GETAFE/Sanidad (23/03/2020) – «Vamos realizando cambios continuos sobre la marcha». No hay frase que mejor resuma lo que se vive en los últimos días en el Hospital Universitario de Getafe, desbordado como tantos otros con el estallido de la crisis del coronavirus. Uno de los trabajadores de Urgencias que vive en primera línea la batalla que supone sacar adelante a los enfermos, cuenta el día a día de los valientes que siguen luchando por los más débiles.
Adaptándose. «Desde el principio de mes que empezaron a llegar casos ha habido cambios constantes en urgencias, en los circuitos…». Se cerró la planta destinada a los casos infecciosos y se «tapió con pladur, para que solo se pudiera entrar con EPI (equipo de protección individual)». Pero es ahí donde el castillo de naipes se derrumba. «Un día te dan una cosa, otro día otra… Ahora van a esterilizar batas de un solo uso«. Se van apañando con lo que pueden: «Nos dieron batas de plástico impermeables». El virus no traspasa, pero acaban empapados de sudor. «Ahora tenemos mascarillas quirúrgicas y pantallas, además de gorros desechables y batas. Puede ser suficiente». Eso en la primera línea. En la zona de Pediatría que se ha destinado también para atender a estos pacientes, tuvieron que improvisar equipos con bolsas de basura (foto arriba) hasta que recibieron un EPI aceptable. Las mascarillas más seguras, las FFP3 «sólo se utilizan para nebulizaciones o cuando hay que intubar al paciente. Las FPP2 cuando existe contacto estrecho con el paciente (menos de un metro). Y las mascarillas quirúrgicas, esas son las que estamos usando de manera ordinaria, porque nos dicen que no hay muchas existencias de las anteriores y hay que gestionar las que hay»
La falta de material es flagrante. «Desde el viernes no teníamos pruebas de COVID-19. Todos los que han llegado desde entonces no son confirmados, son sospechas. Hacemos diagnóstico aproximado con placa de tórax». Algo que ocasionó problemas logísticos. «Vinieron a trasladar a enfermos de COVID-19 pero muchos no estaban confirmados». Hubo que mover a pacientes ya ingresados a los que sí les habían hecho las pruebas anteriormente. No hay camas suficientes y se buscan espacios por todo el hospital. «Se ha habilitado hasta el gimnasio de rehabilitación».
Todo es caótico. «Vienen muchos pacientes y la estructuración de la Urgencia ha ido cambiando: al principio todo se veía en adultos. Desde ayer empezaron a trabajar en dos zonas: zona considerada limpia (Urgencias Ginecológicas) y zona «sucia» (Urgencia General). Dolor abdominal, por ejemplo, a la urgencia de ginecología. Todo lo que llega con sospecha de COVID-19 se ve en las Urgencias generales»
Ni siquiera hay medicación suficiente. «Hemos estado día y medio sin existencias de los medicamentos que se están pautando para tratar a estos enfermos. Hay que decir también que cuando se mandaba al paciente a casa, se le daba tratamiento para una semana completa y eso parece que ha sido el motivo del desbastecimiento».
Los pacientes llegan mal, pero a esto se suma «la tendencia a desorientarse de los mayores». Eso exige aún mucha más atención. «Ayer había 6 médicos, 4 enfermeros y 2 TCAES para una zona de la urgencia donde se contabilizaron 86 pacientes». La UCI está completa. «Hay abuelos que se ponen muy malos y ante la compicación de la situación, las medidas de confort son los cuidados que estamos aplicando». Entre todos los mensajes negativos, uno positivo: «Han extubado al primer paciente de la UCI».
Sabe que está habiendo fallecimientos, pero desconoce el número exacto. Esa información no se ofrece de manera directa.
Los sanitarios son la primera línea de contención «y algunos compañeros ya han caído, se están poniendo malos: y no se hace la prueba», lamenta. «Gestionar esto es complicado, no es fácil. Pero están dejando de lado a los profesionales. No nos sentimos cuidados. Nos hace falta trabajar sin miedo».
Mientras tanto, son las 8 de la tarde. Es hora de aplaudir a estos héroes que se juegan la vida por nosotros. Gracias.