Contra la cadena perpetua versus prisión permanente revisable

Estoy en desacuerdo con lo que dices, pero defenderé hasta la muerte tu derecho a decirlo.

Evelyn Beatrice Hall

GETAFE/Todas las banderas rotas  (18/12/2019) – Hasta ahora me he resistido a hablar de Vox en mis artículos porque no tengo ningún interés en prestar este espacio para hacer publicidad (aunque fuera negativa) a un partido que representa, desde mi punto de vista, la antítesis de lo que debe ser la política y lo contrario a la democracia.

Tengo la firme convicción de que todas las personas son respetables y dignas de ser escuchadas pero que no todas las ideas merecen el mismo respeto. Es lo que me ocurre con este partido político, que su ideario me resulta rechazable casi en su totalidad; por ejemplo, no puedo aceptar como entiende el gravísimo problema de la violencia contra la mujer, su idea retrógrada y acientífica respecto al cambio climático o su concepto sobre cómo ha de tratarse la tragedia de la inmigración. En general, no acepto su desprecio hacia los derechos humanos.

Pero hace unos días leí un artículo firmado por un concejal getafense de Vox y me considero obligado a vencer mi resistencia y hacer algunas consideraciones respecto a una de las cosas que en él se dicen.

Una costumbre de los radicales es presentar como si fuera de todos lo que es una idea exclusiva de ellos; así, podemos leer en el artículo del concejal: “Este espectáculo, que alarma, asusta y horroriza a mayores y pequeños… Bueno, yo supongo –y no me atrevo a asegurarlo con tanta firmeza como el concejal- que unos zapatos colgados de una farola o “una muñeca que simula ser una muerta esperando la orden de levantamiento del cadáver” pueden gustar más o menos, pero difícilmente pueden alarmar, asustar u horrorizar a alguien.

A renglón seguido, de manera que pudiera parecer que es su alternativa a los zapatos colgados de una farola, nos informa de que lo que ellos proponen es endurecer la ley mediante la “prisión permanente”. No sé si ha sido un lapsus o es lo que realmente piensa: “prisión permanente” en lugar de, como hasta ahora defendía su partido, “prisión permanente revisable” que es otra manera de llamar a la cadena perpetua pero, añadiendo la coletilla “revisable”, se supone que la hacen más digerible. Bien, pues sea por lapsus o por cualquier otra razón, parece que este concejal se quita la careta y renuncia a suavizar la idea.

Bien es verdad que Vox no está solo en esta cuestión, también el PP defiende lo mismo, no está dispuesto a quedarse atrás en su particular competición por ver quién está más a la derecha o, dicho más claramente, quien consigue más votos a la derecha de la derecha.

Y, en su particular reparto de certificados de constitucionalidad, el PP considera que los partidos que pretenden la independencia de un territorio por medios legales (ERC y Bildu) no son “constitucionalistas” porque eso, sin estar prohibido, no está contemplado en la Constitución; y, por el contrario, lo son quienes defienden algo expresamente vetado por la Constitución que, en su artículo 25.2, dice que “Las penas privativas de libertad y las medidas de seguridad estarán orientadas hacia la reeducación y reinserción social (…)”. Es evidente que si cabe la posibilidad de que una condena, por muy revisable que sea, puede ser permanente, no está orientada a la reinserción social ni es, en absoluto, reeducadora. Por lo tanto, es contraria a la Constitución.

Por definición, con la prisión permanente revisable no se pretende que el recluso pueda reintegrarse a la sociedad una vez haya pagado su deuda con ella, sino que supone que el penado, una vez que ha cumplido la condena impuesta, quede al albur de que alguien decida que ya puede salir de prisión o no. Con esto se añade, a la pena impuesta legalmente por el tribunal, la inseguridad jurídica ya que el recluso no sabe cuándo va a finalizar su condena que, lo más probable, no será cuando se cumplan los años fijados en la sentencia. En esas condiciones lo más probable es que pocos hagan algún esfuerzo por reinsertarse en una sociedad a la que no están seguros de cuándo volverán o si, finalmente, volverán algún día.

Entre las muchas cosas que diferencian a un sistema democrático de otro autoritario o dictatorial, está la forma en que tratan a los delincuentes: el primero hace justicia por medio de las leyes, el segundo utiliza sus leyes para aplicar venganza.

Uno de los argumentos que utilizan los que defienden la mano dura con los delincuentes es la de la seguridad. Pretenden convencernos de que viviremos más seguros con más policías, con penas más duras, con los delincuentes encerrados en la cárcel para siempre. Es como si, ante la emergencia climática en que estamos, nos dijeran: «Utilizad todo el plástico que queráis, luego lo reciclamos». ¿No es más lógico no tener que reciclar el plástico porque lo utilizamos lo menos posible? De la misma manera, ¿no es más lógico impulsar medidas que disminuyan el número de delincuentes que meterlos en la cárcel de por vida? Porque múltiples estudios muestran que en los países en que está implantada la cadena perpetua e, incluso, la pena de muerte, no disminuyen los delitos castigados con esas penas.

Es ahora cuando se me echarán encima, acusándome de buenista y otras lindezas, todos los que están en la ultraderecha y otros muchos que no reconocen que lo están. Pero sostengo que lo que hemos de plantearnos al hablar de estas cosas, que son muy serias, es en qué tipo de sociedad queremos vivir y, también, no dejarnos engañar. Yo, por mi parte, no quiero vivir en una casa enrejada, en una ciudad en la que esté rodeado de policías, en un país en el que tenga que ir con el DNI en la boca para demostrar que soy de los buenos. Eso sí que me da miedo y me trasmite inseguridad porque me recuerda tiempos que la ultraderecha añora y que yo no olvido pero quisiera que no hubieran pasado nunca.

Por tanto, que el concejal de Vox siga expresándose libremente porque este imperfecto sistema democrático que, al parecer, a él no le gusta es el que hace posible que pueda hablar y escribir con toda libertad. Como también permite que exista un partido como el suyo mientras que en el franquismo -ese sistema fascista que a él le gustaría que volviera- no podríamos expresarnos los que pensamos distinto ni existió más partido legal que el del Movimiento Nacional. Los demás partidos eran ilegales y sus miembros eran encarcelados.

La democracia es lo que tiene, que, con todos sus defectos –que son muchos y por eso hay que seguir luchando para mejorarla-, hace lo posible para que convivamos todos, los que la queremos y los que les gustaría destruirla.