GETAFE/A fin de cuentas (12/03/2020) – No hay otro tema de conversación. Coronavirus por aquí, coronavirus por allí, que si los contagiados, que si los aislados, que si ha llegado a mi ciudad, que si la locura de los supermercados, que si los niños sin colegio o los partidos de fútbol sin público. Nuestra vida gira ahora en torno a las decisiones que se están tomando para minimizar esta crisis que aún no hemos dimensionado ni sabemos el alcance real que tendrá. Ni en la economía, ni en nuestras vidas.
Tenemos que ser responsables, porque en cada una de nuestras actuaciones está el poder frenar esta epidemia que no hay que magnificar, pero tampoco infravalorar. Las recomendaciones y las medidas propuestas por las administraciones están claras: higiene máxima, evitar aglomeraciones y reuniones, utilizar con responsabilidad los servicios públicos y actuar con prevención.
“Vivimos tiempos raros”, me decía Rosa Montero desde su aislamiento preventivo por esta misma causa. Tan extraños y tan histriónicos que apenas nos detenemos a pensar: actuamos, asumimos y seguimos. No hay tiempo para la reflexión, y la impulsividad no es buena consejera. Lo hemos visto en los supermercados cuando se aumentaron las medidas de control o en los hospitales cuando ha habido algún pico de casos. Y la recomendación más sensata en estos tiempos volubles es el sentido común.
Nuestro sistema público de salud va a afrontar un test de estrés sin precedentes y debemos estar preparados para asumir escenarios difíciles. Con tranquilidad, porque esta crisis pasará y será momento de valorar y dimensionar hasta qué punto decisiones tomadas en el pasado, que afectan al desmantelamiento de hospitales públicos, fueron érroneas. Me preocupa que hemos llegado a esta situación con un sistema sanitario mermado, con camas cerradas, recortando personal y precarizando los medios de los que disponen los profesionales de la sanidad que son los que están en primera línea en la lucha contra el coronavirus. Pero los grandísimos profesionales que tenemos son al fin y al cabo nuestro valor más preciado para salir adelante.
Ahora es cuando se va a poner en valor la necesidad de tener un sistema público potente, ese que tantas mareas blancas defendieron incansablemente. Será el momento de tomar buena nota y actuar en consecuencia. Mientras tanto, vamos a remar todos juntos para que esta crisis se supere de la mejor forma posible. La empatía y la solidaridad serán necesarias más que nunca para hacer frente a esta situación.