GETAFE/Tribuna con acento (13/11/2019) – El fenómeno migratorio no es nuevo. Los seres humanos nos hemos desplazado siempre, como fue nuestra historia inmediata en los años sesenta, o más recientemente por la crisis socioeconómica (2007), incitados por la búsqueda de un futuro mejor. En la actualidad la huida del hambre, de las crisis políticas, de las guerras o las catástrofes naturales continúan arrojando a muchas personas a la travesía de fronteras y mares. Los desplazamientos forzosos se están intensificando en todo el mundo aumentando las cifras de personas refugiadas. El número de migrantes internacionales, según la ONU, ascendió a 272 millones en 2019.
La salida de sus países de origen, a veces, se constituye como una autentica barrera de obstáculos. Atrás dejan su familia, lengua, cultura, comunidad local… Llegan con todo lo que queda atrás, las penurias de la travesía, el desconcierto para asimilar lo vivido y afrontar lo nuevo. Se encuentran con un nuevo territorio y su paisaje, las costumbres de la gente, las creencias, el idioma… A su llegada tienen que afrontar la regularización administrativa, el alojamiento, la búsqueda de empleo, nuevas relaciones…
La capacidad de acogida de personas extranjeras en el municipio de Getafe ha sido una constante en la última década. En 1998 su presencia apenas representaba el 1,56% de la población y hoy alcanza a 29.552 personas (julio de 2019), lo que supone un 15,5% del total de empadronados en el municipio, con una presencia de 130 nacionalidades. La más numerosa es Rumanía con 5.534 personas, seguida de Marruecos con 3.433, en tercer lugar se encuentra China con 2.627 personas, en cuarto lugar se halla Colombia con 2.488, seguida de Bulgaria con 2.103 personas. Sólo estas cinco nacionalidades representan el 55% del total. La inmigración es un fenómeno estructural y reclama hospitalidad y solidaridad.
Como estamos comprobando la inmigración se está utilizando por determinadas personas y partidos xenófobos de la extrema derecha, para ganar votos sembrando el odio entre nativos e inmigrantes, criminalizando a los menores que han venido solos. Se repiten mensajes como: “roban nuestros empleos»,»no hay papeles para todos», «agotan nuestro sistema de protección”… sin importarles que eso sea verdad o mentira. Sin ningún rigor estadístico, es el discurso del miedo, orientado a contaminar al conjunto de la sociedad. Tienen nostalgia de un «franquismo glorioso» y reivindican la vuelta a un pasado dictatorial. Quizás conviene recordar que la verdadera fragmentación de la «identidad nacional» se está configurando por «el enriquecimiento de unas minorías». Cada día hay más ricos en España (se ha pasado de más de 170.000 millonarios en el 2010, a 970.000 en 2019) al mismo tiempo que aumenta la precariedad y la exclusión en las mayorías sociales. Esta es la verdadera ruptura de una sociedad democrática.
Con datos en la mano podemos decir que una de las características de la inmigración es su juventud. En concreto, nos encontramos ante una población muy joven, 11.652 personas tienen menos de 30 años, que representa el 39 % del total de la población inmigrante en Getafe. Contribuyen al rejuvenecimiento de la pirámide de población.
Es una Población Económicamente Activa. La tasa de actividad de los españoles se sitúa en el 57,23%, la de los inmigrantes llega hasta el 80,71%. La diferencia es de más de 20 puntos entre ambas tasas. Es una población que ha venido a trabajar y especialmente en aquellos empleos más penosos: limpieza, hostelería, construcción, empleadas de hogar, agricultura…
Aportan cantidades económicas importantes a la Hacienda Pública, mediante sus contribuciones a la Seguridad Social, los impuestos directos (IRPF) y los impuestos indirectos, como contribuyentes y consumidores activos.
Con respecto a los efectos en el Estado de Bienestar, decir que el 26% de los extranjeros no ha utilizado ningún servicio de salud pública porque no lo ha necesitado. La consulta al especialista apenas está utilizada por el 6% y las Urgencia con el 4,42%. Según la Memoria de los Servicios Sociales de Getafe (2018), la nacionalidad del total de los usuarios es mayoritariamente española (en el 69% de los casos). El conjunto de entidades e instituciones públicas desde el ámbito local, autonómico o estatal manifiestan que las ayudas se conceden por los baremos de necesidad social, independientemente de que sean españoles o extranjeros.
El clima de convivencia en el municipio y en los barrios entre la población autóctona y la extranjera es positiva. Así lo muestra el Barómento de la Inmigración de la Comunidad de Madrid (2018), el 91,4% de los extranjeros se sienten integrados en la sociedad madrileña y el 74,5% de los españoles también creen que los extranjeros se sienten integrados en nuestra región.
Elogio a todas aquellas personas, activistas, ONGs, la sociedad civil en suma, que trabajan por crear vecindad y convivencia, donde la cuota de humanidad raya a mayor altura. Aquellas entidades y movimientos sociales que promueven el encuentro y la acogida, asesoran y acompañan jurídicamente la «obtención de papeles», crean clases de alfabetización, promueven multitud de actividades para crear una nueva sensibilidad «intercultural». Pero se encuentran con graves obstáculos legislativos.
«Urge otra mirada», otro “modelo de acogida», una Ley de extranjería que contemple la inmigración más allá de «mercado de trabajo». Se trata de poner el énfasis en las personas, como un todo de derechos constitucionales» y no sólo sus “manos para el trabajo». Urge la eliminación de los CIES, que son cárceles opacas. En definitiva, urge el cumplimiento escrupuloso de los Derechos Humanos. Ya hace muchos años que Octavio Paz, advertía que “contra el atávico impulso racista que detesta al extraño, no hay mejor remedio que el mestizaje». Nos queda la palabra y la proximidad. Nos queda la ética de aprender a vivir en la diversidad.