicos libran desigual batalla.
Creíamos que tal escenario era propio sólo de los vecinos pobres del sur que acuciados por el hambre y la inseguridad nos incomodan cuando se presentan ante nuestras fronteras.
Imposible concebir un panorama tan desolador en el que, no sólo, nuestra salud peligra sino también nuestra seguridad y nuestra hacienda. En positivo, seguramente nos está ayudando a reflexionar y discriminar entre lo importante y lo superfluo, a comprender que posiblemente nuestros gobernantes, preocupados por el negocio y la eficiencia económica se olvidaron de cuidar lo público, que es lo que nos sirve a todos.
Y hubo que inventar e improvisar y se puso en marcha el teletrabajo, que tan poco gustaba al empresariado patrio y confinar a los hijos con sus progenitores (¡por fin conciliación!) y sacar de la chistera la “educación telecomunicada”.
¿Qué ha ocurrido en Getafe? ¿Cómo se han adaptado a la nueva situación el profesorado, el alumnado y sus improvisados docentes familiares?
Nosotros hemos querido saber cómo se está llevando en Getafe este confinamiento educativo y hemos contactado con un grupo de familias y profesorado de nuestra localidad, de distintas etapas educativas, para que nos cuenten como lo llevan. Para hacer el relato un poco más liviano lo hemos dividido en dos partes, esta primera más descriptiva y una segunda, que publicaremos después, más analítica.
En una comunidad autónoma donde la formación inicial se ha reducido a la mínima expresión, el profesorado se encontró, de un día para otro, con la necesidad de cambiar del sistema de educación presencial al telemático. Y los chats del profesorado se pusieron a echar humo intercambiando información sobre las opciones tecnológicas más plausibles. Tuvieron que familiarizarse de repente con nombres de programas y plataformas digitales cuyos nombres ni siquiera conocían como Zoom, Padle, ClassDojo, Jitsi Meet, Google Forms… Pauli, que es profesora de secundaria, manifiesta que tuvo que “dedicarse a aprender de forma autodidacta todo y cambiar el sistema de enseñanza de la noche a la mañana”.
Tuvieron que probar diversas opciones porque no todos los alumnos tienen los medios técnicos necesarios, desde las plataformas más sofisticadas a la tradicional llamada telefónica
El correo electrónico ha sido la forma más habitual de intercambiar trabajos con los alumnos, pero como manifiesta Ascensión, profesora de filosofía “la red de Educa Madrid se mostró ineficiente” y hubo que generar nuevas direcciones de correos para cada clase. En estos últimos días el colapso de esta red está arrastrando al apagón de la propia web de los centros, como asegura el director de un instituto de nuestra localidad, con el consiguiente nerviosismo de familias y alumnado, que no saben como sacar adelante tantos “deberes”.
En Educación Infantil, Sandra, manifiesta que ella utiliza el correo electrónico “no tanto para poner deberes sino, sobre todo, para contactar con los alumnos, hacer recomendaciones y algunas sugerencias a las familias”. María también es maestra en el primer año de infantil y, aunque también utiliza el correo electrónico ha tirado de teléfono y dedica “una hora cada día para hablar por teléfono con las familias pero, sobre todo, mantener el contacto con los niños”. La mayoría de profes se lamentan de que a pesar del esfuerzo hay alumnos que parecen haber desaparecido.
Rubén es un padre de un colegio que este año inaugura un proyecto supertecnológico, y One to One, él critica que “después de meternos las maravillosas Ipad de 600 €” se limiten a mandar fotos de fotocopias y que no puedan utilizar los programas específicos de Apple porque no tienen las claves y “van buscando alternativas que utilizaríamos con otros dispositivos más económicos”.
Es obvio que los niños y niñas lo están pasando mal, que el confinamiento ha roto con su sistema de vida habitual que incluía las relaciones personales con sus compañeros, sus amigos, sus familiares, el juego en espacios abiertos o la referencia personal y el hilo directo con el docente. Que viven en un ambiente en el que existe preocupación por familiares enfermos, inestabilidad laboral de las familias, o como hemos dicho antes, el estrés que genera en las familias compatibilizar teletrabajo y el improvisado ejercicio docente.
Sin embargo no se puede generalizar, existen tantas situaciones como niños. No es lo mismo los niños que viven en casas amplias, que los que viven hacinados en pisos reducidos, los que disponen de terrazas o patios para tomar el sol, que los que viven en un piso sombrío, los que disponen en casa de recursos para el juego y el ocio que los que no tienen nada, los que tienen padres que les motivan (aunque teletrabajen), que los que tienen padres despreocupados o incluso ausentes. Conocemos los problemas de las familias monoparentales o familias en las que los dos progenitores se ven obligados a trabajar fuera del hogar, como le ocurre a algunas parejas que conocemos en las que ambos son sanitarios, por no hablar de los niños que están solos. Hay hogares donde los niños sobreviven enganchados a la televisión y otros en los que los progenitores aprovechan la obligada convivencia para crear un ambiente afectivo enriquecedor.
En nuestro caso la mayoría de las familias consultadas, son personas preocupadas, comprometidas con la educación de sus hijos y de un nivel socioeconómico modestamente solvente (por no entrar en especificidades) y manifiestan que, aunque no es una situación idílica, sus hijos llevan el confinamiento relativamente bien. También deducimos que la capacidad de adaptación aumenta con la edad de los escolares.
Ruth nos cuenta que su hijo, de infantil, “es hijo único (…) empezó bien pero ahora está más irascible y contestón”. Iván, sin embargo, con una hija en el primer curso de primaria, nos comenta que su hija “es feliz y aprende más porque somos dos, sólo para ella”. Una edad similar tiene la hija de Amaya que dice que su hija “algún día quiere salir de casa, pero en general no está mal”
En cursos superiores el confinamiento se digiere mejor. Montse tiene una hija de 11 y un chico de 13 años y cree que “no están nerviosos por estar en casa, se lo toman como lo que es, que estar en casa es estar protegidos” y proteger a otros. Eva tiene una hija de bachillerato que está sobrecargada de trabajo para la que “los dos o tres primeros días fueron de nerviosismo, pero ahora se ha acostumbrado”.
Esta crisis sanitaria ha destapado muchas carencias, ha puesto de manifiesto el concepto de educación competitiva y mercantilista que propone el neoliberalismo, golpeando con más fuera a los sectores más desfavorecidos.
La segregación educativa se ha ampliado y la brecha tecnológica y social se ha convertido en una gran fosa. Pero estos aspectos los desarrollaremos con más detenimiento en un segundo artículo.