GETAFE/Entrevista (12/03/2020) – Desde su reclusión en casa, en cuarentena por el coronavirus, Rosa Montero atienda la llamada de Getafe Capital. «Estoy bien. Harta, pero bien». La cercanía a uno de los contagiados, el escritor Luis Sepúlveda, privó a la periodista y escritora de ir a recoger el Premio 8 de Marzo que concede el Consejo Sectorial de Mujer de Getafe. Con las ideas claras, con el convencimiento de que esta guerra se puede ganar, Montero habla del machismo y el sexismo que nos rodea y contra el que lleva toda una vida rebelándose.
Son cosas distintas. El machismo, el sexismo, es una ideología funesta en la que se nos educa a todos: a hombres y a mujeres. Y tenemos que intentar limpiar la cabeza de ese terrible prejuicio, de esa ordenación del mundo que es totalmente perversa y que además nos esclaviza a todos. A los hombres tres veces más pero a las mujeres también. Por fortuna muchos hombres ya comprenden.
Uno de los avances del movimiento mundial en la deconstrucción del sexismo que empezó hace 3 años con el Me Too, es la inclusión, no te digo masiva pero muy abundante de los hombres en el movimiento. El feminismo no es cosa de mujeres; el feminismo es cosa de todos y estamos cambiando el mundo, la manera de relacionarnos. Nos importa y nos atañe tanto a unos como a otras. En la manifestación del 8 de marzo del año pasado en Madrid, que fue la más grande de la historia y del mundo, según cifras oficiales hubo 370.000 personas y de ellas yo te diría que el 40% eran hombres. Y si bajamos a la edad, los menores de 25 años eran como un 50%. Eso es algo realmente maravilloso que da mucha esperanza para conseguir de verdad erradicar el sexismo. Es una de las grandes revoluciones del siglo 21 y en este siglo lo vamos a conseguir.
Por supuesto que habrá un movimiento rebote. En todos los movimientos sociales siempre se avanza cuando hay un tirón grande hacia un lado, inmediatamente nace una fuerza contraria en el otro sentido. El reforzamiento de los últimos años del antisexismo ha salido también porque están extendiéndose por el mundo las fuerzas retrógradas. Por supuesto que hay una escalada, se están armando las fuerzas de la oscuridad. No solo frente al avance de los últimos 3 años es que ya antes había un movimiento de reaccionarismo en el mundo tremendo. Hay un descrédito del sistema democrático y están subiendo los valores autoritarios, dogmáticos, tiránicos, las demagogias ultras. No podemos permitirnos levantar el pie del acelerador.
En las redes sociales hay que ser sensato: aislamiento total porque los algoritmos de las redes fomentan aquellos comentarios más contestados y se hacen más visibles. Utilizan la provocación para conseguir ese efecto de multiplicación de publicidad. En los medios de comunicación sí que hay que contestar. Y en la calle: creo que no se les puede permitir que digan las barbaridades y mentiras que dicen. Si estás tomando un café y estás al lado con unos amigos que no conoces mucho y uno dice la típica mentira estúpida basada en no sé qué y fachendosa, no debemos callarnos: debemos debatir y decir que es mentira y explicar porqué. Hay que volver a la lucha de cada día. Radicalmente, sin echar ni medio pie para atrás, hagamos esa discusión: cuanto más firmes, más informados y más constantes y coherentes intentemos ser, más fuertes seremos.
Hemos avanzado de una manera brutal. Yo soy muy mayor y empecé muy joven, con 19 años, todavía en el franquismo. Iba a las redacciones a pedir trabajo y en la mayoría me decían que no contratan mujeres… ¡y se quedaban tan contentos porque no era ni siquiera ilegal! Y si me daban cosas para colaborar era para hablar de cosas que consideraban ‘de mujer: jardinería, gastronomía, ¡cultura!, que les parecía que era una cosa secundaria. El sexismo era brutal. Hemos tenido que pelear por cosas básicas, esenciales. Muchas veces hasta no te dabas cuenta.
Uno de los grandes problemas que ha tenido la mujer y todavía tiene es que no llega a darle la importancia que debería a su propio deseo: su deseo le parece como una afición. Los hombres ordenan su vida en función de su propio deseo, y eso está muy bien, eso es lo que hay que hacer. Nosotras sin embargo, en general, no estamos seguras de ese deseo, nos parece secundario, lo ponemos detrás de nuestra pareja, nuestros hijos…. En gran medida es la primera enemiga de nuestro futuro y nuestra libertad. Antes lo teníamos menos claro. En el 80 me ofrecieron ser directora del suplemento dominical, y a mí me horroriza el periodismo de gestión. Y pensaba: yo no quiero, porque me da miedo. Las mujeres no cogíamos cargos, porque nos daba miedo, no te sentías preparada. Yo lo cogí precisamente porque pensaba que no podíamos ceder a ese miedo. Luego fue horroroso, lo pasé fatal, fue uno de los peores momentos de mi vida, pero me alegro mucho de haberlo hecho.
