GETAFE/Tribuna con acento (20/02/2020) – Según los informes (OIT y la OCDE) cuatro sectores son los que generarán más puestos de trabajo en los próximos años: las actividades digitales, el empleo verde relacionado con la transición energética, el sector de los cuidados a las personas, que aumentará su importancia a medida que aumenta el envejecimiento de la población y, consecuentemente, la formación en estos mismo sectores.
El objeto de este pequeño artículo es describir la naturaleza contradictoria a la que estamos abocados en el área de «los cuidados», especialmente en el Servicio de Ayuda a Domicilio (SAD). Queremos abordar una polaridad no resuelta. Por un lado, el trabajo asalariado en un contexto donde la actividad humana es suspceptible de ser explotada por cualquier estructura empresarial para aumentar sus beneficios económicos. Y de otro lado, estamos hablando de una actividad que se realiza en la intimidad de un hogar que supone cocinar, limpiar, sentarse alrededor de la mesa, compartir la palabra, el gesto, romper las soledades o escuchar el duelo de la perdida de un ser querido… Y, ello debe ser realizado por personas de una delicadeza exquisita de saberes, experiencia profesional y afectos donde debe predominar «el cuidado y el trabajo bien hecho».
La presencia y proximidad nos lleva a mirar con otros ojos la fragilidad humana, una mirada de doble dirección, nos centramos en «otra» persona que tiene necesidades evidentes de compañía, que no tiene capacidad de desenvolverse por sí misma, requiere mucha atención y paciencia, tiempos lentos para vestirse, asearse… Nos encontramos con existencias vulnerables condicionadas por la enfermedad y el envejecimiento, pero «nuestro tiempo y tareas en cada hogar está tasado«.
La plantilla de trabajadoras (mayoritariamente mujeres) no es fija, depende del número de personas atendidas en cada momento. Es una cifra fluctuante por varios fenómenos: debido al hecho de la avanzada edad y la vulnerabilidad de la salud, hay personas que fallecen, otras que se destinan a otros dispositivos (residencias), etc. En esos momentos las trabajadoras se quedan sin empleo, o disminuye la jornada laboral y, consecuentemente, su salario.
Por la razón anterior u otras, la empresa prefiere tener a más trabajadoras disponibles en lugar de completar horas y que éstas tengan jornada completa. Es evidente que para la empresa es más rentable y eficiente tener una plantilla flotante que personal permanente. Es una situación que redunda en la necesidad de que las trabajadoras busquen otros trabajos complementarios para completar jornada y salario. Las trabajadoras no pueden planificar sus gastos porque desconocen cuáles van a ser sus ingresos a finales del mes.
Además, lleva implícito la ausencia de conciliación de vida familiar. Y se vuelve a iniciar el proceso cuando se renueva la lista de espera susceptible de recibir Ayuda a Domicilio. El inicio de entrar en un domicilio requiere «una limpieza a fondo». Ya que son hogares que no han sido atendidos con regularidad y se encuentran en un estado de higiene y limpieza especialmente deteriorado. Se dan situaciones en que las trabajadoras no conocen qué riesgos se corre en determinados hogares. Pueden encontrarse atendiendo a usuarios «problemáticos», o con determinadas enfermedades (mentales o infectocontagiosas), o con situaciones periódicas -gripes- especialmente graves por el tipo de población que se atiende porque son grupos de riesgo.
Como bien sabemos, los cuidados deben situarse en el centro del bienestar de la persona/hogares y articularse como una responsabilidad colectiva, además de dejar de asociarlos directamente con las mujeres. Se debe incidir en buscar soluciones que ofrezcan seguridad al personal del servicio de ayuda a domicilio y no precaricen el empleo. Este es un riesgo que muchas veces está presente en las soluciones que buscan exclusivamente la reducción de costes del servicio prestado. Las decisiones políticas o la reducción de costes no pueden entrañar riesgos de empeorar el servicio. Los intereses de las personas y los hogares más frágiles deben ser tenidos en cuenta en la adjudicación de los pliegos.
Entendemos que en el área del SAD y SAAD se dan todos los componentes ideales para que el Gobierno Municipal en el sentido de la «juntura humana» ante situaciones de vulnerabilidad tiene la capacidad de unir lo diferente y caminen en la misma dirección de respeto. Se trata de exigir todos los derechos -y deberes- de esta nueva realidad de los cuidados: una observación estricta de los criterios de adjudicación a «contratistas privados». Estos actores deben: revitalizar el contrato social para mejorar la calidad de vida de las trabajadoras; contribuir a cerrar la brecha de género; mantener una formación permanente y actualizarse profesionalmente; facilitar el acceso a las delegadas de Salud Laboral e inspección del trabajo, hoy denegado bajo pretexto de privacidad del hogar (protección de datos); los equipos de Protección Individual que usan las trabajadoras son insuficientes o de mala calidad (mascarillas, cambio de bata de un domicilio a otro, etc.).
Ante las situaciones anteriormente descritas y los cambios políticos producidos especialmente en el ámbito local y autonómico, se ha de poner el acento en la necesidad de recuperar la gestión pública de servicios privatizados. En esta dirección la Ley 9/2017, de 8 de noviembre, de contratos del sector público ha dado algunas respuestas. Bien es verdad que el marco legal ofrece muchas facilidades para la privatización pero no tantas para la reversión a la gestión pública.
Sin embargo, el gobiero municipal tendrá que tomar muy en cuenta esta mutación del trabajo, para que el territorio de Getafe sea el lugar privilegiado donde se fomenta la Economia Social y los valores de solidaridad y democracia, es decir, garantizar las condiciones laborales dignas, al mismo tiempo que se asegura y se mantiene la calidad y regularidad del servicio. En definitiva, estamos hablando de Cohesión Social. Ello requiere diálogo y negociación entre las partes. El acuerdo con las organizaciones sindicales se hace necesario en la fórmula de gestión que se adopte. Resulta paradójico que una sociedad exigente para el amplio mundo de los cuidados, mantenga a las trabajadoras que los prestan en situación de precariado, sobre todo, cuando se dan los tres componentes básicos: cuidado de las personas, trabajo decente y responsabilidad pública.
Andrés Aganzo 20/02/2020