Ha sido muy duro y sigue siéndolo. Realmente seguimos viviendo en el sexismo. Afortunadamente ahora se están haciendo muchos reportajes que nos lo indican, que nos dicen cómo vivimos en esa mirada que creemos que es neutra pero que es totalmente sexista. Hay estudios que demuestran en España y en el resto del mundo que en la atención médica primaria ante los mismos síntomas, a los hombres les mandan más pruebas diagnósticas y a las mujeres más ansiolíticos. ¿Y saben quiénes hacen esas discriminación? Doctores hombres, pero también mujeres. Seguimos cegados por el puto sexismo: hombres y mujeres. Esto hace que todo sea mucho más difícil para las mujeres. Todo nos es más difícil. Movernos por el mundo, conseguir logros que para los hombres ya pueden ser difíciles para nosotras es el doble, es como llevar una montaña sobre la cabeza.
Yo no siento que sea un referente, ni vivo considerándome un referente. Ya bastante complicado es ser mínimamente coherente con uno mismo porque todos somos tremendamente contradictorios y paradójicos.
La lengua es una criatura viva, es la piel de la sociedad. La lengua, como la sociedad, sigue siendo machista: es una obviedad, pero también lo es que en los últimos 100 años la sociedad ha cambiado de una manera radical con respecto al sexismo y el machismo. Hay que ir limpiando, a medida que va cambiando la forma social, también esa lengua. Pero no se puede hacer por decreto porque es una criatura viva. Todas esas fórmulas ortopédicas: amigos y amigas, lectores y lectoras… repetidas 20.000 veces jamás serán admitidas por la lengua ni llegarán a ningún lado.
Hay otras cosas que evidentemente sí funcionan y salen naturalmente: yo desde hace un montón de tiempo jamás escribo ‘hombre’ como genérico: escribes los seres humanos, la humanidad; o señorita es otra palabra que se está perdiendo. Para hacer la inclusión hay fórmulas que podemos poner en circulación: fórmulas que se expanden socialmente. He propuesto que en ámbitos donde hay gente y un auditorio, si hay muchas más mujeres que hombres, empezar a hacer la concordancia en femenino. Eso es bastante natural. Las argentinas y uruguayas están utilizando el ‘todes’, que aquí suena muy raro pero que la gente menor de 30 años lo está utilizando de una manera muy natural. A lo mejor resulta que funciona. Hay discrepancias dentro del movimiento feminista por ejemplo en lo que a la prostitución se refiere. Yo he pertenecido a la Asociación Hetaira que ha desaparecido ya, pero que era una asociación feminista progresista en apoyo de las trabajadoras sexuales. No soy para nada abolicionista porque creo que dejas a las mujeres en una indefensión absoluta: prefiero legalizarlas, y darles poder y autonomía. Es la mejor manera de luchar contra la mafia y contra la trata.
En el caso por ejemplo de la final de la Super Bowl, con Shakira y J Lo luciendo el culo en la última imagen. Son dos tiarronas fantásticas, de las cantantes más importantes, y hacen un espectáculo como si tuvieran 20 años meneando el culo. ¿Tiene que ser así? ¿Ese es el poder de la mujer de verdad? Y que eso sea considerado como empoderamiento… ¡no me fastidies! Puede haber mujeres que se dediquen hacer un tipo de actividad artística, erótica, maravillosas… pero que todas las chicas tengan que aparecer guapísimas, esculturales, sexys, que están como pseudofollando una barra como hacía Jennifer Lopez… ¡Respétate un poco más! ¡No seas tan tópica!
Aún no me la he leído y no quiero decir tonterías.
Tengo reparos porque ha creado una sensación de ataque, de que no se les trata igual a los hombres. Y que los hombres se sientan víctimas es lo último que hace falta. Hay que intentar lo primero de todo educar. Sin educación desde la infancia más básica no vamos a acabar con esta plaga, eso te lo aseguro. Hay formulaciones que a lo mejor impiden que se sientan agredidos: es malo que se sientan agredidos, no porque me den pena si no porque eso puede subir el nivel de violencia simplemente.
Es un premio muy importante, muy conmovedor y además es una fiesta. Cada vez que me acerco a estas fechas lo siento como una fiesta, del logro de tanto buen hacer, de tanto esfuerzo de tantas madres y de tantos padres que nos han precedido. El premio me hacía muchísima ilusión recogerlo y me ha dado mucha pena no estar.
Los Premios 8 de Marzo son cada año una fiesta del feminismo que tiene como epicentro el García Lorca. Los premios a Rosa Montero (nacional) y a Margarita Salas (a título póstumo) dejaron un gran vacío por la ausencia de las protagonistas. Pero aún así, la emoción corrió a raudales con el resto de premiados: el proyecto Transformando el Patio del grupo de investigación Estudios de Género en la Actividad Física y el Deporte de la UCM, o Mercedes Alvariño histórica sindicalista que se llevó el premio local. En cuanto a las Menciones especiales, a nivel nacional se ha reconocido a las hermanas Martínez Ten; a nivel regional a la asociación APRAMP de prevención, reinserción, y atención de la mujer prostituida. Las menciones locales han ido dirigidas para las mujeres camioneras de LYMA; Iris Garrosa; y para el Club de Fútbol Femenino Sur Getafe.